Hoy es el Día Internacional de la Dislexia, una fecha dedicada a ese trastorno de aprendizaje que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta la capacidad de leer, deletrear, escribir y hablar del 5% y 15% de la población.
La conmemoración se lleva a cabo con la intención de dar a conocer al mundo las características y los tratamientos de esta alteración.
Según Anabel Aguilar, psicóloga educativa, los niños, adolescentes y adultos con dislexia tienen un nivel de inteligencia normal, pero aprenden de manera diferente.
“Las personas con dislexia, sobre todo los niños, a menudo son tan inteligentes como sus compañeros de clase, sin embargo, se esfuerzan más en la escuela porque les lleva más tiempo leer, escribir y expresarse de forma verbal. Suelen presentar problemas para procesar palabras”, subrayó la licenciada Aguilar.
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Algunos personajes históricos, de indiscutible genialidad, que sufrieron este desorden son Albert Einstein, Leonardo Da Vinci, Thomas Edison, Pablo Picasso y Walt Disney.
Aguilar explicó que las personas que padecen este desorden también manifiestan otros síntomas como problemas de ortografía y confusión de palabras; su lectura se caracteriza por omisiones, sustituciones, distorsiones, lentitud, vacilaciones, problemas de seguimiento visual y déficit en la comprensión.
“Los adultos también pueden tener este trastorno de aprendizaje. Algunas personas son diagnosticadas a edad temprana, otros no se dan cuenta de que lo tienen hasta en la vejez”, refirió la psicóloga.
Según www.ladislexia.net, la falta de formación de los profesionales, la inexperiencia en realizar diagnósticos tempranos y la incompetencia del sistema educativo para tratar las necesidades concretas de los niños disléxicos han provocado que, durante años, muchos de ellos se hayan etiquetado como haraganes, torpes o despistados, lo que ha fomentado el fracaso escolar en esta población.
¿Cuál es la causa del trastorno?
La psicóloga salvadoreña aclaró que la dislexia está vinculada con ciertos genes que afectan la forma en que el cerebro procesa la lectura y el lenguaje, por lo que la afección a menudo se presenta en familias. La probabilidad de la dislexia aumenta si los padres, hermanos u otros miembros de la familia la padecen.
No existen medicamentos para esta alteración, pero la medicación puede tratar otras condiciones que suelen asociarse, entre ellas el déficit de atención, la hiperactividad, la ansiedad y la depresión.
“Los niños con dislexia requieren de enseñanza especializada en lectura y escritura, que pueden recibirla en la escuela como parte de la educación especial. En muchos casos pueden recibirla de forma privada, trabajando con especialistas en lectura”, apuntó Aguilar.
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En el caso de los niños, para paliar la situación se debe trabajar de forma constante, no sólo en el aula sino también en casa; deben recibir el apoyo de sus padres para realizar actividades que les permitan progresar y mantenerse motivados.
Asimismo, la psicóloga recomendó que lo primero que deben hacer los padres es detectar cuál es la dificultad concreta del niño, luego se debe trabajar junto con él en actividades específicas para superar su dificultad, por ejemplo, hacer una lectura conjunta de libros que sean de interés para el chico, leer palabras complejas y en voz alta para que él detecte errores.
Aguilar recalcó que el castigo físico y el psicológico son contraproducentes; pues la empatía, la comprensión y el respeto son indispensables para el tratamiento.
Señales de alerta
Según la Asociación Internacional de Dislexia, estos son algunos de los síntomas que suelen presentar los niños con esa alteración.
• Impedimento para leer oraciones o palabras sencillas.
Suelen confundir palabras cortas como “del” o “por”.
• Invierten las palabras de manera total o parcial, por ejemplo
“casa” por “saca”.
• Escriben la misma palabra de distintas maneras.
• Invierten las letras, por ejemplo “p” por “b”, o “d” por “b”.
• Tienen dificultad para ver que una palabra está mal escrita, y no precisamente por problemas de visión.
• Copian las palabras mal aunque están mirando cómo se escriben.
• Conocen una palabra pero usan otra, como “gato” por “pato”.
• Tienen dificultades para distinguir la izquierda de la derecha.