Cuando el reloj marcaba las dos de la madrugada, Gloria Bautista López, inició la jornada diaria en su vivienda ubicada en Ciudad Arce, La Libertad.
No era un día común y corriente, ya que debía preparar a su hija Ivone, de cinco años, con el vestido de india que le había comprado una semana antes.
“Teníamos que estar listas a las 4 de la mañana para abordar el primer bus que nos dejaría en la Ceiba de Guadalupe, ya que teníamos que hacer la peregrinación hacia la santísima Virgen”, dice Gloria, mientras hace fila bajo el sol de la mañana.
Esta rutina la ha repetido desde hace 35 años, desde que su madre hizo una promesa religiosa de asistir cada año a visitar a la Virgen.
Al igual que Gloria, cada 12 de diciembre, miles de feligreses católicos, devotos de la Virgen de Guadalupe, realizan las peregrinaciones hacia la Basílica, para honrar los milagros recibidos por la Guadalupana.
Imágenes religiosas, escapularios, camisetas, cruces, rosarios y rosas, eran comercializados en los alrededores de la iglesia.
“No olvide comprar las rosas para la virgencita y lleve de recuerdo una camiseta con la guadalupana, se los vamos a dar a dólar”, gritaba efusivamente una vendedora, mientras varias personas la rodeaban para comprar.
En la entrada de la iglesia había estricta seguridad de la Policía Nacional Civil y del Cuerpo de Agentes Metropolitanos de Antiguo Cuscatlan. Además, un sacerdote que rociaba agua bendita a todos los feligreses.
En el lugar no podían faltar los tradicionales puestos de pupusas, churros españoles, dulces, minutas y ventas de agua en bolsa. Incluso, en los alrededores de la iglesia había una pareja de dibujantes que por el precio de tres dólares hacían retratos a los interesados.
“Este año ha estado más lleno que en otras ocasiones. Ahora me he tardado tres horas y media en llegar al altar, pero todo el esfuerzo valió la pena, ya que siempre hay que honrar las promesas que se le hacen a la Virgen”, dice Mirian Méndez, originaria de Mariona, en Mejicanos.
Según el relato Guadalupano, en México, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el obispo Juan de Zumárraga, llevando en su manto varios ramos de rosas. Según las indicaciones de la Virgen, el campesino desplegó el manto ante el obispo dejando al descubierto la imagen de la Guadalupana, morena y con rasgos mestizos. Las apariciones marianas tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la ultima el 12 de diciembre de ese mismo año.
En el interior del país también se honró a la Virgen.
La feligresía católica de la iglesia Guadalupe de Santa Ana, también participó en los actos conmemorativos. Cientos de santanecos acudieron al atrio de la iglesia para unirse a las diferentes actividades que se desarrollaron, entre ellas la quema de pólvora, una serenata y la misa.
La celebración del día de la Virgen de Guadalupe en esta parroquia culminó en horas de la tarde con una procesión por las calles aledañas.
En Ahuachapán también cientos de feligreses participaron en la celebración.
Niños vestidos de indios recorrieron las principales calles de la ciudad, acompañando la procesión.
Debido a los trabajos que realiza el Fovial en la carretera Panamericana, a la altura de la Basílica, era difícil movilizarse en autobús o en automóvil. Aunque existía presencia policial, la situación no mejoró para los conductores.
Los microbuses y los buseros contribuían al desorden, realizando paradas no autorizadas, para subir o bajar pasajeros.
Sin embargo, estos inconvenientes no fueron obstáculo para que los católicos veneraran a la Guadalupana. Muchos feligreses lo hacían en taxis, pero tenían el inconveniente que la tarifa era más elevada que de costumbre, ya que les argumentan que debían cobrar un poco más por los congestionamientos que se originan en la zona.