Pandillas golpean otra vez a familia de agricultor

Otro integrante de la familia Cruz fue asesinado hace meses. Además, hay amenazas de muerte para otro familiar

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En su inocencia, el hijo de siete años de Candelario Cruz lavó la sangre de las botas de su padre, horas antes de haber sido asesinado por los mareros.

Por Texto: ??scar Iraheta Fotos: Jorge Reyes Twitter: @oscar_iraheta

2014-12-11 8:00:00

María había ahorrado $700 de algunas donaciones que personas altruistas le regalaron por el asesinato de su esposo e hijo en abril pasado.

Dice que el dinero lo tenía para alimentar a sus once hijos que quedaron sin padre. Dos meses después, tuvo que gastarlos por el homicidio de otro de sus hijos mayores.

A esas tres pérdidas que han dejado a María destrozada, se suma la preocupación que tiene por las amenazas de muerte que ha recibido otro de sus hijos. El joven de 17 años fue atacado a balazos en agosto anterior, cuando regresaba de trabajar la tierra. Los pandilleros le realizaron una descarga de 16 disparos.

El amigo del joven fue alcanzado por los disparos y resultó gravemente herido. El hijo de María corrió entre los matorrales y se libró de la muerte. Las maras han jurado matarlo.

Desde ese hecho ya no va al campo a trabajar la tierra, dejó tirado todo lo que había sembrado en la cosecha, porque sus vecinos le han dicho que los mareros “lo tienen vigilado”.

María dice que ya no aguanta esta situación. Agrega que no se había recuperado de la muerte de sus pariente cuando tuvo que llorar el deceso de su otro hijo.

La viuda relata que todos los días vive angustiada pensando que tarde o temprano le harán daño al único hombre adulto que vive en su casa. No entiende cuál es la razón del porqué matan a sus parientes. Dice que nunca supo que sus hijos le hicieran daño a una persona o que tuvieran amistad con delincuentes.

Fuentes policiales afirman que en el cantón Soledad de Monte San Juan, Cuscatlán, donde viven María y los niños huérfanos, hay una disputa brutal por el territorio entre las maras Salvatrucha y la 18. Afirman que constantemente hay enfrentamiento y homicidios entre los pandilleros.

María sostiene que no sabe quiénes son esos “muchachos” (mareros). No los conoce. Escucha a los vecinos que comentan “que fulano y zutano son de la pandilla”, pero María dice que ella no le interesa la vida de los demás.

Su hijo también se desliga de las pandillas. Afirma que nunca ha sido parte de las estructuras delincuenciales que operan en la zona. Añade que “no entiende el porqué están matando a sus familiares, si ellos nunca han tenido problemas con nadie”. Ni las autoridades ni la familia de María sabe por qué están atentando contra ellos. Sólo sus asesinos.

La Policía dice que el cantón Soledad se ha convertido en un lugar disputado por las pandillas. Sus vecinos afirman que cada semana son testigos de balaceras y de asesinatos. Algunos agricultores afirman que los pandilleros tienen armamento como fusiles y se movilizan por los senderos y montañas de la zona sin que la Policía los mire. Aseguran que recientemente fue ultimado el cabecilla de la mara 18 de la zona. Algunos asesinos llegan de otros cantones de Monte San Juan y otras zonas.

Las tres cruces que carga la viuda en menos de dos meses

María es muy católica y por eso dice que resiente mucho no haber ido a los lugares donde fueron ultimados sus parientes a ponerles las cruces y orar por sus almas. Tiene miedo.

A la viuda las pandillas le mataron el 14 de abril a su esposo, Candelario Cruz y a su hijo Abel Ernesto, de 16 años, en el río La Flor o Misapa, el cual divide Monte San Juan y Rosario siempre en el mismo departamento.

Ambos salieron en la madrugada para ir a ordeñar unas vacas en una pequeña hacienda y luego trabajar la tierra. Sus asesinos les irrumpieron el paso cuando regresaban a la casa y les dispararon a quemarropa. Tanta era la saña de los homicidas que también utilizaron machetes para rematarlos.

Como un mensaje contra la crueldad y la intolerancia de las pandillas, el niño de cinco años, en su inocencia, lavó en el río, frente a autoridades y curiosos, las ensangrentadas botas blancas de hule de su progenitor asesinado.

Los que mataron al agricultor y su hijo, jamás imaginaron en la mayúscula pobreza que dejarían a una viuda, a sus nueve hijos y a tres nietos que están a su cargo.

El 30 de junio pasado, en un lugar conocido como la meta de buses, en la calle principal del cantón Soledad, asesinaron a José Manuel Cruz Vásquez, de 19 años. Dicen los vecinos que cuatro sujetos a bordo de un carro interceptaron a José Manuel y luego lo obligaron a subir a un carro. Después de varios minutos se escucharon varios disparos varias cuadras abajo. En el lugar mencionado fue encontrado su cadáver.

Semanas después del asesinato del agricultor y su hijo, lectores de El Diario de Hoy y personas en el extranjero les ayudaron a María y sus hijos a menguar el estado de pobreza en que quedaron por la muerte del único hombre que le ayudaba a mantener a su extensa familia.

“Yo agradezco a todas las personas que me ayudaron a mantener a mis hijos. No tengo cómo pagarles. Dios les pagará un día. Hubo otras instituciones que me prometieron muchas cosas y al final no me dieron nada”, relató María entre lágrimas.

“Dicen que ya no me van a dar ayuda de la Red Solidaria porque tengo casa”

María dice que desde hace años recibe apoyo del Gobierno, como parte de la ayuda que brinda el programa “Red Solidaria”.

Sin embargo, afirma que en los últimos meses la ayuda fue irregular. La responsable del programa en la zona le expresó hace 15 días que “ya no recibirá la ayuda del gobierno porque no calificó para el 2015 por tener casa propia”.

“La promotora me dijo que ya no apliqué para el otro año de recibir la ayuda. Sólo mi hija que tiene a cargo a su hija y a una sobrina. Yo asistí a todas las capacitaciones que nos daban y cumplí con todos los requisitos. No sé qué pasó”, expresa la viuda con un gesto de tristeza.