Alarcón no era “santo de devoción” de Raúl Castro

Dos cubanos esbozan las razones del dictador para expulsar del PCC a aliado de Fidel

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elsalvador.com

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2013-07-13 9:00:00

“Ricardo Alarcón siempre fue un hombre de Fidel Castro, pero nunca santo de la devoción de Raúl Castro y sus generales”.

Así lo resumió el economista de origen cubano, Eugenio Yáñez, quien reside en Miami, en un artículo escrito en diciembre del año pasado titulado: Ricardo Alarcón, el último “fidelista” en desgracia, en el sitio web cubaencuentro.com.

El autor cuenta que “muchos lo consideraban en la cúpula del poder, junto a Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, porque Fidel Castro los había mencionado… como eventuales relevos de los “históricos”, pero que para el actual presidente cubano “no eran más que capataces desechables”.

Alarcón era el único superviviente político de los tres, ya que “los otros dos, aficionados a las mieles del poder, quedaron fuera del juego en 2009”, recuerda Yánez.

Alarcón, un dirigente histórico de la revolución cubana, fue relevado de sus funciones como miembro del Comité Central del Partido de Cuba y del Buró Político el pasado 3 de julio.

La decisión fue tomada durante una reunión del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) presidida por Raúl Castro.

Para hacerlo argumentaron una regla del PCC según la cual, “los miembros del comité del Partido deben presentar su renuncia cuando consideren que dejaron de existir razones para las cuales fueron elegidos sin que ello constituya un demérito o una actitud reprochable. Si ello no ocurre, el organismo del Partido correspondiente adoptara la decisión que considere conveniente”.

La expulsión de Alarcón se veía venir desde que fue hecha pública la lista de candidatos a diputados para las elecciones de febrero de este año, en la cual no fue incluido.

Pero Yánez relata que el problema entre Castro y Alarcón “no es de ahora, sino de siempre”, porque “Alarcón era desde 1959 un “burguesito” a los ojos de los comandantes guerrilleros, alguien sin callos en las manos, hablando con educación y moviéndose en el terreno de las relaciones exteriores, mientras los “guardias” se llenaban de hambre y fango en las trincheras y se jugaban la vida en guerrillas latinoamericanas y campañas africanas”.

El economista escribe que “mientras Fidel Castro controló el poder absoluto nadie cuestionó a Alarcón”, quien ocupó cargos de suma importancia para el régimen cubano tanto en la isla como en el extranjero.

“El paraguas protector de Fidel Castro le dio seguridad e impunidad…”, dice Yánez, quien opina que Castro es de los que “sabe esperar” y advirtió que “habrá que estar atentos a las palabras de despedida de Raúl Castro a Alarcón”.

Y esas palabras fueron: “Por esa puerta se entra y por esa puerta se sale, sin que constituya ningún demérito”, dijo al dar la noticia de la salida de Alarcón de la cúpula del Partido Comunista.

Desde que Raúl Castro asumió el poder que le cedió su hermano, las cosas fueron cambiando.

Empezó por reorganizar y definir las funciones del Poder Popular y las relaciones entre el gobierno central y los gobiernos locales. Delegó parte de esas tareas, que le competían a Alarcón como Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, al General de División Leonardo Andollo, segundo Jefe del Estado Mayor General de las FAR y también segundo de la Comisión de Implementación de los acuerdos del Sexto Congreso del Partido.

Además comenzó a hacer reformas migratorias y económicas al ver que para el gobierno su sistema socialista se vuelve insostenible (leer nota aparte).

No era comunista nato

Otro que esboza las razones de Raúl Castro para expulsar a Alarcón del PCC es Alberto Müller, escritor y periodista cubano, quien escribió en su blog el pasado 5 de julio la trayectoria de Alarcón dentro del Partido Comunista y destaca que era un comunista sin serlo “para disfrutar de los beneficios del poder para todo el resto de su vida”.

Para el escritor y periodista cubano, “a Ricardo Alarcón se le recordará por su incondicionalidad a las decisiones de Fidel Castro, no importa si eran desacertadas, abusivas o desafortunadas”.

“Alarcón se va excluido del Comité Central, conjuntamente con otros fieles a Fidel Castro que ya no caben en la mentalidad más organizada y menos corrupta de Raúl Castro, como el médico José Miyar Barruecos, quien fue secretario de Fidel Castro durante dos décadas…”, escribe Müller.

Además de ellos fueron expulsados Orlando Lugo Fonte, miembro del Consejo de Estado desde 1986; Misael Enamorado Dáger, uno de los siete miembros del secretariado general del partido desde 1991; y Liudmila Alamo Dueñas, la más joven del grupo y primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas desde 2009, resume el escritor.

“Todos cuadros políticos que respondían a Fidel Castro ciegamente”, acota.

Luego se remonta a que Alarcón llegó a ser considerado uno de los hombres más fuerte de Cub; sin embargo, fue reemplazado en la presidencia de la Asamblea Nacional por Esteban Lazo Hernández, diputado desde 1981 y vicepresidente del Consejo de Estado desde 1992.

Para Müller la salida de Alarcón fue una “expulsión anunciada”, desde que Raúl Castro decidió no incluirlo en la lista de candidatos para los comicios legislativos.

El periódico estatal Granma anunció en su edición del 3 de julio que la expulsión de Alarcón del PCC “constituye un proceso natural”.

Müller considera que Alarcón es “un hombre atormentado por su debilidad, su desorganización, su melancolía espontánea” y que “se va expulsado sin pena ni glorias”.

Otros contemporáneos de Alarcón que salieron por la misma puerta cuatro años atrás fueron Carlos Lage, quien fungía como vicepresidente de Cuba y Felipe Pérez Roque, exministro de exteriores.

A ambos Fidel Castro los llamó “indignos”. “La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno”, les dijo el expresidente en aquella ocasión. Esas fueron de las primeras purgas de Raúl a la que siguió Alarcón.