EL MITO, CUESTI??N DE FALSEDAD Y ENGA??O

"Me dopé por arrogancia y por mi instinto insaciable de victoria", dijo Lance Armstrong para justificar su caída, la misma que representa el fracaso de alguien irreal

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El kilómetro 30 y medio, conocido como El Papaturro, es el testigo silencioso de múltiples accidentes de tránsito.

Por Texto: Juan José Morales Fotografías: El Diario de Hoy

2013-01-26 8:00:00

En su autobiografía “Mi vuelta a la vida” Lance Armstrong habla poco de sus progenitores. Reconoce que de ellos obtuvo genes de campeón, pero se deshace en halagos hacia su padre adoptivo, quien le regaló ese célebre apellido, otrora sinónimo de conquistas y exploraciones espaciales. Y en más de una ocasión, en esos párrafos de bestseller, se justifica: “soy rebelde, me gusta estar al límite y no entiendo jugar en equipo”. Así nació la leyenda: siendo niño, en una BMX, recorriendo rústicas pistas en Texas. Ya nada lo detendría porque el tenía un plan. Y lo cumplió.

Pero, ¿cómo muere el mito después de una “carrera” que le hizo creer al mundo que estaba frente al más grande de todos los tiempos? Respondiendo con monosílabos las preguntas de Oprah Winfrey para legitimar una historia empapada en eritropoyetina (EPA), testosterona y transfusiones sanguíneas para mejorar el rendimiento de esa irreal carrera en la que el trazó su propia ruta.

Así, hay que reflexionar que el éxito en la sociedad moderna parece estar limitado a lo que una minoría refleja a través de múltiples fuentes de referencia. Ya sean estrellas de la música, actores, deportistas, ilusionistas o cómicos es interesante comprender como, a pesar de que hay un fuerte componente de relativismo en este aspecto, todos buscan “verse en otros” para no fracasar. Es un principio de vida fundamental para construir identidad, satisfacción y aceptación.

Siendo concreto, en el caso de Lance Armstrong hay una perspectiva en común. Todo es engaño y justificación. Desde el análisis psicológico se puede decir que el efecto de bola de nieve lo acompañó durante sus casi 25 años de vida profesional, porque tuvo que tejer un entramado que lo catapultó y, paradójicamente, lo soterró hasta perder los siete tours de Francia que “lo inmortalizaron”.

Pero al revisar las respuestas del exciclista, él defiende el dopaje como una circunstancia de la época, un brazo de “las reglas del juego”. En otras palabras, lo acuña como parte de la cultura de su generación, aunque aclara que nunca hubo órdenes a otros colegas porque estos decidieron no estar necesariamente dentro de la elite del deporte.

Para la psicóloga Dina Semsch este punto le permitió al tejano argumentar el carácter de una decisión y encontró legitimidad en su entorno inmediato para poder crear una zona donde todo estaba en un lugar que le permitía construir su propia versión de superhombre.

“Armstrong representa la típica idea del éxito donde el fin justifica los medios y los ideales son fácilmente manipulables. Es sin duda un planteamiento cínico y que tanto a él, como a millones de personas les resuelve todos los días muchas decisiones complicadas o complejas”, explicó la especialista.

El otro elemento fundamental para comprender una caída de esta naturaleza tiene que ver con la mitificación, porque incluso se llega a creer que estos referentes sociales son “superhombres”. En palabras de Semsch, el mundo está dispuesto a aceptar todo y tener poco criterio, un problema actual que tiene que ver con la educación y las aspiraciones de los individuos.

“Hay demasiada mediocridad, como que la gente está a gusto con la falsedad y evita comprender lo auténtico, valorarlo, estimularlo e imitarlo”, agregó.

Durante la entrevista, Armstrong no pudo evitar ser arrogante, como él mismo reconoció a Winfrey, y pese a que no tuvo ningún reparo en disculparse con todos aquellos a los que había defraudado y mentido (su familia, sus compañeros de equipo, los periodistas, los aficionados…) la sensación que transmitió es la de tener la conciencia muy tranquila.

Este comportamiento es parte de la falsedad, según lo analiza la psicóloga. Ella lo compara como con una coraza que usan muchos individuos para disimular situaciones de inferioridad o superioridad en torno a la ambición.

“Lo de Armstrong es algo morboso, porque todos en más de alguna ocasión fingimos. Y por eso es que la noticia levanta tanto polvo, porque permite mostrar nuestras debilidades sin estar expuestos , ya que al ver caer los mitos se reduce la carga del fracaso”, contrastó.

Aterrizando en la vida cotidiana de hombres y mujeres “de carne y hueso” hay que subrayar que se presentan casos donde muchas personas mienten sobre su historial laboral o sus capacidades profesionales, algo estimulado por los estándares y las expectativas que espera la sociedad de los individuos.

“Aquel que plagia, miente o incluso modifica su historial personal o profesional para lograr ser el mejor tarde o temprano será desenmascarado y recibirá el respectivo aluvión de críticas. En ese sentido el mundo si es cruel: destroza a sus enemigos y goza del dolor ajeno”, contrastó la profesional.

Es así como el caso de Lance Armstrong pasará a la historia por ser un personaje de ficción que con su surrealismo desenmascarado por la vida y sus circunstancias demostró que es necesaria una dosis de coherencia para ser un referente que no reciba los palos de aquello que creyeron en el “veloz tejano”.