La Organización Mundial de la Salud indicó que el consumo de carne roja semanal debería ser de 500 gramos, y según los científicos debe considerarse solo el consumo de 250 gramos.
Añadió también que “una dieta rica en alimentos de origen vegetal y con menos alimentos de origen animal confiere una buena salud y beneficios ambientales”.
La propuesta es de 37 científicos agrupados por EAT, quienes abogan por el cambio a dietas saludables, sabrosas y sostenibles; realinear las prioridades del sistema alimentario para las personas y el planeta; producir más de la comida adecuada, de forma más eficiente; salvaguardar los océanos y la tierra; y reducir radicalmente las pérdidas y desperdicios de alimentos.
En general, la dieta se enfoca en los granos integrales, frijoles, frutas y la mayoría de las verduras. Se debe limitar el azúcar, los granos refinados como el arroz blanco, el almidón y la fécula como las papas y la yuca.
Tras la reducción de muertes anuales
Willett, de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard, y su colega Johan Rockström, del Instituto Potsdam para la Investigación del Cambio Climático y Stockholm Resilience Center, dirigieron el trabajo que incorporó elementos como el impacto de la dieta en la mortalidad.
La comisión analizó los impactos potenciales del cambio en la dieta sobre la mortalidad por enfermedades relacionadas con la dieta, y tomaron en cuenta tres enfoques.
Concluyeron que los cambios de las dietas actuales hacia otras más saludables probablemente generen importantes beneficios para la salud y permitan prevenir aproximadamente 11 millones de muertes anuales, lo que representa entre el 19 % y el 24 % del total de las muertes en adultos.
Los comisionados propusieron límites dentro de los cuales la producción global de alimentos debería permanecer para disminuir el riesgo de cambios irreversibles y potencialmente catastróficos en el sistema terrestre.
Los científicos que participaron en este estudio tomaron el Acuerdo de París para el límite del cambio climático en relación a la producción de alimentos que pretende establecer el calentamiento global por debajo de 2 grado celsius, con el objetivo de 1.5 grados celsius y descarbonizar el sistema energético mundial para 2050.
Asumen también que la agricultura mundial hará la transición hacia la producción sostenible de alimentos, lo que llevará a un cambio del uso de la tierra y en el que esta pasará de ser una fuente neta de carbono a convertirse en un sumidero neto de carbono.
El informe asume que la agricultura mundial hará la transición hacia la producción sostenible de alimentos.
De acuerdo al documento, resulta inevitable una combinación de cambios sustanciales hacia patrones dietéticos basados principalmente en plantas, con reducciones drásticas en las pérdidas y desperdicios de alimentos y mejoras en las prácticas de producción de alimentos.
Rockström advirtió que “la producción mundial de alimentos amenaza la estabilidad climática y la resistencia del ecosistema”.
A su juicio “constituye el mayor impulsor de degradación ambiental y de transgresión de los límites planetarios y el resultado de la suma de ambas es grave”.
Por eso alerta de que “una transformación radical del sistema alimentario mundial es urgentemente necesario” y sostiene que si no se actúa “el mundo corre el riesgo de no cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y el Acuerdo de París”.
Otros importantes estudios recientes han demostrado cómo los hábitos alimenticios se relacionan con el medio ambiente. La producción de carne roja ocupa la tierra y los alimentos para criar al ganado, el cual es el metano, un gas de efecto invernadero.
John Ioannidis, presidente de prevención de enfermedades en la Universidad de Stanford, señaló que celebraba la creciente atención hacia cómo las dietas afectan al medio ambiente, pero que las recomendaciones del reporte no reflejaban el nivel de incertidumbres científicas sobre la nutrición y la salud. “La evidencia no es tan fuerte como parece”, dijo.