5 impactantes historias de mujeres sobrevivientes de cáncer de mama que te inspirarán

Cada una enfrentó la enfermedad de diversas formas. Buscaron el apoyo de la familia y se aferraron a la vida. Conoce sus historias

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Foto EDH

Por Alejandro Pacas / Kenya Henríquez

2018-10-19 7:42:59

Rosa Castro : “Crucé un desierto sin dejar de ser hermosa”

Castro es una bella mujer a quien le tocó enfrentar con valentía un diagnóstico de cáncer de mama.

Rosa llevaba una vida normal, sometiéndose a chequeos cada seis meses, debido a que su madre ya había peleado contra esa enfermedad, en consecuencia ella tenía altas posibilidades de heredar el cáncer.

Tras pruebas como ultrasonografía, mamografía y resonancia magnética, para abril de 2017, faltaba confirmar las sospechas que tenía su oncóloga, con una biopsia.

Mientras se dirigía al consultorio el día que iba a realizarse el último examen para recibir los resultados de la resonancia, se preguntaba cuál sería su diagnóstico. Para su sorpresa este arrojaba un 99 % de posibilidades de cáncer.

“Al escucharlo me quebranté, realmente no esperaba ese porcentaje, la biopsia solo serviría para confirmar el 1 %”, dijo Rosy con voz entrecortada.

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Lina Hinestroza, directora de la Fundación Modo Rosa, de Colombia, cuenta lo más difícil pero también lo más gratificante en su experiencia con el cáncer de mama.

Con una postura de negación, le mencionó a su doctora que no quería someterse a ningún tratamiento.

“Estaba en shock, me sentía sola, tenía muchos temores, pensaba en los efectos de los tratamientos, me preguntaba cómo afrontaría la caída de mi cabello, si me quitarían todo mi pecho y en cómo iba a lucir”, detalló.

Al salir del consultorio decidió visitar un lugar para orar, ahí sintió consuelo con otras personas que le eran desconocidas, al estar más tranquila retomó su camino y se dirigió a su casa para contarle a su madre, quien según describe, tomó la noticia con gran dolor.

“A mi mamá se le hacía difícil pensar que su hija también pasaría por lo mismo que ella, aun así se convirtió en mi gran apoyo, junto a mi familia, amigas y compañeros de trabajo”, comentó.

Así se sintió hermosa

Después de una cuadrantectomía (la extirpación de un cuarto de la mama), recibió ocho quimioterapias y 25 radioterapias. “Fue un desierto muy difícil por el que pasé”, dijo con voz baja. Hay algo que la marcó durante esa etapa y fue cuando perdió su cabello; solía mantenerlo largo y de repente lo miraba en su almohada, en el piso y en el baño, cuando comenzó a dolerle el cuero cabelludo, decidió raparse.

“Me vi en el espejo, me asombré por un momento, pero me gustó lo que vi, ahí comprendí que era hermosa aún sin cabello y que no tenía por qué dejar de sonreír”, expresó.

Solía ponerse turbantes que le encantaba combinar con su atuendo. “Se habían convertido en un accesorio más para verme bien”, contó orgullosa.

Parte de su rutina era que, después de un baño refrescante, humectaba su piel y se aplicaba sábila en el cabello; al maquillarse rellenaba su ceja con un gel, un día notó que ya no tenía vellos en esa zona del rostro pero tanta era su práctica, que la dibujaba perfectamente.

Pasado el tiempo, su cabello, cejas y pestañas comenzaron a salir. “Sentí que Dios me estaba creando de nuevo, es una sensación de victoria”, dijo emocionada.

Asegura que todo lo que pasó le ayudó a lograr un equilibrio en muchos sentidos desde emocionales y
físicos, para sentirse bella por fuera y por dentro, pero a su vez también afirmó que el amor recibido de quienes la rodeaban fue clave para salir de todo el proceso.

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Ana Gladis: “Lo que hago es porque estoy acá para servir”

Ana Gladis Rosales tiene 50 años, pero ha trabajado desde los 18. Es licenciada en Relaciones Públicas y Comunicaciones, madre de tres hijos y en estos momentos atraviesa una lucha de todos los días para vencer al cáncer de mama.

La manera en la que Gladis se dio cuenta de su enfermedad fue casi por accidente. La madrugada del 2 de octubre de 2013, mientras dormía, su mano izquierda palpó una bolita en su seno derecho.

