Inconfundibles de corazón

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Los gemelos prestan su servicio en la base de Usulután, atentos para enfrentar emergencias.

Por Texto y Fotos: Mauricio Cáceres

2014-12-22 7:00:00

Gemelos de nacimiento y bomberos de profesión, los hermanos Argueta se destacan en la Estación de Bomberos de Usulután no solo por su enorme parecido, sino por su gran espíritu de servicio, siempre dispuestos a atender cualquier emergencia.

Son reconocidos en la estación de Bomberos por su entusiasmo, su buen humor y el cariño que se prodigan el uno al otro.

Ángel ingresó al Cuerpo de Bomberos en 1998 y Miguel lo hizo en el 2000, y el motivo de ambos fue la superación y el deseo de servir a sus hermanos.

En un principio, Ángel relata que iniciaron trabajando separados, uno destacado en la capital y el otro en San Miguel.

Y fue hasta hace unos años que comenzaron a trabajar en la misma base usuluteca del Cuerpo de Bomberos.

“Al principio teníamos problemas, porque los jefes nos confundían cuando nos llamaban o nos encontraban en algún pasillo, por eso tenemos turnos diferentes. Aunque a veces nos topamos en el mismo horario”, contó Ángel.

Hasta en el comedor de la base, la cocinera los confunde, les sirve doble ración a uno o equivoca los platos, ya sea para Ángel o para Miguel, lo que divierte a los hermanos.

Los gemelos Argueta manifiestan que en muchas ocasiones han trabajado juntos y se cuidan mutuamente.

Siempre están pendientes el uno del otro. La necesidad de cuidarse viene, dicen, de la sangre que comparten y también de la peligrosa profesión que eligieron.

Ángel Eduardo es conductor de unidades de emergencia liviana y pesada y técnico en materiales peligrosos y área de extinción de incendio.

Miguel Ángel tiene 14 años de ser bombero, es especialista en rescate vehicular, rescate en altura, materiales peligrosos, incendios forestales, asistente de primeros auxilios, natación; manejo ofensivo y captura de serpientes, entre otros.

En el trabajo, Miguel y Ángel, de 35 años, son admirados por su desempeño y dedicación, tanto por sus jefes como sus compañeros.

Los gemelos pasan en constante adiestramiento cuando no hay emergencias que atender.

“Siempre pasamos revisando el equipo y haciendo aseo a los vehículos y, de vez en cuando, nos echamos un partidito o nos damos un chapuzón en una piscina que tenemos en la base”, explica Miguel.

Amigos y cómplices de travesuras

Miguel y Ángel recuerdan que eran niños inquietos, peleaban constantemente por cualquier situación, pero también se cubrían mutuamente sus travesuras.

Son los únicos hijos varones de la familiay, además, los últimos. Tienen ocho hermanas.

“Después de tener tanta hembrita me puse a buscar el varón y Diosito me escuchó y me dio dos en vez de uno”, comenta doña Juana Argueta, madre de los gemelos, divertida, al recordar la sorpresa que le causó la llegada de sus gemelos.

Doña Juana tiene 75 años y reconoce que sus hijos han sido traviesos y que a menudo los reprendía por sus peleas y por sus travesuras.

Entre las anécdotas que guarda en su memoria, doña Juana tiene una en particular. Cierta vez los hermanos salieron a traer leña a una finca.

Estando en el campo, Ángel se hirió la mano izquierda con el corvo y Miguel, cuando lo vio sangrar, le auxilió y le puso una tira en la mano.

Al minuto, cuentan, Ángel se hirió también la mano izquierda y fue auxiliado por Miguel.

Ambos regresaron a la casa con los manojos de leña, pero cada uno herido de la mano izquierda.

Al verlos, su madre buscó el azote y les pidió explicación de lo sucedido pero, aunque le contaron de la curiosa coincidencia, ella igual los castigó.

Hoy ya mayores, los dos ríen al recordar todas las anécdotas que pasaron juntos.

Miguel y Ángel se confiesan admiradores de su madre, quien luchó para preparar a sus 10 hijos, vendiendo pan francés y dulce en el pueblo, donde fue muy conocida por lo sabroso del producto que ofrecía.

Ambos viven en el municipio de Tecapán y sus casas están ubicadas a la par.

Ellos comentan que decidieron vivir cerca porque sienten que deben cuidarse mutuamente.

Si uno se enferma, el otro está atento a ayudarle y darle transporte para ir hospital, o si uno necesita algo, el otro le apoya y se lo consigue.

Ángel ha procreado dos niñas y está casado con Glenda; y Miguel tienen dos varones y su esposa se llama Sara.

Ellas comentan que a veces se equivocan de esposo, pero de inmediato, cualquiera de ellos, les aclara la confusión.