Vecinos desconsiderados: el ruido de al lado

En un país pequeño y sobrepoblado, la convivencia suele quebrarse cuando alguien infringe las normas de coexistencia, pero hay una ley que sanciona estos comportamientos

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elsalvador.com

Por Texto: Tomás Andréu Fotografía: El Diario de Hoy

2014-04-26 8:00:00

Y le dieron las once, las doce, la una, las dos y el tipo no paraba de hacer escándalo. Habló, se confesó, lloró y terminó cantando. No se durmió por voluntad propia, lo venció el alcohol. Ya era lunes por la madrugada y la semana laboral estaba a unas horas de empezar.

“Me dormí a eso de las dos de la madrugada. Mal inicio de semana”, recuerda Karen.

La otra historia no es menos amigable. Cuando llegó a su casa a eso de las 7:00 de la noche, se dio cuenta de que el desvelo a penas comenzaba: religiosos empezarían una vigilia en la zona residencial.

“Llego de mal humor a mi trabajo con los ojos rojos. Es la misma historia dos veces al mes”, comenta Miguel.

Ambas personas tienen que lidiar con sus vecinos y sus estruendos, producto del exceso de alcohol o de una actividad religiosa que se prolonga hasta la luz del siguiente día. Eso repercute no solo en el área laboral de Karen y Miguel, también sus estados de ánimo, sus relaciones familiares, interpersonales y las relaciones con sus propios vecinos se ven erosionadas por la ausencia de una sana convivencia.

“Ahí existe una incapacidad de pensar o de sentir que el otro puede ser dañado o perjudicado por uno de mis actos”, afirma el catedrático de la Universidad Dr. José Matías Delgado, Vladimir Menjívar.

Él señala que esto, dentro de la sana convivencia, tiene su origen en los valores que fueron parte de esa primera educación con la que entra en contacto el ser humano.

“Eso comienza en la jerarquía de los valores, en la construcción de las normas ciudadanas. Eso refleja nuestra falta de educación, no de contenidos, sino del área afectiva, de nuestros sentimientos. Eso es lo que está faltando”, señala Menjívar.

El lugar de residencia, es decir, donde se descansa y se convive con los familiares, amigos, conocidos y el resto de la comunidad, debería de ser un sitio sin los sobresaltos de la rutina laboral, educativa y de sobrevivencia. Pero cuando se erosionan las normas, comienzan los conflictos y las rupturas.

Miguel tendrá que volver a enfrentarse a los parlantes que anuncian el fin del mundo a través de los predicadores. Aunque él es creyente, aquel ruido desproporcionado le ha creado la peor de las antipatías hacia sus vecinos:

“Un día de estos les voy a tirar huevos podridos”, expresa.

Pero existen soluciones civilizadas para no resquebrajar la comunicación con los vecinos. Para eso está la “Ordenanza para la Convivencia Ciudadana del Municipio de San Salvador”. Quienes sobrepasen los niveles de ruido establecidos en las zonas industrial, residencial y lugares mixtos (industrial y residencial) incurrirán en acciones graves y a la luz de la nueva ordenanza tendrán que pagar entre 51 y 900 dólares, explicó el director del Cuerpo de Agentes Metropolitanos (CAM), Gilbert Cáceres.

La ordenanza se activa a través de las denuncias. Es decir, son los mismos afectados quienes llaman al CAM y estos actúan al trasladarse al lugar.

“Cuando cae una denuncia ciudadana por exceso de ruido, procedemos a realizar una inspección. Vamos con la Unidad de Sonometría que va con el sonómetro (aparato que mide los decibeles) a revisar cómo está el sonido y determinar si no infringe la ley”, explica Cáceres.

El reglamento contempla horarios en el que los niveles de ruido no pueden sobrepasar lo establecido. Por ejemplo, para la zona residencial en la que viven Karen y Miguel: de 6:00 de la mañana a 10:00 de la noche lo permitido son 55 decibeles y de 10:00 de la noche a las 6:00 de la mañana son 45 decibeles. Ambos serían respaldados por la ley en caso de que pusieran una denuncia al CAM.

La ruptura de la convivencia ha llegado a terrenos insospechados en los que interviene la Alcaldía de San Salvador, la Procuraduría de los Derechos Humanos y los querellantes.

La delegada suplente de la Delegación Municipal Contravencional, Emma Gómez, reveló que algunos denunciantes han necesitado sicólogos por el constante ruido, en este caso, el de una iglesia que esta a la par de una vivienda. La entidad religiosa tuvo que aislar el sonido, pero aún, el daño estaba hecho.

“Tenemos una resolución por los conflictos, porque llega un momento en el que hay tanta fricción entre los vecinos que la convivencia se vuelve insoportable. Por eso citamos al Centro de Mediación a los involucrados”, afirma Gómez. Y añade que, cuando se puede, “los sentamos, (pero no siempre se puede) porque hay denuncias que son anónimas o las confrontaciones son tan fuertes que se hacen por separado”.

La discordia no solo llega por el alto volumen o por el culto, también se incluyen otros ruidos que perturban la convivencia, por ejemplo: ruido de gallinas, talleres de reparación vehicular, ladrido de perros, trabajos de construcción, talleres de estructuras metálicas, es decir, un concierto infernal que le quita la paciencia a cualquiera.

El CAM aplica el artículo 63 (Realización de ruidos que alteren o perturben la tranquilidad pública) del Capítulo IV relativo al Medio Ambiente de la “Ordenanza para la Convivencia Ciudadana del Municipio de San Salvador”.

“Diariamente recibimos entre tres y cuatro denuncias. Estas aumentan los fines de semana en horas de la noche”, cuenta el director del CAM.

Lo anterior es calificado por Cáceres como “una total falta de respeto hacia el prójimo. No respetamos el bienestar del vecino. Tenemos un mal concepto de la propiedad privada. Es una falta de formación sobre la convivencia”.