¿Sales a la calle con miedo? Es posible que tengas el síndrome de la cabaña

Se trata de un comportamiento usual en personas que han estado mucho tiempo aisladas en sus hogares, como en la cuarentena. Ante la reapertura de la economía muchos creen que es amenazante andar por las calles. Conoce qué dicen los psicólogos al respecto.

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Foto EDH Pixabay

Por Diana Orantes

2020-08-24 1:46:40

Miedo, rechazo, inseguridad y desconfianza es lo que sienten muchas personas frente a la desescalada provocada por la pandemia y la idea de salir a las calles.

Esta nueva actitud para enfrentar la nueva realidad se llama síndrome de la cabaña. Es un estado que involucra varios síntomas que varían de una persona a otra, pero que generalmente son depresión, desasosiego, sensación de vivir enjaulado, soledad, impaciencia, aburrimiento y frustración.

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Se presentan, según Óscar Pino vocal del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, en personas que han pasado mucho tiempo en situaciones de aislamiento, por ejemplo los reclusos de las cárceles, personas con limitaciones físicas que les impide moverse y permanecer largos periodos de tiempo en un mismo lugar, quienes viven en sitios peligrosos para salir de casa como en zonas de guerra o vecindarios de alta criminalidad, y por supuesto, en cientos de miles de personas que debido a la pandemia se quedaron en casa cumpliendo cuarentena estricta, obligatoria o voluntaria.

Del aislamiento y todos sus efectos negativos derivan malas decisiones para la salud como tomar alcohol o fumar, incluso volverse amenazante con las demás personas que habitan en la casa. Esto complica la situación porque afecta a quienes le rodean y estos desarrollan sensaciones distintas, pero también asociadas a este síndrome.

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Mientras unos se hacen violentos, otros desgastan la mente por la falta de estímulos durante el encierro. El aburrimiento también empuja a las personas a rechazar cualquier hábito saludable, como el ejercicio o hacer manualidades.

La experta en tratamiento de estrés y ansiedad Laura Solana indica que los individuos con antecedentes de ansiedad son más proclives a padecer este síndrome.

“Estas personas tienen tendencia a generar pensamientos circulares negativos que actúan como andamios de escenarios mentales catastróficos”, subraya. Aunado con la sobre exposición de información y noticias engendra mayor ansiedad.

Los que han pasado el confinamiento solos, no hicieron salidas rutinarias o no fueron a trabajar, usualmente presentan habilidades sociales bajas y se sienten desprotegidos.

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Otras características de este síndrome es que la gente comienza a ver a los demás como un “peligro”. “Esto es algo que durará un tiempo y producirá un cambio de hábitos”, sostiene Pino. Por eso algunos se refugiarán más en casa. A largo plazo aliviará el estrés, pero el miedo se instalará más y más y las limitaciones aumentarán, sugiere Solana.

¿Qué sucedía antes de este síndrome?

La mente del ser humano es una máquina maravillosa que puede adaptarse a todas las situaciones, cada individuo a su ritmo. Eso explica por qué al inicio de la cuarentena algunos crearon sus propias rutinas para manejar la situación y mantener el control.

Cuando la gente se acostumbró a este estilo de vida les tocó enfrentan lo contrario: salir de casa con las respectivas medias de bioseguridad, imaginando que todos portan la enfermedad y que ninguno se cuida lo suficiente para evitar contagios.

En cuanto al hogar, después de ser un lugar indeseado para estar por tanto tiempo, se convierte en el campo de fuerza o refugio. Solana subraya que “ante este marco general de incertidumbre, se buscan espacios que apelen a la seguridad y al control”.

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Mientras tanto, en la calle sucede lo contrario. “Hay mucha gente que tiene sensación de descontrol, de que el asunto se puede salir de las manos”, dice Pino.

Para Solana la clave es discernir entre dos temores: el adaptativo —que se supera con el tiempo— y el patológico —muy peligroso porque es capaz de incapacitar y limitar—.

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“No pasa nada por tener miedo, pero hay que intentar que esto no te secuestre”, menciona el profesor de psicología de la Universidad Pontificia Comillas, de Madrid. Recomienda no dejar de salir —siempre que sea necesario— por miedo o ceder lentamente a la “nueva normalidad”, cumplir las medidas de higiene y hacer cada uno su parte para botar los miedos y ansiedades.

Que la mascarilla y los guantes sirvan “como una prolongación del caparazón que se tiene en casa”, apunta el experto.