Venganza o despecho rodean masacre en Opico

Desde hacía cuatro meses, la víctima de 11 años era acosada por un marero

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Algunas de las víctimas de la masacre en Opico fueron sepultados en el cementerio del cantón Lomas del Copinol, en San Juan Opico. Foto EDH / Archivo

Por Jorge Beltrán Luna sucesos@eldiariodehoy.com

2014-03-19 7:00:00

Mientras varios adultos lloraban porque se acercaba la hora de llevar hacia el cementerio los ataúdes de Cruz del Carmen Monge y su hija, Brenda, Émerson (nombre irreal) de solo siete meses, llora a gritos tal vez de sueño, tal vez de hambre porque no quiere agarrar el biberón, acostumbrado como estaba a solo beber leche de su madre.

Ayer, en el cementerio del cantón Lomas del Copinol, municipio de San Juan Opico, La Libertad, fueron sepultados los restos de Cruz del Carmen, 48 años, y Brenda, de 11, ambas asesinadas casi a la medianoche del lunes anterior.

Junto a ellas también fue asesinado Marco Tulio Morales, de 38, compañero de vida desde hacía dos años de Cruz del Carmen y padrastro de Brenda. El hombre fue enterrado en el cementerio de San Juan Opico, a la misma hora que sus dos parientes.

La masacre, cometida por dos supuestos miembros de la mara Salvatrucha no solo ha dejado dolor en la familia Monge, sino que los ha sumido más en la miseria.

Cruz del Carmen deja huérfanos a Émerson, de siete meses, a Jeny, de cuatro años, a Óscar, de siete, a una adolescente de 15 años y a una joven de 18; todos dependían económicamente de lo poco que la mujer ganaba vendiendo frutas y agua en bolsa en el centro de San Juan Opico, según explicaron familiares.

La casa donde fue cometida la masacre muestra sin tapujos la miseria en que vivía la familia Monge. Algunas paredes de adobe sin repello, otras de plástico negro, piso de tierra y varias viejas camas de madera y petate reflejan cómo vivía esa familia, en el cantón Lomas del Copinol un lugar tranquilo al decir de muchos.

Relato de un testigo

El número de asesinados de la familia Monge pudo ser mayor. La habilidad de un joven para escabullirse de su cuarto y la valentía o habilidad de una joven (ambos hijos de Cruz del Carmen) para esconderse tras un barril los salvó de una muerte segura.

Esperanza, como llamaremos a la testigo, relató a ayer a El Diario de Hoy, cómo durante 30 minutos tuvo que escuchar cómo dos lugareños abusaban sexualmente de su madre y hermana menor.

Esperanza cuenta que toda su familia se encerró temprano para dormir. Ella se quedó en el corredor sobre una hamaca hablando por teléfono hasta pasadas las once de la noche.

Así que acabó la conversación, Esperanza bebió un poco de agua y se encerró en su cuarto, un espacio con un plástico como ventana y una puerta asegurada solo con un cordel. La pobreza de su familia no daba para poner una chapa o pasador y menos una ventana. Pero la tranquilidad del cantón menguaba la inseguridad.

A los pocos minutos de haber apagado la luz, vio que desde afuera alumbraban hacia el techo de la casa. Se levantó de la cama y se puso cerca de la puerta y con sigilo la entreabrió.

Fue en ese instante en que vio a dos hombres que irrumpían en la habitación central, donde dormían su madre, su padrastro, Brenda y otros tres de sus hermanos, de siete meses, cuatro y siete años.

Los dos hombres gritaban que llegaban a matarlos. En un santiamén, Esperanza logró esconderse tras un barril que estaba a un paso de la puerta de su cuarto. Varios trapos sucios y un racimo de guineos le sirvieron para camuflarse.

De repente, vio que su hermano salió corriendo del cuarto donde dormía. Uno de los matones salió tras él. Esperanza escuchó tres disparos, a los pocos segundos, el matón regresó a la habitación donde tenían sometidos los dos adultos y a Brenda.

El mismo hombre que siguió a su hermano se metió al cuarto de Esperanza, alumbró por todos lados pero no descubrió a la joven.

Tras eso, regresó a la habitación. Brenda gritaba mientras la abusaban al igual que a la madre. Esta suplicaba por ella y por su hija… Por todos. Pedía que no los mataran.

Pero los dos hombres les gritaban que a eso los habían mandado.

Mientras tanto, Émerson, el niño de siete meses lloraba. Eso hizo enojar a uno de los asesinos quien le gritaba a Óscar, un niño de siete años, que lo callara. Pero Émerson seguía llorando a gritos. Eso hizo que el asesino golpeara a Óscar. Le dio en una pierna con el plan de un machete, según contó ayer el mismo infante. Tras el golpe, Óscar sumó su llanto.

Aproximadamente media hora después de haber llegado, Esperanza escucho un sinnúmero de disparos. Luego vio a los dos hombres, a José y al Chino, salir de prisa, cada cual por su lado. El Chino salió cojeando, rumbo a la calle principal del cantón.

Dos posibles motivos

La familia Monge cree que la masacre fue cometida en represalia porque Brenda no quiso acceder a una relación sentimental con Víctor Andrés S., de 23 años, alias El Chino, quien recién llegó al cantón, deportado de Estados Unidos.

Este hombre comenzó a acosar a Brenda desde hace unos cuatro meses. El acoso era intenso, relatan parientes de las víctimas.

Sin embargo, entre la familia Monge y una familia Aguilar, ya habían problemas que datan desde el 27 de mayo de 2013, cuando Karen Marisol Aguilar, de 15 años, desapareció y hasta la fecha no ha sido hallada ni viva ni muerta.

Varios miembros de la familia de Karen Marisol aseguran que la adolescente fue sonsacada por una hija de Cruz del Carmen con quien supuestamente irían a bañarse a una poza. Pero ese mismo 7 de mayo, hubo gente que vio a Karen Marisol en la ciudad de San Juan Opico junto a la hija de la mujer asesinada el lunes.

“Nosotros no sabemos nada, ni por qué fue (la masacre). Tal vez los muchachos ya sentían algo por la muchacha desaparecida (Karen Marisol) pero lo malo es que quienes pagaron no debían nada”, afirmó ayer un pariente de El Chino, quien está capturado como sospechoso de cometer la masacre.

De José, el otro señalado por el testigo, varios lugareños dijeron que lo habían visto con aparente tranquilidad en el cantón San Pedro, adyacente a Lomas del Copinol.