Sí hay seguridad en el Mundial

Miles de policías se encargan de mantener bajo control el comportamiento de los hinchas pero sin llegar a reprimir la alegría y el festejo.

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elsalvador.com

Por Ricardo Chacón, Editor Jefe del Diario de Hoy, Rio de Janeiro, Brasil

2014-06-18 4:38:00

Las cifras oficiales son astronómicas, se dice que se han destinado mil millones de dólares en los diferentes planes de seguridad; unos 60 mil policías y en estado de emergencia, unos 30 mil soldados que pueden entrar en cualquier momento.

Un dato que leí en algún lugar, el gobierno brasileño podría utilizar unas 800 bombas y municiones antidisturbios cada día durante once meses. Pero estas son las cifras frías y duras, la realidad es que la seguridad es impresionante.

Tres detalles. Un grupo de salvadoreños viajaba en un bus normal y corriente de Ipanema a Copacabana, haciendo mucha bulla, cantando con otros hinchas de Argentina, canciones propias del Mundial cuando sin qué ni para qué aparece un grupo de policías, cinco agentes que con sus macanas, armas cortas y gas pimienta se hicieron presente. No dijeron nada, ni siquiera incriminaron a los bullistas extranjeros, simplemente estaban estratégicamente colocados en el interior del bus.

Dos. En una zona céntrica, Atalapa, una calle parecida a la que hay en Santa Tecla (Paseo El Carmen) cuando barras de chilenos y argentinos se enfrentaban con cantos, algunos de ellos bastante subidos de tono pero que no pasaba de gritos y saltos. En un santiamén llegó un contingente de policías que de inmediato se apostaron en ambos lados de la calle y sin qué ni para qué lanzaron gas pimienta para aplacar los ánimos de los gritones. ¿Por qué esta acción? Simplemente porque estaban en una calle e interrumpía el tráfico.

La acción de fuerza no dejó heridos o detenidos sino muchos jóvenes con los ojos llorosos y más de algún salvadoreño sangrando de la nariz porque es sensible.

Tres. En parejas o grupos de cuatro o cinco agentes caminan sigilosamente por los centros de aglomeraciones de extranjeros, en las afuera de los estadios o en las playas de Ipanema o Copacabana, en medio de miles y miles de jóvenes que cerveza en mano pululan de arriba para abajo, del centro a las periferias.

En las esquinas buses con agentes y carros con bombas de agua. Pero por el momento no he visto que hayan entrado en acción amén de algún borracho que se le han pasado los tragos y le llaman la atención no por borracho sino por orinar en la calle.

Dos actitudes que se nota en el accionar de los agentes, por un lado cero tolerancia ante las acciones de violencia y por otro, gran tolerancia ante las expresiones de alegría de la gente.

Pareciera que se trata de dos hechos contradictorios pero no, porque los agentes no se meten con nadie, en absoluto regañan, increpan, detienen o molestan a los nacionales o extranjeros que pueden vestirse como quieran, que beben cuanto quieren, que gritan a más no poder, bailan y saltan al ritmo de los cánticos propios de cada país en la calle, en los buses, en el metro. Ningún agente dice algo, eso sí, están presentes en todo momento, en todo instante prestos a evitar cualquier hecho de violencia, y si ven que realmente hay peligro de violencia, actúan con drasticidad.

Hay otro detalle interesante. La comunicación y el uso de la tecnología; en pocos minutos el botón de pánico se activa y los agentes pueden ingresar en breve a un bus en caso que haya problema.

En un par de minutos en los grandes centros de aglomeración pueden movilizarse cientos de agentes policiales. Y por supuesto, los detectores de metal y el uso de códigos de barras son cosas cotidianas para el ingreso a los estadios. Cacheos personales los hay pero no son lo cotidiano.

Si revisan bultos lo hacen para buscar productos de vidrio o latas que pueden convertirse en un problema de seguridad.

Un vendedor ambulante y un turista español se liaron a golpes, no sé cual es el motivo de la pelea, pero nadie intervino ni mucho menos la policía. De los golpes no pasó a más.