La incertidumbre sobre el destino de 43 estudiantes normalistas “desaparecidos” y la participación del Ejército en la seguridad pública, como último recurso contra la criminalidad, dominan las conversaciones y los debates de los mexicanos.
Aunque también se habla de las tradiciones del Día de Difuntos, hay consternación y desconfianza hacia las autoridades por el nulo resultado de las investigaciones.
Todo se inició el 26 y 27 de septiembre, cuando agentes de la policía de Iguala estado Guerrero (sur de México) dispararon contra los autobuses donde se trasladaban los estudiantes normalistas, hecho que dejó a seis personas muertas (una con signos de tortura) y 17 heridas, además de 58 estudiantes desaparecidos, de los cuales 15 aparecieron, uno de ellos muerto.
A diario se convocan protestas en las calles, mientras en los transportes, los taxis, los restaurantes y las vías públicas el tema de conversación es el caso de los normalistas, el cual se atribuye a narcos enquistados en el poder y a una conspiración de silencio infranqueable.