La mentira, cuándo es un problema verdadero

Es natural vivir en un mundo de invento y fantasía cuando se es un niño pequeño, pero luego de esa etapa las mentiras compulsivas se convierten en un serio problema, y hasta pueden acabar con la vida social y laboral de una persona

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elsalvador.com

Por Texto: Jhoel Díaz Fotografía: EDH

2013-01-19 8:00:00

La mentira ha estado presente en toda la historia de la humanidad, ha pasado a través de las sociedades, de todas las lenguas y en todas las condiciones de vida como una práctica tan natural como conflictiva, y definitivamente nefasta para los que hacen de ella un hábito.

Una persona que miente constantemente sobre su vida, sus prácticas, sus relaciones, sus posesiones y sobre la vida de otros se adjudica un término que la psicología reconoce como “mitómano”. Según un artículo publicado en la sección Salud Mental de la página especializada suite101.net, la mitomanía es conocida como la necesidad compulsiva de distorsionar la realidad de manera continua y en cualquier situación o circunstancia.

La mentira, en este caso, “es una necesidad que puede ser en adolescentes y adultos. Muchas veces hay necesidad de obtener algo, otras veces es por compulsión, con razones específicas como engrandecer su imagen”, apunta la psicóloga clínica Martha Carcach.

“Lo hacen con diferentes personas (mentir), pero en el 90 % de las ocasiones la gente se da cuenta que están mintiendo, ya que ellos mismos se delatan con sus gestos, con sus intenciones”, apunta la profesional.

En algunos casos, explica la psicóloga, este hábito es motivado porque las personas se consideran en desventaja o con un perfil bajo en apartados personales como el económico, el cultural, el social o de relaciones interpersonales. “La mentira es algo compensatorio de esa frustración, ellos buscan mostrar una autoestima superior”, destaca.

Por su lado, la doctora Margarita Mendoza Burgos, especialista en psiquiatría infantojuvenil y terapeuta familiar, concuerda en que las causas para que una persona mienta de forma desmedida pueden ser varias, pero todas negativas: “Generalmente se debe a baja autoestima, inseguridad, tensión… pero sobre todo llega a convertirse en una compulsión, ya que mentir les quita tensión o carga de molestias, pero luego les produce más tensión y así se hace el circulo vicioso”.

No es difícil recordar muchas historias en la televisión o el cine donde sus personajes llevan a cabo una serie de mentiras que terminan convirtiéndose en contradicciones ante sus allegados, las cuales desencadenan una serie de conflictos y consecuencias irreversibles, como en la telenovela “Primera Dama” (actualmente emitida por Canal 2), donde su protagonista, de origen humilde, a base de engaños alcanza el sueño de ser esposa del mandatario colombiano, hasta que todos la descubren y la hacen vivir un infierno real.

Y es que, debido a sus efectos muchas veces destructivos, este hábito ha sido condenado en todas las sociedades, a través de estandartes como la política, las religiones y la misma familia. Su práctica genera desprestigio, desprecio y desconfianza en las personas que rodean a un mentiroso.

La psiquiatra salvadoreña apunta que la mitomanía puede deteriorar no solo las relaciones afectivas del individuo, sino también su reputación en el campo laboral. “Las consecuencias son una serie de enredos, falta de credibilidad, confusión y pérdida de la identidad, ya que nadie confiará en esta persona; ansiedad extrema, desintegración familiar, social y laboral”, asegura Mendoza.

Debido a que la compulsión de mentir es considerada una enfermedad, la doctora agregó que, incluso algunos pacientes podrían necesitar medicación. “Eso depende de la exploración del profesional facultado. Pero, aún con medicación siempre es necesaria la psicoterapia”, acotó, refiriéndose al asesoramiento periódico de un psicólogo o psiquiatra.

Se “debe buscar ayuda de forma inmediata, así como tratar de llevar un récord -o registro mental- de lo que cuenta y a quién”, añadió.

Papel de la familia

En este sentido, la psicóloga Carcach apunta que la terapia o tratamiento debe ser apoyado por la familia del paciente. “Los seres queridos, la familia y los amigos deben hablar con la persona y decirle lo importante que es, pero que no les gusta su actitud engañosa. Tenemos que enfrentar a la persona con esa realidad que está alterando. Seguirle la corriente no ayuda. Es difícil, pero hay que hacerlo de manera amable”, indicó.

“En el caso de que no se trate una compulsión se mantiene o aumenta, puede ir provocando a la larga el rechazo en los demás, lejos de la aceptación; e incluso problemas legales”, enfatizó la profesional. “En su interior no están felices con su vida, y es importante recurrir a la ayuda”, sostuvo.

Según suite101.net, el perfil de un mitómano a menudo describe a una persona que carece de sensibilidad y valores, por ello la psicóloga aconseja tratar el tema desde muy temprano. “Hasta por los seis años, los niños tienden a mentir y tiene que ver con sus fantasías propias de la edad, pero después de esa edad el niño ya tiene la capacidad de decir la verdad. En un lenguaje sencillo y demostrándole que se le ama debemos explicarle que mentir no está bien, fomentar valores, seguridad, confianza y autoestima”, dice Carcach.

“El niño no va a decir mentiras porque las heredó, sino porque las aprendió en su entorno o porque no se siente querido o aceptado. La tarea para los padres es decirle que es un ser valioso, importante, único y que lo aman tal cual es, y fortalecer sus valores”, recalcó.

Los especialistas aconsejan a los padres acompañar a sus hijos pequeños a ver programas y filmes educativos para explicárselos. El cuento de Pinocho, de Carlo Collodi, resulta ideal para ilustrar los posibles conflictos que vienen tras una red de mentiras, con la historia de un niño que miente y desobedece a su papá, para luego conocer a personajes de fábula que le hacen ver su error.

Problemas diferentes

Por otra parte, algunas personas asocian la mitomanía con otras conductas compulsivas, como el impulso descontrolado de robar (cleptomanía), mas las especialistas descartan un acercamiento entre ambos.

“No hay una conexión directa. Es un tipo diferente de padecimiento. El querer tener algo cuando es solo por tomarlo obedece a otras necesidades psicológicas. La mitomanía está más ligada a autoestima, a sentir que para ser aceptado por determinadas personas tienen que mentir y aparentar una imagen sumamente positiva”, acuña Carcach.

Mendoza coincide con esta posición, pero resalta que hay características similares entre ambas condiciones: “Comparten el ciclo de tensión-práctica mitomana o cleptomana-relajación y más tensión”.