“Dios y mi familia fueron mi fortaleza”

[Testimonio] La anestesióloga Angélica "Uvita" Colindres sabe que el cáncer no es sinónimo de muerte y que la enfermedad se puede vencer con el apoyo de la familia y una fuerte fe en Dios.

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elsalvador.com

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2014-10-21 8:00:00

Sus ojos se llenan de lágrimas al recordar lo que significó para ella y su familia saber que padecía de cáncer de seno. Dos minutos más tarde las lágrimas se borran y dan paso a un rostro feliz, que refleja el carácter y tenacidad de Angélica “Uvita” Colindres.

La anestesióloga relata cómo, por “accidente”, se encontró una pelotita en uno de los senos.

“Hace dos años, por pura casualidad, mi esposo me dio un golpecito con el codo. Él estaba cambiando la copa de un ring de la llanta de mi carro y yo me senté a la par de él en un banco. Me dio un codazo y sentí dolor. Me toqué y sentí una chibolita”, explica.

Ese incidente la llevó a realizarse un chequeo con su ginecóloga. Ella tenía un poco más de un año de no someterse a una revisión de las mamas, a pesar de tener antecedentes de nódulos en esas áreas. “Yo desde muy pequeña había tenido antecedentes de nódulos en las mamas y ya me habían tomado biopsias anteriormente. Gracias a Dios, todas habían sido negativas hasta esa fecha. Había pasado un poco más de un año y medio sin que yo me sometiera a un examen, aun trabajando en el medio, y quizá trabajando en el medio uno es más desordenado. Uno dice mañana voy a ir y como tiene el médico a la par (…)”.

La ginecóloga la mandó a realizarse una mamografía y luego de tener el resultado de esta, la sometió a una biopsia. “La doctora me dijo que el tumor tenía bordes irregulares, los que son sospechosos. Me dijo que me debía hacer una biopsia en ese mismo momento. Yo le pregunté que si sería sin anestesia, obvio, yo no quería que me tocara sin anestesia”.

Una semana después le fue confirmado el diagnóstico de cáncer de mama y tres días después fue sometida a una mastectomía en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social.

“Desde ese momento tuve la bendición de tener una familia unida, mis papás, mis abuelos, mis hermanas y mi esposo, que ha sido un pilar fundamental. Estaba llena de fortaleza, la que solo Dios me pudo dar en ese momento”.

“Uvita”, como cariñosamente le llaman su familia y amigos, fue sometida a seis quimioterapias luego de la operación. Pasó seis meses con un catéter de vena central lo que implicaba incomodidades para vestirse y bañarse.

“Me hicieron la mastectomía y me reconstruí la mama, pero como me quitaron 26 ganglios y tenía metástasis en cinco se me acumuló de líquido en el implante mamario y me lo tuvieron que retirar. Se acumula la cantidad de líquido que uno va drenando”, recordó.

Las quimioterapias fueron otra etapa de la enfermedad difícil de afrontar. La caída del cabello a los 15 días de la primera quimioterapia fue un duro golpe a su feminidad. “Entre las cirugías y las quimioterapia viene otra etapa que como mujer es terrible. Ahí es donde uno tiene que agarrarse de Dios y del apoyo de la familia. El cabello es la vanidad más terrible que puede haber, sin cabello y sin mama yo me sentía la mujer más terrible”, recordó.

“Uvita” recuerda que no permitía que su esposo la viera cambiarse de ropa, se escondía. Logró superar esa depresión con las palabras de aliento que su esposo le dijo. “Un día me estaba cambiando y él se acerca y me dice ‘no mami, yo te amo a ti por lo que eres, no amo a tu mama’, desde ese momento me subió tanto mi autoestima”.

Colindres es miembro de la Fundación Edificando Vidas, la cual conoció por medio de una charla que impartió la Fundación en un hospital. “Ahí encontré apoyo de muchas mujeres que habían pasado por lo que yo estaba pasando”.

Hoy en día ella comparte su testimonio y les recuerda a las mujeres que tienen cáncer de mama que ellas no son solo una mama.

“Yo no soy una mama y eso les digo a las señoras que pasan por esto. Esto (mama) es una vanidad para nosotras la mujeres. Yo no tengo una mama y me siento bella. Por eso es importante que las señoras se sometan a una cirugía y comprendan que no solo son una mama”, recalca.

La profesional hace un llamado a las mujeres para que se autoexaminen para lograr una detección temprana. “Mi mensaje para todas las señoras es que se examinen, no les tomará más de cinco minutos tocarse y se pueden evitar pasar por todo esto. Otra cosa muy importante es el estado de ánimo, en el cual influyen tu familia y compañeros de trabajo”, asegura.

Colindres se somete a una evaluación cada seis meses y hasta la fecha sigue sana, ayudando a sus pacientes en los hospitales Benjamín Bloom y Maternidad del Seguro Social.

Padecer de cáncer “es una etapa difícil, pero no imposible (de superar). Dios quiere ampliar algo en nosotros y cambiar nuestra forma de ser. Pido cada día por ser mejor mujer, ser mejor servidora con mis pacientes y tratar con mi testimonio y mis palabras de alentar a que las señoras se examinen. Ahora el cáncer ya no es sinónimo de muerte si uno está pendiente de examinarse”.

“Uvita” sabe que la fe y no desanimarse en el trayecto ayudan a superar la enfermedad. “Debemos de amar lo que Dios nos da, porque nos lo da con un propósito”.