“No abandono la Cruz… sigo al Señor”

Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, deja hoy el papado, en un hecho inédito desde hace 600 años, para retirarse a la vida contemplativa

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elsalvador.com

Por Jaime García Oriani Corresponsal en El Vaticano, con aportes de Orsy Campos y Mario González.

2013-02-27 7:50:00

Cuando Benedicto XVI entre a la residencia vaticana de Castel Gandolfo, este jueves, comenzará un capítulo de su existencia quizá como siempre lo quiso: una vida contemplativa lejos del mundo, dedicado a la oración y al estudio.

La vida monástica parece que siempre apasionó a Joseph Ratzinger, cuya vocación fue influenciada por los monjes benedictinos de Alemania, su tierra natal. De allí eligió su nombre como Papa: Benedicto, como Benito de Nursia, el santo que fomentó la vida monacal con su famosa Regla para la virtud.

Desde ese momento se convertirá en un Papa emérito, una figura no vista en 600 años, pero, como él lo dijo el domingo, seguirá sirviendo a la Iglesia desde esa trinchera espiritual conectada con el mundo celeste al que aspiran los creyentes.

Aunque ha dicho que “no se retira a la vida privada”, atrás queda la vida entre los líderes del planeta, los encuentros multitudinarios desde la Plaza de San Pedro que lo llevaron hasta Latinoamérica y las audiencias excátedra sobre los grandes temas de la fe, agendas que llevó con mucho dominio y rigor pese a que siempre se le consideró inclinado a lo sencillo y reservado como vino al mundo Marktl am Inn, Baviera, Alemania, el 16 de abril de 1927.

“Mi decisión de renunciar al ministerio petrino no revoca la decisión que tomé el 19 de abril de 2005 (cuando fue elegido papa). No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, conferencias, etc. No abandono la Cruz, sigo de una nueva manera con el Señor Crucificado. Sigo a su servicio en el recinto de San Pedro”, declaró ante más de 150 mil fieles que colmaron la última audiencia papal de los miércoles en la Plaza de San Pedro.

Benedicto XVI recuerda que tuvo momentos de alegría, pero también tiempos “difíciles”, tal vez pensando en los grandes problemas del mundo, pero también a una Iglesia afligida por las denuncias de sacerdotes pederastas o fustigada por no admitir mujeres ni homosexuales para el sacerdocio.

“El Señor nos ha dado muchos días de sol y ligera brisa, días en los que la pesca fue abundante, pero también momentos en los que las aguas estuvieron muy agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia y el Señor parecía dormir”, afirmó el papa durante su última audiencia como pontífice.

La hora cero

Cuando en San Salvador el reloj marque la 1:00 de la tarde, en Roma serán las 8:00 de la noche, la hora exacta cuando el papa Benedicto XVI dejará de ser la cabeza de la Iglesia Católica y el líder espiritual de más de mil millones de fieles alrededor del mundo.

A partir de ese momento pasará a la historia como el séptimo papa que renuncia, después de Gregorio XII, el último pontífice en abdicar en 1415.

Es así como el papa Benedicto XVI cumplirá su anuncio considerado sorpresivo, realizado el 11 de febrero de 2013: “He llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecuan por más tiempo al ejercicio del ministerio petrino. Con total libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma y sucesor de Pedro”.

Aunque la decisión de Benedicto XVI tomó por sorpresa al mundo católico, fue el resultado de una profunda reflexión, en la que hacen eco sus palabras en su mensaje de investidura: “Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él”.

Joseph Ratzinger residirá en el convento de Mater Ecclesiae, detrás de la Basílica de San Pedro, donde planea vivir por el resto de su vida. Allí mantendrá sus prerrogativas como Papa emérito (retirado) y puede administrar sacramentos en cualquier parte del mundo sin pedir permiso a nadie. Además mantendrá su nombre, Benedicto XVI, y ostentará el título de papa o pontífice emérito, obispo emérito de Roma, con el tratamiento de Su Santidad.

Benedicto XVI dijo que se ha sentido como San Pedro con los Apóstoles en la barca en el lago de Galilea y que siempre ha sido sabido que en esa barca está el Señor.

“Y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino Suya y no la deja hundirse. Es Él quien la conduce, por supuesto, a través de los hombres que ha elegido. Esta es una certeza que nada puede ofuscar y es por ello que mi corazón está lleno de agradecimiento a Dios, porque no me ha hecho faltar a toda la Iglesia y también su consuelo, su luz y su amor”, afirmó.