Al principio le pareció indiferente porque sus mamografías habían salido bien hacía tres meses. Sin embargo, muchos le recomendaron hacerse los respectivos exámenes, por lo que tuvo que suspender sus actividades laborales.

Las evaluaciones y los días avanzaban tan rápido como la anormalidad encontrada en su cuerpo. El 10 de octubre, Gladis se sometió a una operación para extraer “la bolita” que ahora tenía el tamaño de un limón. Posteriormente, se enteró de que padecía de cáncer de seno y debía empezar un tratamiento.

Apoyo en el trabajo

Como era de esperarse, todos en el trabajo de Gladis se preocuparon e intentaban encontrar una respuesta al por qué le había pasado esto a una persona que vivía sanamente y hacía ejercicio.

Doce días después de la intervención quirúrgica, Gladis comentó con su jefe todo lo que había pasado, la forma en la que se dio cuenta y le explicó cuál sería el proceso a seguir. La respuesta de su superior la dejó sorprendida.

“Él me dijo que me tranquilizara, que me hiciera todos los procesos que fueran necesarios y que no se me iba a descontar ni un solo centavo”, aseguró.

A partir de ese momento, Gladis se iba a someter a siete procesos de quimioterapia cada 22 días y, aunque después de cada una de ellos se sentía muy agotada, regresaba a trabajar a los 10 días, para ponerse al día con sus obligaciones y dejar todo preparado para cuando tuviera que ser intervenida nuevamente.

Dentro de este proceso fue inevitable perder el cabello, llorar y sentirse mal, pero esta mujer siempre encontró la manera de seguir adelante.

“Cuando salía de la casa a trabajar, me maquillaba, me ponía muy bonita, me subía al carro y decía: ‘Gracias, Dios, porque regreso a trabajar’. Al llegar a la oficina, la gente me consentía, me recibían con flores y pastel”, recuerda Gladis mientras se le dibuja una enorme sonrisa.

Mientras revive todos esos episodios, Gladis no se cansa de decir que está agradecida con su empresa. A lo mejor, por eso, la decisión de dejar de trabajar fue tan difícil.
“Tenía que descansar”

“El 27 de febrero de 2017 me doy cuenta de que en la otra mama me encuentran un ganglio misterioso de origen hormonal”, confiesa con cierto grado de asombro.

Eso significaba que el cáncer había aparecido de nuevo y el proceso para eliminarlo debía reanudarse.

A pesar de que la empresa siempre la apoyó y que quería seguir trabajando para ver como profesionales a sus hijos, Gladis tuvo que descansar, porque en septiembre de ese año sería sometida a una nueva intervención quirúrgica: una mastectomía; le iban a quitar sus senos.

Después de la recuperación de esa operación, Gladis quería seguir activa, pero tomando en cuenta su salud. Lo logró de otra forma.

“Ahora soy tan feliz de promover entre las empresas privadas iniciativas para capacitar a su personal para que desde temprana edad se comiencen a cuidar”, señaló.

Hoy en día, es la presidenta de la Asociación de Pacientes Oncológicos (Aspo) y su nuevo trabajo consiste en ayudar a mujeres que, como ella, necesitan ayuda para poder salir del cáncer de mama.


Norma Ramírez: “Mis hijas han sido mis ganas de vivir”

“Soy Norma Ramírez, madre de dos jovencitas que diariamente alegran mi vida, ellas tienen 22 y 21 años, aunque una está fuera del país, ambas se han convertido en mi mayor soporte.

Recuerdo perfectamente las últimas semanas de 2003, mi hija mayor tenía 7 años y la menor 6; se venían días difíciles pues tenía que hacerme la mamografía y no sabía cómo afrontaría el diagnóstico con ellas y con mi esposo.

Cuando tuve en mis manos los resultados, no esperé llegar hasta donde la oncóloga y decidí leerlo: “tenía cáncer de seno”, en ese momento me preocupé y más cuando lo escuché de ella.

Comencé a llorar y lo primero que pensé fue “me voy a morir y mis hijas van a pasar lo mismo que yo”, porque uno siempre asocia al cáncer con morirse, pero en mi caso, además había sufrido la muerte de mi mamá a causa de esta enfermedad, cuando apenas yo era una niña de 3 años.

Con mucha fe y esperanza me sometí a la operación, al darme de alta; llegué a la casa, ahí mis pequeñas me esperaban con un abrazo lleno de amor.

Durante los próximos 40 días que estuve incapacitada, mi esposo atendía a las niñas pero yo siempre trataba de estar pendiente de ellas.

