Cuando domina la pereza

Muchas veces dejamos para más tarde todo lo que supone un esfuerzo a corto plazo. De este modo, la pereza es habitual en personas impulsivas que se guían por su estado de ánimo a la hora de tomar decisiones

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Cuando domina la pereza

Por Texto: EFE/EDH Fotografía: El Diario de Hoy

2014-05-24 8:00:00

Hace frío fuera. El sofá está blandito. ¿Quién quiere salir a correr? Si nos preocupáramos más por los efectos a largo plazo y menos por el esfuerzo inmediato, nadie dudaría en hacer deporte.

Los expertos hablan de proastenia o procrastinación –sinónimos de pereza– para definir un estado de bajón energético que hace postergar o evitar ciertas actividades.

Esta actitud surge a raíz de una falta de motivación interna. “Si un hábito se convierte en obligación, es porque no estamos motivados”, señala el psicólogo Rafael Gómez. El tengo que hacerlo presiona, pero sirve de poco cuando no hay fuerza de voluntad.

¿Se nace o se hace?

La pereza no es un rasgo de personalidad. “Es un hábito adquirido. Los factores biológicos o de personalidad pueden influir, pero no son determinantes”, explica Bárbara Tovar, directora de la Clínica Bárbara Tovar.

No obstante, el tipo de educación que se recibe tiene un efecto crucial en los modelos de conducta.

Así lo afirma la psicóloga: “Los estilos educativos basados en la sobreprotección suelen desarrollar hábitos de pereza en los hijos. Los autoritarios, en cambio, serán perjudiciales para otros asuntos pero no para el tema de la disciplina y el esfuerzo”.

Los perezosos se arriman a conductas con efectos beneficiosos hoy y efectos perjudiciales mañana. “A corto plazo te libras del esfuerzo de estudiar, pero a largo plazo te sientes culpable o no consigues tus objetivos”, explica Tovar. Si se cree que la meta está muy lejos o es inalcanzable, cuesta mucho perseguirla.

“No nos van bien los proyectos a largo plazo porque no logran mantener una conducta. Nos fijamos demasiado en la meta y no disfrutamos del proceso”, afirma Gómez por su parte.

El perezoso quiere conseguir su objetivo cuanto antes y sin esfuerzo. “Hay una motivación extrínseca, un refuerzo social, ya que la gente de fuera sí ve el resultado pero no el proceso”.

Según los especialistas, las emociones dictan el comportamiento. Es frecuente que las personas perezosas se dejen llevar por el razonamiento emocional. “Toman decisiones en función del estado anímico que tienen. Es decir, si hoy me levanto regular abandono mis objetivos”, añade la psicóloga.

Según Tovar, quienes tienden a la pereza “no visualizan las consecuencias positivas de su acción, que es lo que hace a una persona resistente”. Más bien, centran su atención en el precipicio y no en el horizonte, lo que genera desmotivación.

A veces se esfuerzan en aquello que les da placer, pero no saben encontrar placer en la satisfacción de haberse esforzado.

Cuestión cultural

Otro de los factores que fomentan la pereza tiene que ver con la cultura occidental. Según Tovar, las culturas orientales valoran el esfuerzo como algo muy positivo que ayuda a crecer y fortalecer. No ocurre lo mismo aquí.

“Tendemos a evitar o retrasar la sensación desagradable de hacer lo que no nos apetece. Le hemos tomado manía al esfuerzo, sin darnos cuenta de la cantidad de beneficios que nos reporta”, añade.

Por ejemplo, al pensar en vacaciones la persona se piensa a sí misma tumbada en una hamaca, con una caipiriña en la mano y en actitud pasiva. “Luego te das cuenta de que eso no siempre es lo que más feliz te hace. De hecho, a mucha gente se le cae el mundo encima cuando no tiene nada que hacer”, afirma la psicóloga.

¿Dónde está el límite?

La pereza más peligrosa es aquella que condiciona el comportamiento e impide llevar una vida normal. Su vertiente patológica deja algunas necesidades básicas sin cubrir.

“Si yo por pereza no me relaciono o no busco trabajo, tengo un problema. Muchas personas han tirado la toalla en la búsqueda de empleo. Están realizando un esfuerzo tan grande que su motivación intrínseca se está desgastando”, apunta Gómez.

¿Por qué no lo consigo? “Hay creencias irracionales asociadas: no estoy capacitado, no tengo cualidades o no me lo merezco”, detalla el psicólogo.

Por otro lado, la difícil situación económica también repercute en la autoestima y en el estado de ánimo de la gente.

Fuente de insatisfacción

La vida personal y profesional puede verse afectada por la filosofía del “deja para mañana lo que puedas hacer hoy”. ¿Pero cómo repercute esto en la salud psicológica de los más vulnerables?

En primer lugar, daña su autoestima. Piensan: “No me creo capaz de conseguir mi objetivo”, indica Gómez.

“Tengo baja confianza en mis recursos personales”, añade Tovar.

Por otra parte, también provoca insatisfacción personal, apatía y sensación de vacío.

Asimismo, hace que las personas abandonen pronto sus objetivos. “En general, tienen una amplia historia de fracaso detrás”. No confían en su capacidad para sobresalir y consideran que no tienen fuerza de voluntad.

Es de hacer notar que los perezosos patológicos perciben la vida como muy costosa y las actividades como obligatorias. “No disfrutan de ellas porque creen que implican mucho esfuerzo”, asevera Gómez.

La pereza puede estar asociada a la depresión y otros trastornos de ansiedad. El paciente muchas veces es incapaz de seguir las pautas conductuales que le recomienda su psicólogo a causa de un “estado de desgano y apatía” que le domina.

En otros casos, la personalidad también juega su papel. Por ejemplo, los ‘pasivo-agresivos’ suelen manifestar una actitud perezosa. “No hago nada pero me quejo, estoy incómodo con esa falta de acción”, asegura Gómez.

En la justa medida

Rafael Gómez incide en la necesidad de no crear expectativas irreales. “Conseguir objetivos requiere un coste, un esfuerzo que cuesta mantener en el tiempo”. Hay que tener esta premisa muy presente.

Mientras tanto Bárbara Tovar recomienda seguir algunos consejos para controlar la pereza:

Funcione por objetivos y no por estados emocionales.

También ayuda fijar metas alcanzables que garanticen el éxito a largo plazo. “Esos pequeños objetivos servirán para ganar confianza y romper la teoría del fracaso previo”.

De preferencia establezca plazos. “Hay que buscar un espacio del día para poder hacer aquello que nos cuesta hacer”.

Busque apoyo social. Compartir la actividad con otra persona o comprometerse con alguien que tenga una actitud activa. “Puede ser una forma de motivarnos”.

Eso sí, hay que intentar no llegar al extremo contrario: “La rigidez más absoluta, el sí o sí sin contemplar ninguna excepción que me lleve a posponer. Hay que alcanzar el equilibrio”, concluye Tovar.