Mitos y hechos, cómo se construyó la leyenda de la familia y mansión Guirola en Santa Tecla

La familia Guirola volvió a la conversación pública tras el anuncio de la restauración de la mansión Guirola de Las Colinas. El interés no solo responde a la recuperación del inmueble, sino a la mezcla de hechos históricos y relatos populares que, con el tiempo, construyeron una de las leyendas más persistentes de Santa Tecla.

La historia documentada muestra a un clan influyente desde el inicio del siglo XIX, cuando Rafael María Guirola llegó desde Santander, España, y formó en El Salvador el linaje que más tarde transformaría Santa Tecla. Su fortuna se consolidó con el cultivo del café, y la familia acumuló tierras cuya importancia fue decisiva para la creación de Nueva San Salvador, hoy Santa Tecla. Tras el terremoto de 1854, la capital incluso fue trasladada temporalmente a la Hacienda Santa Tecla, propiedad de la familia.

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La influencia pública se hizo aún más visible con Ángel Guirola, quien ocupó cargos como alcalde, diputado y presidente de la República por sustitución en 1884. También fue fundador del Banco Internacional, accionista del Banco Central de Reserva e inversionista en ferrocarril, aduanas, puertos, algodón y café. La amplitud de sus actividades comerciales se reflejaba en anuncios donde ofrecía desde géneros franceses hasta armas y ganado.

Pero junto a estos hechos surgieron los mitos. La Mansión Guirola, construida entre 1920 y 1925, comenzó a ser percibida como un espacio cargado de secretos. Los documentos originales muestran que el diseño estuvo a cargo del arquitecto estadounidense Frank E. Wehrtle y que posteriormente Eduardo Guirola Duke contrató a la firma Noltenius Choussy G. para adaptar el proyecto. Los planos —32 pliegos de papel vegetal— revelan características que llamaron la atención popular tales como una escalera de caracol metálica entre la cocina y la habitación principal, un pasillo oculto entre la biblioteca y el salón de visitas con acceso desde la cochera y una posible estructura de sótano en la parte trasera.

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Aunque estos elementos formaban parte del diseño arquitectónico, en la memoria colectiva fueron interpretados como túneles, pasajes secretos y espacios misteriosos. La vida reservada de la familia también contribuyó a la construcción de la leyenda. Los Guirola eran profundamente católicos y supersticiosos, con hogares llenos de imágenes religiosas, incienso y agua bendita, un ambiente que alimentó la percepción de misterio alrededor del apellido.

El terremoto del 13 de enero de 2001 reforzó estos relatos. El deslave destruyó cientos de casas en Las Colinas, pero la mansión permaneció en pie, bordeada por toneladas de tierra. Ese hecho dio nuevo impulso a las historias populares sobre la familia y su residencia.

Con el tiempo, el poder de los Guirola disminuyó debido a la caída del precio del café y crisis internacionales. Muchas propiedades cambiaron de dueños y la influencia del clan se redujo. Sin embargo, los mitos permanecieron. Hoy, la restauración de la Mansión Guirola revive no solo un edificio histórico, sino también las historias —entre hechos y leyendas— que forman parte del imaginario tecleño.