Imparable abuso sexual contra menores de edad

El miedo y los estigmas sociales influyen para que las víctimas no denuncien a sus agresores

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Las estadísticas reflejan que la mayoría de abusadores de infantes son padres y padrastros. foto EDH /Archivo.

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2014-11-18 8:00:00

La primera vez que una niña de 7 años, habitante de Soyapango, y un niño de 9, residente en Apopa, experimentaron un suplicio que les ha marcado la vida fue cuando su padre y padrastro, respectivamente, abusaron sexualmente de ellos.

Aunque las víctimas no se conocen, sus historias son muy parecidas: ambos vivían bajo el mismo techo que sus agresores y eso facilitó que en repetidas ocasiones los sometieran a vejámenes sexuales.

Los sujetos, según las acusaciones de la Fiscalía, se valían de amenazas para agredir a los infantes cuando sus madres estaban fuera de la casa.

En los primeros seis meses de 2014, en El Salvador fueron violadas 410 personas, con edades entre 10 y 19 años, según el Observatorio de Violencia de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (Ormusa).

Las estadísticas de la organización demuestran que el mayor número de casos se registró en La Libertad, con 77 violaciones; San Salvador, con 44 y Cabañas con 37.

Los datos de enero a marzo arrojan que en el 5.3% de casos se determinó que el agresor fue el padrastro; el 4.5% indica que fue el padre de las víctimas y en el 2.8% fue un vecino.

Mientras que el 2.3% señala que el violador fue un primo e igual porcentaje de víctimas sostiene que fue un tío.

“Esto confirma que, en el caso de la violencia sexual, el agresor está en casa o en la comunidad donde residen las víctimas, lo cual debe ser tomado en cuenta por las autoridades”, según el análisis que hace Ormusa.

El caso de la niña de Soyapango, quien actualmente tiene 19 años, quedó al descubierto porque decidió romper el silencio y denunció que su papá —un vigilante que estaba obligado a cuidarla— la violó desde que ella cursaba primer grado hasta que cumplió los 13 años.

Mientras que los abusos sexuales contra el niño de Apopa se conocieron luego de que le revelara a su padre los ultrajes a los que lo sometía la pareja de su madre, un cobrador de la Ruta 38B.

Los casos fueron judicializados y acabaron en condenas.

A finales de septiembre, el Tribunal Segundo de Sentencia de San Salvador halló culpable a José Alberto G. H. de violar a su hija y lo condenó a 42 años y 8 meses de prisión.

Unos días después, José Alexander Padilla Luna, acusado de abusar sexualmente de su hijastro, fue sentenciado a 26 años de reclusión por el Tribunal Primero de Sentencia. También fue condenado a pagarle a la víctima $2,000 como responsabilidad civil.

Estos son algunos de los casos de violación sexual contra menores de edad que no han quedado impunes porque las víctimas dejaron de lado el miedo y los estigmas sociales para delatar a sus agresores.

Sin embargo, hay cientos de historias similares que están ocultas, en donde los violadores siguen obrando impunemente.

Familiares, cómplices de agresores

Irónicamente, algunos menores de edad que han sufrido abuso sexual no solo deben soportar que su agresor sea un pariente cercano. Hay casos en los que además deben aguantar el desprecio de otros familiares que no creen cuando los niños les revelan que están siendo violados.

Eso le pasó al niño de 9 años que fue violentado por su padrastro.

Según el Ministerio Público, los padres de la víctima estaban separados desde hacía tres años y su madre tenía la custodia del infante; sin embargo, ella lo maltrataba físicamente y lo despreciaba.

La investigación señala que el niño le contó a la mujer lo que su padrastro le hacía, pero ella nunca le creyó.

Las autoridades sostienen que hay muchos casos en los que las madres u otros parientes de las víctimas se hacen cómplices de los agresores.

Un claro ejemplo de ello es una pareja de esposos de Ahuachapán, quienes en mayo pasado fueron condenados a 58 y 39 años de cárcel.

Un juez encontró culpable al padre, un vigilante, de haber violado a sus dos hijas, de 10 y 14 años, así como a una vecina, también menor de edad.

Su compañera de vida fue condenada por el delito de complicidad, ya que consintió los hechos al no denunciar al sujeto, pese a que sus hijas la pusieron al tanto de lo que les hacía.

La hija mayor de la pareja empezó a ser violada a la edad de 5 años, mientras que su hermana enfrentó ese calvario desde que tenía 8.

Vilma Vaquerano, representante de Ormusa, atribuye este comportamiento de las progenitoras de las víctimas al temor a perder la contribución económica, a que sus cónyuges las abandonen o porque las han amenazado.

“Un hombre que se atreva a violar a su hija ¿cómo no la va matar a ella o a su madre? Un hombre que viola a su hija va a seguir violando a todas su hijas, es decir a las hermanitas e incluso a sus hijos”, opina la delegada de la organización.

La situación de una menor de edad que ha sido violada se complica si producto de estos abusos queda embarazada de su agresor.

Según estadísticas del Instituto de Medicina Legal, recabados por Ormusa, en el primer trimestre de 2014, se registraron 30 embarazos en casos de violaciones.

Cuando es así, las víctimas además del trauma de haber sido abusadas, también ven truncados sus propósitos de superación porque se ven obligadas a abandonar sus estudios para dedicarse a trabajar y criar a los hijos que son fruto de la agresión sexual.

“Se han dado suicidios por casos de violación. Las víctimas no ven otra salida más que suicidarse a tener que cargar con el estigma social de una violación o de un embarazo impuesto; con un hijo no deseado, porque es producto de un hecho violencia”, dijo Vaquerano.

Hombre le lanzó a una niña $0.50 tras violarla

Muchos agresores no conformes con someter a sus víctimas las humillan y las tratan como objetos sexuales que deben estar a su disposición.

El mes pasado, Joel Gómez Nieto fue condenado a purgar 15 años de cárcel por haber violado a una niña de 12 años en Soyapango. Al igual que el resto de casos, el sujeto se valió de que la víctima estaba sola para ultrajarla sexualmente.

Según la Fiscalía, durante el proceso judicial, la víctima declaró que tras haber sido abusada sexualmente por el sujeto, este “me tiró dos coras ($0.50)”.

Las autoridades interpretaron que con ello el violador pretendía “comprar” el silencio de la niña o quitarse un poco la culpa de lo que le había hecho.

Según la agredida, ella estaba dispuesta a no denunciar al hombre porque suponía que, por ser menor de edad, nadie le creería lo que Gómez le había hecho. Fueron unos allegados de ella quienes la convencieron de lo contrario.

Mientras que la adolescente de 19 años, a quien su padre violó desde los siete hasta los 13 años, denunció que cada vez que ella necesitaba ayuda para hacer sus tareas o necesitaba dinero para sus actividades escolares, él le decía que ya sabía cómo debía pagarle.