Marta Rosales Pineda: “La música para mí es un objeto de análisis…”

Tiene una licenciatura en musicología y una maestría de las Bellas Artes del Conservatorio Estatal de Odessa, Ucrania. Del piano saltó a la investigación.

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elsalvador.com

Por Tomás Andréu Twitter: @tomazs_andreu

2013-03-19 9:00:00

Sus opiniones son tan versátiles como su gusto musical. Se la pasa bien tanto con Mozart como con los acordes progresivos de Yes o Pink Floyd.

Marta Rosales Pineda es músico, docente e investigadora. En este momento afina los últimos detalles de su investigación “Realidades y proyecciones para el acceso, promoción y difusión de la música nacional” que impulsa la Fundación AccesArte.

“Hay muy buena música en El Salvador”, pero no tiene apoyo, afirma Rosales Pineda.

¿Qué hace primero al despertar: poner música o prepararse un café?

A veces una u otra y en ocasiones las dos cosas, porque combinan muy bien.

¿Y cómo surgió esa decisión de dedicarse a la música..?

A los seis años recibí un estupendo regalo de parte de una prima: un lote de discos de música clásica, algo que nunca había escuchado y enseguida me atrapó Mozart, Schubert, Chaikovsky. Fue entonces que nació la vocación.

Usted es especialista en música, ¿se considera melómana?

No, no me considero melómana, más bien un organismo altamente sensible a la música y a los sonidos en general. Pero esto no siempre me trae buenas experiencias como podrás imaginar, ya sabes, la estridencia, la radio mal sintonizada, el exceso de ruido…

Y si tuviese que elegir entre el ruido de los buses, la prédica de los religiosos o las promesas de los políticos, ¿cuál elegiría?

Me quedo con el ruido de los buses. Es menos ofensivo.

Es curioso que no sea melómana…

Los melómanos son bastante hedonistas, se rinden a la música, la disfrutan con mucho placer, pero yo no puedo hacer eso porque yo la analizo. Yo no puedo oír música sin estar oyendo la estructura, el manejo armónico… no puedo abandonarme solo a escucharla con mis sentidos. Y no soy melómana porque no memorizo datos, eso es lo último que me preocupa. Para eso están las enciclopedias. Además soy terrible con los datos. La música para mí es un objeto de análisis. No es el dato externo de la música al que me refiero, hablo de su estructura de cómo resuelve secciones, períodos. Es ahí donde no puedo evitar analizar.

¿Y qué siente Marta Rosales cuando escucha —por voluntad propia o ajena— reguetón?

Estoy en contra de manifestaciones que denigran a la mujer, sean estas musicales o de otra índole. Pero también rechazo las que incitan a la violencia, al racismo, al odio. Sin embargo creo en la libertad de expresión y por ello no soy partidaria de la censura, sino más bien de la regulación cuando esta es necesaria. ¿Es esta música de adultos por su contenido textual y las imágenes de los videoclips? Lo que se necesita entonces es una clasificación para darle el espacio, el horario y los medios que le corresponden.

¿Qué papel ha jugado la mujer salvadoreña en el acervo musical del país?

Un papel importante y poco reconocido. Tengo un artículo sobre este tema. La historia salvadoreña tiene mujeres músicos que han descollado como intérpretes. En el siglo XIX se puede mencionar a la arpista María Sara Trujillo, a las pianistas Josefa Castillo, Jesús Lagos, Sara Zaldívar y Refugio Pinto de Arbizú y su hija Adriana. Ya en el siglo XX, las pianistas Natalia Ramos, Ángela García Peña, Lillian Rivas; las cantantes Emma Rubio, Viola Granadino; la investigadora y compositora María de Baratta, Lidia Villavicencio Olano y una larga lista que llega hasta nuestros días con jóvenes exponentes de la interpretación instrumental y del canto lírico y popular.

¿El Salvador realmente tiene identidad musical?

Es que la identidad cultural no se basa solamente en lo que es originario de tu localidad. Las personas se apropian de aquello que da respuesta a sus necesidades estéticas, de esparcimiento, ideológicas y en este sentido no importa de dónde proviene. Creo que hablar de una identidad musical que nos une es una aspiración genuina de muchas personas y quizás hace 30 o 40 años se podría haber considerado a la cumbia como uno de esos elementos de identidad compartida por una gran parte de la población, pero en la actualidad la diversidad parece ser la norma.

¿Le ha pasado que esa canción que le gusta a las mayorías usted la cuestiona porque está mal hecha..?

