Gabanas o no gabanas

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FOTO EDH/ARCHIVO

Por De Willian Carballo

2013-05-31 9:45:00

Si usted es moralista y quiere encontrar acá argumentos en contra para restregar a La Choly con el paste del puritanismo, lamento decepcionarlo. Esta no es la columna. Pero ojo: si en cambio lo que espera es hallar acá una defensa a pecho erguido a favor de la decencia del locutor del show matutino y director de Radio Scan, de igual forma le aviso que saldrá desilusionado. Este espacio tampoco es para eso.

Porque, para mí, ese es el problema. En El Salvador existe una tendencia a ver todo en términos morales. Eres decente o indecente. Bueno o malo. Beatriz o no Beatriz. Milena tu amiga o Milena tu enemiga. Digno o indigno. Te guste o no te guste. Oír a La Choly porque es “la voz del pueblo” o no oírlo porque es más vulgar que las cuerdas vocales de un albañil en celo.

¿Por qué digo esto? Por la reacción que ha causado uno de los más recientes personajes del locutor: “Smara, la gabana”.

Se trata de una mujer interpretada por Salvador Alas -nombre real de La Choly- que se enorgullece de ser “gata”, es decir, contraria a las costumbres de las chicas pudientes. La desinhibida fémina critica a las jovencitas y sus novios (“pitochicos”) que viven de las apariencias y pretenden actuar como si pertenecieran a familias adineradas cuando, en realidad, llevan una vida de limitaciones económicas. Claro, para ilustrarlo, el comediante recurre al humor popular. Palabras y experiencias que usted y yo -no nos engañemos- oímos todos los días en el trabajo o hemos masticado entre amigos. Caliche salvadoreño.

Pues bien. “Smara” se ha convertido en uno de los personajes favoritos de la audiencia. Una cuenta con su nombre en Twitter tiene ya 34 mil seguidores y conozco personas que odiaban a La Choly, pero gracias a esta caracterización ahora se divierten con él. Pero claro, sus “gabanadas” (falta de fineza) también provocan sarpullido a muchos. Eso sin contar la repulsión natural que el locutor suele causar en varias personas o instituciones moralistas, incluyendo al Ministerio de Gobernación, cuyos funcionarios tienen su foto pegada en el álbum de sus pesadillas.

Lo que yo me pregunto es: ¿Por qué la discusión se limita a si es bueno o es malo, si es fino o es vulgar, si es refinado o si es gabán, si es moral o inmoral, si hay que oírlo o no?

Lo que deberíamos preguntarnos es qué tiene este locutor que conecta tanto con el pueblo. ¿Por qué la gente lo escucha tanto? ¿Qué les dan él y su híper escuchado programa que no consiguen, por ejemplo, algunos espacios desiertos de audiencia en Canal 10? ¿Por qué cuentas en Twitter que ocupan nombres de sus creaciones como “Smara” o “La abuela” suman seguidores como pupusas en una plancha de Olocuilta y, en cambio, algunas de diputados apenas rascan fans? ¿Qué relatos cuenta “Smara” que conectan tanto con la gente y que los políticos y analistas de siempre en las entrevistas de tv y radio no nos están narrando?

Creo que, en lugar de lapidar semejante fenómeno mediático como decente o indecente, gabán o no; deberíamos cuestionar qué vacíos llena en una sociedad podrida de políticos, luto y necesidades económicas. Eso me parece más importante.

Y ya para terminar: ¿Usted ya la oyó? ¿No? ¿En serio? Si yo los he visto…

Twitter: @WillianConN