“Mi mamá me regaló un carrito de juguete y no volvió”

Carlos cruzó la frontera para estar con sus padres de nuevo, ahora es el único sin permiso para residir en Estados Unidos. Autoridades estadounidenses quieren deportarlo.

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Mi mamá me regaló un carrito de juguete y no volvió

Por Tomado del Boston Globe

2014-09-27 12:30:00

Tras los terremotos de El Salvador en 2001, el gobierno estadounidense dio a Carlos y a los salvadoreños como él permisos de trabajo y una razón para quedarse en el país renovando esos papeles año tras año.

Ahora, la misma agencia federal que le dio a Carlos permiso para quedarse planea deportar a su hijo adolescente.

El chico, también llamado Carlos, fue atrapado cruzando la frontera sur tras supuestamente huir de la violencia de las pandillas en El Salvador en 2012, muy tarde para aplicar al mismo permiso que se le dio a sus padres.

Él es el único miembro de su familia sin permiso, pero los funcionarios se han negado en repetidas ocasiones a detener su deportación.

“Es una sentencia de muerte”, dice su padre.

En el caos que siguió a la crisis fronteriza del pasado verano, cuando miles de niños de Centroamérica entraron al país, abogados descubrieron una extraña ironía en el sistema de inmigración: se están deportando hijos de padres con permiso para residir en el país.

“No hay ángulo por el que se le pueda ver sentido a esta situación”, dijo la abogada de la familia, Kira Gagarin.

Las oficinas de inmigración se negaron a comentar el caso de Carlos, alegando términos de privacidad, pero dijeron que sus prioridades para la deportación incluye extranjeros que recientemente cruzaron la frontera de forma ilegal, como los niños.

“Las decisiones están basadas en los méritos de cada caso, la información que se provee a la agencia y la totalidad de las circunstancias”, dijo el portavoz del ICE, Khaalid Walls.

Los padres de Carlos están en Estados Unidos legalmente amparados en el TPS.

El estatus temporal permite a los inmigrantes quedarse en Estados Unidos, pero no los autoriza a traer a sus hijos.

Funcionarios dijeron que no están rastreando cuántos menores recién llegados tienen padres con TPS, pero se dice que podrían haber miles de jóvenes en esa situación.

La mayoría adolescentes como Carlos, con la edad suficiente para tener un padre con el permiso.

Una infancia sin padres

En El Salvador, el pequeño Carlos pasó la mayor parte de su vida sin sus progenitores.

Su papá dejó el país en 1999. Entonces, el delgado hombre de 25 años ganaba un pequeño sueldo en Sonsonate. Carlos dijo que luchó con la decisión de cruzar la frontera ilegalmente. Había abandonado la escuela para trabajar, y él quería más para su hijo, en ese tiempo de 3 años.

Un año después, la madre de Carlos, Francisca, lo siguió, cuando no logró encontrar trabajo en El Salvador con su título como maestra. Dejó a Carlos con sus padres y no le pudo decir adiós.

Ella le regaló un carrito de juguete y le dijo que iba a la ciudad.

“Ella no volvió”, dice Carlos, ahora de 17 años. Junto a él, su madre llora.

“Pensé que podríamos volver por él”, dice Alvarado, “si no enviábamos por él”.

Cada año mantenían la esperanza de reunirse permanentemente. Una propuesta de inmigración, favoreciendo la ciudadanía para inmigrantes, llegó al Congreso; mientras Carlos aplicaba a una visa en El Salvador, que le fue negada.

En Estados Unidos, la pareja tuvo tres hijos más. Carlos trabajaba como conductor de camiones, mientras que su compañera hacía sándwiches en un restaurante cerca de la corte de inmigración de Boston. Cada 18 meses renovaban su permiso temporal.

Francisca visitó a Carlos varias veces en El Salvador, y le llevó una computadora en 2012 para que pudiera conocer a su padre vía Skype. Durante sus visitas, ella notó que el miedo de Carlos de salir a la calle aumentaba.

Hace cuatro años, pandilleros habrían asesinado a un compañero del equipo de fútbol de Carlos, que luego se desintegró. En esa misma época, Carlos jugaba en la calle cuando hombres en un carro negro lanzaron en una esquina a dos mujeres jóvenes, sangrando, heridas con armas blancas.

En contra de sus padres, Carlos decidió dejar el país en 2012. “Vine por mi futuro”, dijo Carlos, quien cruzó la frontera cuando tenía 15 años. Cumple 18 años este mes. “Quiero un futuro, quiero estudiar”.

Desde que llegó, Carlos ha aspirado a ser un estudiante modelo, alcanzando premios que planea mostrar al juzgado el próximo año. Él saca A en sus calificaciones y sueña con estudiar ingeniería en la universidad.

Pero sus padres y el abogado están preocupados. Gararin dijo que la sorprendería si autoridades rechazan el caso de Carlos, a pesar de que en 2011 se estableció dar a menores consideraciones especiales.

“No están siguiendo su propia política”, dijo Gagarin. “No puedo imaginarme cómo este chico sin récord criminal, que es buen estudiante y trabaja duro, que tiene a su familia aquí, es elegible para deportarción”.

Su audiencia de deportación está programada para abril en Boston.