A veces eso es una maldición. Uno tiene responsabilidad social y me pasa con la música extremadamente popular porque se considera parte del ser salvadoreño, pero en realidad es doloroso ver que las personas eligen eso simplemente porque no les han dado más opciones cuando hay cosas mucho mejores. Eso pasa en todas partes del mundo, pero el problema en el país es que a la música se le ha dado poco desarrollo, apoyo y las personas no tienen acceso a la diversidad de música salvadoreña en la escuela. Es ahí donde se cimientan los gustos y referencias musicales. Hay una opinión generalizada que en El Salvador no hay buena música. Y eso lo han utilizado los medios de comunicación, las radios sobre todo, para decir que no transmiten música [salvadoreña] porque no tiene calidad. Vi un documento de un programa que se llamaba “Tú música, tu empresa” [programa impulsado por el Ministerio de Economía bajo la dirección de Dada Hirezi, en ese momento fungía como máximo representante de esa cartera de Estado] y ahí se decían esas afirmaciones. Ignoro si ese programa continúa.

¿Hay buena música en El Salvador?

Yo sí creo que hay muy buena música en El Salvador. No lo digo yo, lo dice la gente que viene de fuera. Tengo amigos en el campo del jazz y me han dicho este [salvadoreño] es excelente pianista. Simplemente es que aquí no se les aprecia, no se les da el espacio. Ni siquiera se les dignifica, no se les legitima. Eso hace que los músicos vivan en una especie de precariedad que los obliga a tocar por poco dinero, eso hace que solo sobrevivan, que no tengan margen para desarrollarse y dar el salto que necesita como creador.

Soy productor internacional y necesito que me brinde en este momento los nombres de músicos salvadoreños para hacer un disco. ¿A quiénes me mencionaría?

Le menciono en distintos músicos porque no solo hay buenos en un solo genero: en el jazz están René Muñoz, Óscar Alejandro, Víctor Tomasino; en el hip hop, Pescozada; están El Ático y Brujo con su música instrumental. Creo que en el país hay muy buenos exponentes. Deslucimos como músicos salvadoreños quizás por el mal manejo de la imagen, de la disquera que adolece de problemas técnicos, porque no hay tantos estudios… tantos sí, pero no buenos porque hoy cualquiera monta su estudio de grabación. Es decir, son cuestiones más de la industria.

¿Hay una industria musical en El Salvador?

Yo diría que no, todavía no. Ayer hablaba con músicos sobre cómo se ha transformado la cadena de producción musical por la entrada de las nuevas tecnologías y por toda esta variabilidad que tiene en este momento el mercado donde el disco pasa a ser una tarjeta de presentación y la mayor rentabilidad se obtienen de las presentaciones en vivo. Tenés un buen producto musical, pero lo demás no lo tenés, empezando por tu portafolio. En Colombia, cualquier chavo tiene su portafolio y te dice: “mire, tal vez me ayuda a entrar al mercado centroamericano”. Eso te demuestra que están en otro nivel. Nosotros no tenemos nada de eso.

¿Qué opinión tiene sobre fenómenos como King Flyp?

Interesante desde el punto de vista de los medios de comunicación que hacen lo que hacen otros en otros países, es decir, poner en prioridad de atención a un artista, sin importar su calidad. Y no es que voy a hablar mal de King Flyp, porque encuentras mala calidad en cualquier grupo o gente famosa con propuestas sumamente malas. Esto nos permite analizar por qué lo hicieron, si lo hicieron por el músico o porque generó una gran polémica su música. Hace dos años puse King Flyp en el buscador y me salieron 40 entradas y el gran porcentaje eran insultos, palabras lacerantes. Otras eran palabras de aliento escritas desde el exterior y nosotros los nacionales dándole palos. Yo siento que King Flyp fue una persona manipulada por los medios.

Cuba prohibió el reguetón…

Si empezamos a prohibir géneros musicales no nos va a ir muy bien. Apoyo muchas cosas que se hacen en Cuba, pero yo no apoyo esa medida. Yo estoy por la libertad de expresión. Si se inventa un nuevo género y no le gusta, pues no lo escuche, pase de largo. Con el arte hay que ser muy cuidadoso porque es el último bastión de la libertad de expresión.

¿Y qué opina sobre los escenarios musicales que tiene El Salvador? Se dice que tenemos una pésima acústica.

He constatado en eventos y en las conversaciones con los músicos que es muy difícil encontrar una ingeniería de sonido que no te falle durante el concierto, que no te baje el ánimo del público. Esos son graves problemas que te pueden matar un espectáculo.

Si no hay industria musical no hay ingenieros en sonido, productores…

Es un completo vacío, porque todo lo que hemos hablado tiene que ver con la formación.