La anorexia sexual, anafrodisia o deseo sexual inhibido o reprimido es un trastorno. Contrario a lo que se cree, existe mucha gente en el mundo que tiene “aversión” al acto sexual y muy poco interés para realizarlo.
Detrás de esa actitud generalmente se esconden algunos problemas psicológicos, miedo a estar con alguien por temor a ser dañado o no llenar las expectativas de la pareja.
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Dice la psicosexóloga Emma Ribas que no se debe confundir esta situación con la asexualidad –orientación sexual en la que no existe atracción– aunque los comportamientos sean parecidos.
Los anoréxicos sexuales manifiestan rechazo al sexo, ansiedad por los toqueteos o acercamientos tan minúsculos como un beso en la mejilla y suelen inventar excusas para evitar el contacto. El apetito sexual, al igual que la persona que deja de comer paulatinamente, disminuye con el tiempo y le puede pasar a un individuo casado o soltero.
Ribas explica que si el sujeto tiene una relación experimentará el deseo de terminarla porque se siente obligado a demostrar un buen rendimiento sexual. “Las personas se sienten encapsuladas, como en una situación a la que no saben cómo han llegado, pero de la que no saben salir sin ayuda”, explica la experta y peor aún, “muchas mujeres se obligan a tener relaciones sexuales sin ningún tipo de deseo, como si fuera una tarea más que hay que cumplir”, añade.
Quien padece anafrodisia cree que su pareja le provoca este comportamiento, pero no es así, el malestar surge de sí misma, de su propia ansiedad. Eso explica por qué la anorexia también se da en personas solteras.
En esos casos la persona rechaza el sexo con otros o cualquier posibilidad de sentir placer. No ve interés en masturbarse, ver sus genitales, siquiera, o simplemente ignora su feminidad o masculinidad.
Esta actitud está sujeta con la baja autoestima y la percepción negativa del propio cuerpo, dificultad para expresar sus deseos sexuales y sentimentales.
Los entornos familiares también dan la pauta para convertirse en un anoréxico sexual. Vivir en núcleos parentales pocos afectuosos, llenos de vicios, conductas abusivas y traumas van moldeando a este tipo de personas. Pero también haber tenido una educación extremadamente estricta, obsesiones por mantener modelos sociales rígidos, padres controladores y vivir entre personas depresivas también son causas directas.
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El problema se debe abordar en pareja, si la hay, o individualmente. En el primer caso, sostiene la psicoterapeuta, lo primero es que se les sugiere evitar la penetración y abordar la intimidad. “A partir de aquí se buscan los motivos que han originado dejar de desear a la pareja o a uno mismo… Hay casos en los que afloran abusos sexuales o psicológicos”, aclara.
Pero otros obstáculos del deseo pueden ser la rutina, falta de imaginación al momento de estar juntos, peleas, incomunicación, agresiones, desafectos, consumo de sustancias alcohólicas hasta agotamiento físico.
También se trabaja, de la mano con un experto, para aproximarse al cuerpo, explorarlo o reconciliarse con su pasado y su estima.