1)Sin duda que combatir las extorsiones en primer lugar, que están ahogando y haciendo desistir a miles de pequeñas y medianas empresas, y están exigiendo a las grandes, costos que no les permiten competir. La extorsión y la renta son uno de los dos grandes obstáculos para el crecimiento económico. Por supuesto, debe mantenerse también entre las prioridades bajar la tasa de homicidios, y, quizá en tercer lugar, mantener en dimensiones manejables la narcoactividad. Contrario a lo que dicen algunos reportajes sensacionalistas y algunos informes gubernamentales, creo que El Salvador no tiene un problema prioritario de crimen organizado. Esta apreciación es crucial para centrar las estrategias y los planes.
2)Inteligencia de Estado. El titular debiera ser una persona extraordinariamente inteligente, metódica y con formación académica para la utilización óptima de diversas técnicas de investigación documental y de fuentes vivas. De preferencia, sin compromisos partidarios, para no decidir lo que se investiga, lo que no se investiga y lo que se informa en función de preferencias o lealtades políticas. Debe tener convicciones democráticas sin fisuras, para no utilizar ese aparato con fines políticos. El Ministro de Seguridad debe de ser el gran articulador. La mente maestra de la estrategia. Debe tener gran capacidad política para gestionar los consensos y los respaldos legislativos y empresariales a las políticas y a las leyes necesarias. Por tanto, debe ser alguien respetado por todos los sectores. También, de preferencia sin compromisos partidarios. El Director de Policía debe de tener don de mando. Mucha personalidad. Liderazgo. De preferencia experiencia en mando de tropa (militar debidamente retirado, no a la carrera, o exjefe guerrillero de los que en realidad fueron buenos). El Subdirector de la Policía es tan importante como el Director y debe de ser un Subdirector de Gestión que sea uno de los mejores gerentes del país; que haya manejado empresas grandes y complejas; que tenga ya reconocida experiencia.
3)Creo que el gobierno debe HABLAR directamente con los cabecillas de las pandillas, sin intermediarios. NO NEGOCIAR, sino hablar para políticas y planes de gradual desmovilización. Hacer más efectiva la represión y más efectivos los programas sociales en los asentamientos precarios urbanos de donde se incorpora la mayor cantidad de pandilleros.