Pasé un año en chequeos constantes, sobre todo continué cuidando mi salud, haciendo ejercicio y cumpliendo con las responsabilidades del hogar y del trabajo.

Una segunda prueba

Para 2017 mis hijas estudiaban fuera del país y regresaron en diciembre de ese año a pasar las vacaciones conmigo; sin embargo, la alegría de volver a estar juntas se convirtió en tristeza.

Después de 14 años la historia se repitió, el viernes 29 de ese mes, la oncóloga me comunicó, junto a mi familia, que tenía cáncer en mi otro seno; mis niñas se quedaron mirándome asustadas esperando que dijera algo, rompí el silencio y comenté: “bueno a luchar nuevamente”.

Me sentía tranquila, creí que sería como la primera vez, hasta que me dijeron que necesitaría quimioterapias, el temor se apoderó de mí porque tenía el sueño de viajar a México para estar en la graduación de mi hija menor.

Recién operada en enero de este año, tuve que demostrar valentía al despedirme de mis jovencitas, pues ellas tenían que regresar al extranjero para continuar con sus estudios; para evitarles preocupación no podían verme llorar, así que les dije “mis amores vayan tranquilas que nos volveremos a ver”, deseando que se llegara pronto el día del evento tan esperado.

Tras cuatro sesiones de quimioterapia y tratamientos, me convertí en sobreviviente del cáncer. Volé junto a mi esposo para presenciar la graduación de mi pequeña, fue uno de los días más felices de mi vida, porque había creído que no podría estar ahí, pero lo logré.

Creo que la separación y la lucha con ellas, para vencer el cáncer, nos hicieron más #fuertes y cariñosas, ahora tendré la oportunidad de ver la graduación de mi otra hija y además la posibilidad de algún día cumplir el sueño de viajar juntas a Europa”.

 

Sandra de Torres : “Sin el apoyo de toda la gente, me hubiera desvanecido”

– ¿Qué hubiera pasado si Sandra no hubiera tenido el apoyo de tanta gente mientras sufrió cáncer? – le pregunté.

En ese momento, sorprendentemente, ella saca su testimonio escrito y me muestra un listado de dos páginas que contiene los nombres de todas las personas que hicieron algo por ella mientras enfrentó el cáncer de mama.

Para ella aún es difícil hablar de su enfermedad. En varios tramos de la plática que sostuvimos, su voz se cortó y las lágrimas brotaban al recordar todo lo que vivió desde el 10 de julio del 2012.

Ese día se dio cuenta que sufría cáncer y era muy grave. Debían operarla lo más pronto posible, debido a que, según los especialistas, era un cáncer “agresivo, invasivo y furioso”, la probabilidad de sobrevivencia era mínima: 2 %.

La noticia la devastó. En ese momento marcó el teléfono para llamar a su copastor, quien también ha fungido un rol como padre que nunca tuvo. A partir de ese momento, toda su familia y toda la comunidad de su Iglesia se unieron para darle el apoyo y las fuerzas que necesitaba.

La operación quedó programada para seis días después, un lunes.

El domingo anterior, la familia y los miembros de su comunidad planearon llevarla al mar, aunque
Sandra no tenía ni las fuerzas ni las ganas de salir o hablar con alguien. Sin embargo, accedió.

Tomó agua de coco y, a pesar que no llevaba ropa de cambio, se bañó y comenzó a creer que todo lo que estaba viviendo era por última vez.

“Mientas me bañaba, me giré y vi que todos estaban llorando y oraban mirándome hacia donde estaba”, contó con un nudo en la garganta.

En aquel entonces, su principal preocupación eran sus hijos: Yamileth de 17 años y Aarón de 11. La operación fue un éxito y todas las personas que estuvieron acompañándola en el hospital se sorprendieron de verla tan radiante y llena de paz.

Tratamiento

Aproximadamente un mes después de la intervención comenzó un paso difícil: las quimioterapias. Eran muy fuertes y en muchas ocasiones tuvo que ser hospitalizada.

Sus dos hijos y su esposo no la dejaron sola. Siempre estuvieron pendientes de cada una de las atenciones que Sandra necesitaba.

Mientras recibía el tratamiento, habían efectos secundarios que fueron difíciles de asimilar, como las defensas bajas, los vómitos, no podía comer y la pérdida de cabello.

