Piernas y brazos de plomo son una muestra de la religiosidad

b La profunda fe en la patrona hace que muchos pidan sanidad y, al recibir un milagro, cuelgan piezas metálicas en su vestido

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Los denominados "milagritos" son retirados del vestido de la Reina de la Paz, para evitar que su peso lo dañen, pero son guardados como muestra de devoción. Foto EDH / Francisco Torres

Por Francisco Torres comunidades@eldiariodehoy.com

2013-11-16 8:00:00

No solo la enorme concurrencia de feligreses en la procesión de la Reina de la Paz, la tarde del 21 de noviembre, sirve para medir la masiva devoción y la profunda fe que los católicos de San Miguel y de toda la zona oriental tiene en su patrona.

Durante todo el año miles de feligreses llegan hasta el altar de esta advocación de la Virgen María, para pedir su intercesión ante alguna necesidad o solo para dejar rosas a sus pies.

Un hecho muy singular son los popularmente conocidos como “milagritos”.

Se trata de diminutas figuras del cuerpo humano hechas de metal, por lo general plomo, que simbolizan favores recibidos gracias a la intercesión de la Reina de la Paz.

Los cuelgan en el vestido y según el sacerdote Emilio Rivas es una muestra de religiosidad popular, pero sobre todo de agradecimiento.

María Méndez, una devota, dijo que ella colocó hace tres años la figura de una pierna porque su esposo diabético tenía una seria complicación y los médicos habían recomendado una amputación.

La cirugía no fue necesaria, dice, porque “la Reina de la Paz se apiadó de él”.

Entonces esa figurita metálica no solo simboliza su fe en la patrona, sino, las esperanzas que toda su familia puso en ella para lograr la sanidad.

Rivas dice que son cientos de estas imágenes que los católicos cuelgan en las orillas del vestido de la patrona cada año, pero aseguró que los sacristanes tienen que retirarlas para evitar que su peso dañe la indumentaria.

Al peso de las figuras se suma el hecho de que cientos de feligreses desfilan a diario por el altar mayor y es costumbre que cuando alguien llega a los pies de la imagen toquen su vestido para luego persignarse, lo que también desgasta el vestuario de la Reina de la Paz.

El altar, además siempre está lleno de flores, en su mayoría rosas.

La angustia

Desde la década de los ochenta se volvió común que católicos angustiados llegaran hasta el altar de la patrona a pedir por sus familiares que, ilegales, migraban hacia los Estados Unidos.

A menudo esos rezos también iban acompañados con fotografías del migrante, que los feligreses dejaban prendidos en las faldas de la patrona.

Esta práctica de colocar fotografías aún se mantiene, pero con otra angustia: la de no saber nada sobre un ser querido.

Hasta el pie del altar llegan retratos de personas, jóvenes en su mayoría, que desaparecieron sin dejar pistas de sus paraderos.

Sus parientes temen lo peor, pero en medio de esa desolación tiene una fe profunda que los conforta.

Eso dice Edenilson, un joven que hace tres meses no sabe nada de su hermano. “Pensar en que ella nos hará el milagro de devolvernos a mi hermano sano y salvo es lo único que nos ha tenido firmes”, aseguró.

En esta fe Rivas identifica un amor sin comparación.

Con la misma esperanza Soledad Maldonado, de 60 años acude con frecuencia a escuchar la misa.

No regresa tranquila a casa si no le reza un Ave María a la patrona y si no se persigna tras tocar su vestido.

Maldonado dice que esa es la fe que sus abuelos le transmitieron y que ahora le toca a ella trasladar sus nietos. “A mis hijos también les enseñé que tienen que ser agradecidos con Dios y con la Reina de la Paz, que es nuestra madre”, sostiene.

Asegura que junto a su familia no se pierden la procesión, por devoción y amor.