Rafael Mendoza: “Hay que encontrar la voz propia”

El poeta ya tiene una antología personal (1970-2010) que lleva por título "He dicho"

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elsalvador.com

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2013-08-07 7:00:00

La Editorial Universitaria de la Universidad de El Salvador (UES) acaba de publicar “He dicho” del poeta Rafael Mendoza, “el Viejo”. El texto introductorio está hecho por el mismo autor para “decir con libertad cosas que se me han negado”.

La antología abarca el periodo que va desde 1970 hasta 2010.

Lo primero que uno piensa al ver el título de esta antología es que Rafael Mendoza puso “punto final” a la escritura…

Sabía que eso iban a pensar. Y por poquito: tuve un accidente el día 3 de mayo. Casi me mato. Esta antología hubiese sido una especie de testamento. Y más que se equivocaron al poner “Perteneció al grupo literario Piedra y Siglo” [eso está en la contraportada del libro]. Se me ocurrió ese título porque todo el mundo busca un nombre poético. Además, ahí está lo que he dicho hasta el momento. Tampoco quise abusar con la editorial, pues no me puso límites. Hay poemas que debí haber metido, pero en cierta forma soy modesto y no me gusta abusar.

¿Cómo surgió la idea de hacer esta compilación que inicia desde 1970 hasta 2010?

La idea surgió del director de la Editorial Universitaria, David Hernández. Él creció con nuestra generación, se fue a Alemania, regresó y se dio cuenta que Piedra y Siglo seguía en el oficio. Quizás él vio cosas mías por ahí o me vio en algún recital y de ahí le surgió la inquietud.

Pregunta de baúl: ¿cómo llegó a la poesía?

Gané certámenes desde la primaria. Hacían certámenes de composición y dibujo y yo me los ganaba. El dibujo no lo agarré con vocación. Lo hacía para ilustrar mis páginas. Pero desde el Liceo Salvadoreño en los años 50, yo ya me ganaba los pequeños certámenes del colegio. Lo que me hizo escribir fue la situación que viví en mi casa. Mi padre estaba casado y con dos hijas y me llevó a vivir a esa casa. Quizás esa soledad, esa intimidad que sentía frente a esa división de afectos, pues fue lo que me llevó a encontrar en la palabra una especie de respiro. En la infancia fui a ver una película de James Dean. Es una que trata de un hijo que el papá quiere más que al otro… No recuerdo cómo se llama…

¿Al Este del Edén?

Sí, esa. Esa película me conmocionó tanto que yo llegué a mi casa y escribí unas líneas. Es ahí donde encontré la razón de refugiarme en la literatura. La parte de la poesía se me despertó cuando la conocí a ella. Eran cartas tipo amor. [“¡Eso no lo sabía!”, exclama Zelmira de Mendoza, esposa del poeta. Ella estuvo presente en la entrevista que pactó “el Viejo” con El Diario de Hoy]. Alguien me dijo que le llevara los poemas a Alfonso Orantes, el papá de María Cristina. Se los llevé y me dijo que se los dejara y que regresara en una semana. Regresé y me dijo: “No se vaya a decepcionar, pero lo que usted ha escrito ya lo escribieron hace mucho tiempo y esto no es nada sorprendente ni novedoso. Comience de nuevo, busque su propia voz”. Para mí fue un sopapo. Quedé un tiempo sin hacer nada, sin encontrar mi propia voz.

(…) Leí a Roque Dalton y ahí supe que eso era poesía. Cuando vi cómo estructuraba el verso libre, me dije a mí mismo —no es petulancia, no— yo creí que esto era más yuca. Empecé a escribir con un poco más de confianza he hice el libro “De los muertos y otras confesiones”. Lo mandé a un certamen de la Facultad de Derecho y gané el primer lugar. También mandé unos cuentos y gané el segundo lugar. Nadie se imaginaba que eran míos. [con eso pagamos el parto de nuestra primera hija, dice Zelmira de Mendoza] Al año siguiente preparé un libro parecido a mi estilo —que era conocido— y escribí “Las parábolas”. Volví a ganar y los sorprendí a todos. Gané otro segundo lugar en cuento. Ahí me dije: de aquí para ya, ya no necesito que me anden guiando. Siempre le he tenido temor a lo que han hecho otros: los encuentro con tres o cuatro libros de distintos autores. Los encuentro leyendo y escribiendo. Siempre le he huido a eso. He descubierto versos que tú ni creerías [de quien te hablo], pero que son de otro autor. Yo le tengo pavor a eso de inspirarme en la obra de otro. Hay que encontrar la voz propia, sea como sea.

¿Y con qué se siente más cómodo, con el verso libre o el soneto?

Con los dos. Ambos me surgen espontáneamente. Todo depende del primer verso. Nunca he agarrado un verso del soneto para hacerlo verso libre. O al revés.