El circo, un espectáculo entre luces y sombras

Una familia de artistas que vive bajo la carpa de Los Hermanos Suárez

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elsalvador.com

Por Lisseth Guillén

2014-08-18 1:00:00

La vida de los personajes del circo siempre es muy agitada. Minutos antes de cada función se les ve correteando, preparando el maquillaje, el vestuario, las luces y el sonido, todo para deslumbrar al público con su show.

En cada acto, los nervios nunca dejan de estar presentes, ni tampoco las tristezas derivadas de situaciones personales, muchas de ellas, no muy afortunadas. Sin embargo, esto no se refleja al momento de entretener a la audiencia quienes buscan en las habilidades artísticas de los actores, desviar un poco su rutina.

“Al pasar la cortina mágica (telón) lo olvidamos todo”, cuenta Léster Segovia, capataz, animador y acróbata del International Holiday Circus, de los Hermanos Suárez, de México. Con esto define a los circenses, personajes que ocultos tras maquillaje y vestuario extravagante, olvidan los problemas que enfrentan y muestran su mejor cara a los visitantes.

Segovia, de 38 años y de nacionalidad guatemalteca, dice no conocer otro mundo más que el de las risas: “Cuando nací, lo primero que vi fue una carpa de circo, mi vida es el circo, no puedo estar lejos de él”. Asegura que no es posible llevar “una vida normal” como visitar a familiares o formar un hogar fuera de su área de trabajo por sus constantes viajes.

En esta época, el circo se encuentra en El Salvador, sobre el bulevar Los Próceres, San Salvador. En unos días llegarán a Santa Ana y luego a San Miguel. Anteriormente, se encontraban en México y van para Honduras. Son entre 4 y 6 meses los que permanecen en cada país.

El circo internacional ha visitado Estados Unidos, Centroamérica y gran parte de Suramérica.

La mayoría de personajes son provenientes de una generación de circenses, razón por la cual uno de sus propósitos es continuar con la descendencia. Para lograrlo, los actores se casan entre sí. De esta manera tienen a su familia, trabajo y aspiraciones bajo la carpa. Tal es el caso de Jamie Suárez, de 27 años, quien interpreta el papel de “Campanita”, es esposa de un acróbata con el que ya tiene una hija.

“Esto es mi vida, nací para entretener a la gente, y esto es lo que también quiero para mi hija. Somos una gran familia de circenses, amamos lo que hacemos”, mencionó Jamie, mientras se ponía las doradas alas y se arreglaba el cabello para salir a la función.

Una familia con diferentes nacionalidades

Bajo esa gran carpa hay muchas personas con diferentes nacionalidades porque nacieron en el lugar donde el circo estaba de gira. Solamente sacan una constancia del nacimiento y siguen su camino con el circo.

Como ejemplo se encontró al extrovertido payaso “Tallarín”, quien bajo esa colorida vestimenta, se esconde Jefferson Mendoza, de 31 años, con nacionalidad en México y El Salvador. Proviene de una familia salvadoreña, pero le tocó nacer en México.

Inició su carrera artística a los 14 años, su personaje es un payaso muy alocado. Es como un niño travieso que se dedica a molestar a los demás, siempre anda metido en lo que no lo llaman, pero fuera del escenario es muy diferente, una persona reservada , tímida y respetuosa.

“Estar aquí es lo mejor, si no veo el circo, no veo nada. Si por algún motivo no trabajo en alguna función y estoy lejos, reviso el reloj y veo que ya es hora de mi número artístico, me desespero y en ocasiones hasta he llorado”, así explica “Tallarín” su pasión por la actuación.

Las barreras en el estudio

No todos estos personajes deciden estudiar una carrera artística. Son pocos. Otros aprenden con la práctica y mejoran sus técnicas día con día sin asistir a una institución. Sin embargo, tanto los padres como los encargados del circo están conscientes que los niños necesitan ir a una escuela normal, por lo que todos los que tienen hijos los inscriben en un centro educativo durante el tiempo que actúen en cada país. Al marcharse, piden una constancia que les permita llegar a otro lugar y continuar los estudios.

“Cuando estaba en preparatoria me preguntaban que de dónde era, les respondía de Guatemala. Me hacían preguntas sobre mi país, las típicas cosas culturales que a cualquiera le hacen, pero no sabía qué responder. Nací allí, pero no he vivido en ese país. Vivo donde el circo me lleva”, dijo Segovia, cuando recordaba esa etapa de su infancia.

Estos y otros obstáculos son los que estos personajes tienen que afrontar, y pese a esto, los circenses son una familia que lleva la pasión por la actuación en sus venas. El circo es su vida y expresan que aman lo que hacen.

No importa vivir por unos pocos meses en cada país, tener casas móviles y cambiarse de lugar de estudio cada cierto tiempo. Para ellos importa llevar felicidad a su público, recibir los aplausos y ser parte de la gran familia de artistas, la familia de Los Hermanos Suárez.