Inicia una nueva era para América

Después de 53 años de distanciamiento, EE. UU. y Cuba sellaron un histórico encuentro protagonizado por Barack Obama y Raúl Castro

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elsalvador.com

Por Mario González/Agencias Editor Subjefe de El Diario de Hoy, Enviado especial a Panamá

2015-04-11 9:00:00

Por primera vez en más de 50 años, un presidente de Estados Unidos y otro de Cuba hablaron cara a cara en una reunión. Un hecho histórico que abre una nueva era para el continente.

Más allá del apretón de manos entre los mandatarios de ambos países, que todos esperaban en la VII Cumbre de las Américas, lo clave eran los mensajes que se lanzarían tras la normalización de lazos diplomáticos en diciembre del año pasado.

Durante la histórica reunión que tuvieron ayer el presidente cubano, Raúl Castro, con su homólogo estadounidense, Barack Obama, Castro afirmó que Cuba está “dispuesta” a hablar de todos los temas en el proceso bilateral y se refirió a la discusión de asuntos sensibles como los derechos humanos y la libertad de prensa.

“Estamos dispuestos a hablar de todo, pero con paciencia”, dijo. “Con algunas cosas estaremos de acuerdo, con otras no”. Y nada es estático, agregó, señalando que los desacuerdos de hoy pudieran convertirse en áreas de acuerdo mañana.

Al afirmar que los dos países tienen que dialogar “con mucho respeto”, el mandatario cubano reconoció que existen “muchas diferencias” entre uno y otro Gobierno.

Por su parte, Obama externó “creo que era hora de probar algo nuevo, que era importante para nosotros acercarnos al gobierno cubano; y más importante, al pueblo cubano”, dijo el presidente.

Es una reunión “histórica”, admitió el propio Obama, quien reconoció también que la historia entre los dos países es “complicada”.

“Ahora estamos en condiciones de avanzar en el camino hacia el futuro”, subrayó el presidente estadounidense.

“Con el tiempo es posible que podamos pasar página y desarrollar una nueva relación entre nuestros dos países”, subrayó Obama.

La esperada reunión, la primera entre dos presidentes de ambos países en más de medio siglo, se realizó en una pequeña sala dentro del Centro de Convenciones Atlapa de Panamá, donde se ha celebrado la cumbre con la presencia de los 35 países del continente y de Cuba por primera vez.

Obama y Castro estaban sentados uno al lado del otro, en un formato similar al que se usa cuando el mandatario estadounidense recibe a un presidente extranjero en el Despacho Oval.

La histórica reunión duró una hora y veinte minutos y fue “productiva”, según informó el canciller cubano, Bruno Rodríguez.

“Los presidentes analizaron los progresos alcanzados desde los anuncios del 17 de diciembre y coincidieron en la importancia de continuar trabajando con el objetivo de conformar el contexto apropiado para proceder a restablecer las relaciones diplomáticas y abrir embajadas en los respectivos países”, dijo Rodríguez en una conferencia de prensa.

En su cara a cara con Obama, el presidente cubano le dijo que para avanzar en la normalización total de relaciones es “esencial” el levantamiento del bloqueo.

Cuba considera que las medidas que adoptó Obama en enero para flexiblizar el embargo “son un paso en la dirección correcta”, pero Cuba las ve aún muy limitadas y espera que el presidente de EE. UU. las amplíe y adopte otras nuevas, dijo el canciller.

Sobre la apertura de embajadas, aún sin fecha, el ministro Rodríguez destacó que Cuba no ha puesto ninguna condición, pero para la isla es “importante” que se resuelva de manera justa su salida de la lista de países patrocinadores de terrorismo, así como el problema de la falta de servicios bancarios a su sección de intereses en Washington.

Elogios de Castro a Obama

Antes de la histórica reunión entre Obama y Castro, ambos tuvieron discursos durante la plenaria de la cumbre.

Un Castro inusualmente bromista, que por primera vez participaba en una Cumbre de las Américas, elogió al presidente estadounidense.

Castro inició su discurso con la aclaración de que con la venia del anfitrión, el presidente panameño Juan Carlos Varela, hablaría más del tiempo asignado a cada gobernante.

“Hice un gran esfuerzo junto con mi canciller de reducirlo a ocho minutos y como me deben seis cumbres que me excluyeron, seis por ocho 48”, bromeó antes de comenzar a hablar el gobernante, quien al final se extendió por 49 minutos.

Castro excluyó a Obama de sus denuncias antiestadounidenses y expresó que es un hombre “honesto”.

“Pido disculpas incluso al presidente Obama y a otros presentes en esta actividad por expresarme así, yo a él mismo le dije que a mí la pasión se me sale por los poros cuando de la revolución se trata”, comentó Castro.

“Le pido disculpa porque el presidente Obama no tiene responsabilidad con nada de esto”, agregó.

Pero mientras eso sucedía, tanto cubanos en La Habana y otros que viajaron a Panamá, así como políticos estadounidenses opinaban sobre el hecho histórico que pasaba ante sus ojos.

“Raúl le está dando un mensaje a los recalcitrantes cubanos, a los que tal vez no estén de acuerdo con él. Les está diciendo que asume su posición de diálogo con EE. UU. y que no hay marcha atrás por más que algunos en Cuba no quieran ese cambio”, opinó Pedro Diago, un pintor de 61 años, en la isla.

En cambio, la disidente cubana Rosa María Payá, quien llegó a Panamá, expresó a El Diario de Hoy que saludaba los avances en la nueva relación de Cuba y EE. UU., pero aún falta. (Ver nota aparte).

Entre tanto, algunos políticos republicanos criticaron a Obama por su nueva política hacia la isla.

El exgobernador de Florida Jeb Bush criticó que el presidente le diera la mano a Castro, a quien calificó de “cruel dictador”.

Y el senador estadounidense de origen cubano Marco Rubio calificó de “ridícula” la posible salida de Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo y la atribuyó a que, a su juicio, el presidente Obama está empeñado en dejar un “legado”.

Pero mientras Obama y Castro allanan el camino hacia una nueva era en América con el deshielo entre EE. UU. y Cuba, países como Venezuela, Ecuador, Argentina, Bolivia y Nicaragua mantuvieron un discurso antiestadounidense.