¿Sabes qué es la “respuesta al estrés”? Conoce cómo reducir sus efectos

El estrés es una parte normal de la vida, y en pocas palabras es la reacción del cuerpo ante cualquier cambio por medio de ajustes o respuestas, ya sea físicas, mentales y emocionales. Se desencadena por una amenaza real o por el hecho de pensar que se está ante un peligro, y puede causar estragos en el organismo.

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El estrés tiene aspectos positivos y negativos para el ser humano.

Por Mireya Amaya

2020-05-18 6:59:38

¿Sabías que el cuerpo humano no diferencia entre las fuentes de estrés, sino que solo responde ante él? Por eso, “si este se debe a un hecho real o tan solo a un pensamiento, el cuerpo puede reaccionar de la misma forma”, explica, el doctor Kent Bradley, director de Salud y Nutrición de Herbalife, y asegura que en estos tiempos tan inciertos, esto puede tener un enorme impacto en el cuerpo.

Entonces, ¿qué es la “respuesta al estrés” y por qué la experimentamos?
De acuerdo con la Universidad de Málaga, “es nuestra particular forma de afrontar y adaptarnos a las diversas situaciones y demandas que nos vamos encontrando, es una respuesta que aparece cuando percibimos que nuestros recursos no son suficientes para afrontar los problemas”.

En pocas palabras, es un mecanismo para la propia supervivencia. Es decir, estamos programados para sobrevivir y nuestra mente se encuentra en constante estado de alerta frente a las amenazas.

“Algunos lo denominan reacción de ‘lucha o huida’. Creo que todos sabemos qué se siente: aumento repentino de la frecuencia cardíaca, quizás aceleración de la respiración. Todo apunta a preparar el cuerpo con el oxígeno necesario para actuar de inmediato. Detrás de esto, existe un aluvión de hormonas que estimula las acciones del cuerpo y, al mismo tiempo, afecta otros aspectos de nuestra salud”, apunta el doctor Bradley.

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Lo primero es que aumenta la circulación de adrenalina, conocida como epinefrina, la cual activa la frecuencia cardíaca, pero también estimula la liberación de glucosa y grasa de los depósitos de almacenamiento como fuente de combustible.

Si no se controla, se produce una segunda respuesta, que provoca la liberación de la hormona cortisol al torrente sanguíneo. Esta aumenta la cantidad de glucosa en el torrente sanguíneo y puede estimular el hambre, lo cual puede llevarnos a ingerir más calorías de las que realmente necesitamos y favorecer el sobrepeso o la obesidad.

En la crisis actual
A esta altura de la pandemia es innegable que muchas personas padecen algún grado de estrés, y no es para menos, ya que la preocupación ante el contagio de COVID-19 es grande. Y ahora, con la posible extensión de la cuarentena, la escasez de alimentos y la necesidad de trabajar de muchos, la presión empeora. La pregunta es ¿cómo nos afecta en esta situación?

Es importante destacar que el estrés agudo puede ser, al mismo tiempo, beneficioso y perjudicial para nuestro cuerpo. Lo bueno, según Bradley, es que nos obliga a mantenernos atentos para protegernos y cuidar a nuestros seres queridos. Pero lo negativo es que aumenta la presión sanguínea y acelera la frecuencia cardíaca y, en personas con enfermedad cardiovascular prexistente puede provocar un ataque cardíaco o accidente cerebro vascular, ACV.

Sin embargo, lo más preocupante es el estado de estrés crónico, como el que experimentan muchas personas en este momento de incertidumbre. En este estado, el cuerpo está constantemente en alerta, lo que provoca un aumento en la presión sanguínea y el peso, ambos factores de riesgo para la enfermedad cardiovascular.

Además, “sabemos que el cortisol reduce la producción de nuestras células inmunoprotectoras, conocidas como linfocitos. Si bien en la fase aguda podemos observar un verdadero aumento de estas células, a medida que avanzamos a un estado de estrés más crónico, la liberación de cortisol produce una disminución de las mismas, que puede afectarnos a la hora de combatir efectivamente las infecciones”, sostiene el profesional.

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Superar tu “respuesta”
Para ayudarte a controlar esa cascada de estrés y evitar sus efectos negativos en la salud, el doctor Bradley sugiere realizar algunas prácticas simples, como las que él llama las 6 “R”.

1. Reposar – En primer lugar, ¡duerme bien! El descanso adecuado es sumamente beneficioso para calmar la respuesta al estrés.
2. Relajación – Practica la respiración profunda, a través de ejercicios de meditación o yoga. La clave es la respiración intencionalmente lenta y profunda.
3. Recreación – Mantente activo durante el distanciamiento social, aunque sea caminando dentro de tu casa, leyendo un libro o haciendo algo que disfrutes. ¡Tomarte un tiempo para hacer algo que te guste y que incluya algún tipo de actividad (física o mental) es beneficioso!
4. Relaciones – Estar conectado es muy importante, pues estamos programados para vivir en comunidad. Podemos estar físicamente aislados, pero eso no significa que perdamos nuestra conexión con los demás. Las llamadas telefónicas o las videollamadas pueden ser una excelente forma de mantenernos conectados.
5. Rutina – Sí, en medio del cambio, ¿por qué agregar otro más? Mantén la consistencia. Ahora debes trabajar desde casa. Entonces, levántate a la misma hora, arma tu oficina y trabaja como lo harías habitualmente.
6. Reformular – Vuelva a analizar el estrés percibido para dejar de considerarlo una amenaza. Quizás necesites la ayuda de un coach que te oriente en la práctica de identificar, en primer lugar, por qué algo es percibido como una amenaza para luego ponerlo en un contexto beneficioso.

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Atención a estas señales
De acuerdo con la Clínica Cleveland, el estrés crónico puede desgastar las defensas naturales del cuerpo, y dar lugar a una variedad de síntomas físicos a los que debes prestar atención inmediata. Los siguientes son algunos de ellos:

Mareos o una sensación de aturdimiento.
Dolores y molestias generales.
Rechinar los dientes, apretar la mandíbula.
Dolores de cabeza.
Indigestión o síntomas de reflujo gastroesofágico.
Aumento o pérdida de apetito.
Tensión muscular en cuello, cara u hombros.
Problemas para dormir
Corazón acelerado
Palmas frías y sudorosas.
Cansancio, agotamiento.
Temblor.
Aumento o pérdida de peso.
Malestar estomacal, diarrea.
Dificultades sexuales.