“Sentí tanto el apoyo de la gente que me rodeaba que hasta me regalaban pelucas, pero no me las ponía aunque mi hija me decía que lo hiciera”, mencionó.

Según Sandra, durante ese proceso tampoco se soltó de la mano de Dios… ni Dios de la de ella.

Después de 16 quimioterapias, 25 sesiones de cobalto, radiaciones y cerca de 10 meses de tratamiento el cáncer se eliminó. No obstante, el cáncer apareció de nuevo, con más fuerza que antes y el tratamiento tenía que volverse a iniciar, pero de una manera más intensa.

Un nueva odisea comenzó y también finalizó y el cáncer logró bloquearse.

Los tratamientos fueron duros y desgastaron el cuerpo de Sandra, quien ahora atraviesa algunas secuelas de ello, pero con una actitud diferente porque ha sobrevivido a una enfermedad de la que le daban prácticamente nulas posibilidades de vida.

Ahora Sandra comparte su testimonio y reconoce que hubiera sido más difícil si todo ese listado de personas no hubiera estado con ella.

Maribel de Cruz: “Yo soy doctora de la vida”

Cuando una persona comienza a traspasar la frontera entre la adultez y la tercera edad, se da cuenta que su cuerpo no es el mismo: las fuerzas faltan, el cansancio está presente y se pierde mucha agilidad para mantenerse activo.

Pero ese no es el caso de Maribel de Cruz. Ella, a sus 68 años, se ve muy fuerte, sonriente, con ganas de vivir y saludable.

Atrás de ella hay una historia que ella misma califica como “un calvario”. No parece, pero ha pasado más de dos décadas lidiando con dos tipos de cáncer.

El primero fue un cáncer linfático agresivo, a tal punto que el doctor le dio solamente tres meses de vida.

Las ganas de vivir de Maribel y el amor por su familia eran más fuertes. Eso le permitió salir adelante y luchar contra la enfermedad más tiempo del que cualquiera se hubiera imaginado: 25 años.

¿Cuál es el secreto para que una mujer sobreviva tanto tiempo con una enfermedad tan dura? Y ella
respondió: “Aprendí a vivir con el cáncer”.

A los 64 años , cuando ya había salido del cáncer linfático, a Maribel le encontraron un cáncer hormonal en uno de sus senos.

Esa noticia, que hubiera devastado a cualquier persona que se veía recayendo en una enfermedad grave, dio más fuerzas a esta mujer para seguir adelante.

“Ya había sobrevivido a un cáncer, el otro no me asustó. Yo sabía cómo cuidarme”, aseguró con rostro lleno de tranquilidad.

Hace cuatro años que Maribel se sometió a una mastectomía para erradicar el cáncer de mama. Ahora sigue bajo tratamiento, pero ella misma confiesa que se siente bien y que tiene más ganas de vivir.

El secreto

“Yo trabajé toda la vida para una institución bancaria, pero con el cáncer me convertí en doctora de la vida”, mencionó con una sonrisa y cierta picardía.

Desde antes que le detectaran el cáncer linfático, Maribel siempre fue una mujer muy activa, que cuidaba mucho su alimentación, amante del fútbol, del ejercicio y de la vida saludable.

Cuando ella enfrentó sus procesos de quimioterapia, paralelo a ellos llevaba una dieta muy rigurosa, pero eficiente. Además, encontró en las hortalizas, en las verduras y en los tés a unos aliados para sobrellevar la enfermedad.

“He tenido otras enfermedades a raíz de la quimioterapia, como osteoporosis, pero con medicina, ejercicio y una buena alimentación he sobrevivido a ellas”, aseguró con firmeza.

Con la autorización de los médicos y nutricionistas, Maribel se ha preparado infusiones naturales que le han ayudado a sentirse mejor: tés de perejil, de moringa y de espinaca han sido solo algunos de sus remedios, así como verduras como el güisquil y diferentes tipos de caldos.

Ella no come nada de comida rápida ni alimentos empaquetados, las harinas son limitadas y, sobre todo, continúa haciendo ejercicio todos los días durante media hora, como mínimo.

Hoy en día sigue activa, sigue en movimiento, pendiente de la actividad física de sus nietos y del deporte, y se le sigue dibujando una enorme sonrisa cuando se sabe vencedora del cáncer y cuando hablamos de fútbol.

– Maribel, ¿cómo cree que queda la Selecta ahora contra Barbados?- pregunté.
– Creo que ganamos 3 a 0- dijo ella, ocho horas antes del partido.