Los leggins nacieron en la década de los 60 como una prenda liberadora y cómoda para las amas de casa, después resultaron esenciales para brillar y bailar en míticos clubs como Studio 54 y, ahora, el confinamiento por el COVID-19 los ha convertido en uniforme de batalla, en prenda estrella que lo mismo sirve para teletrabajar, ver una película o hacer deporte.
Esta prenda versátil y multiusos, que a lo largo de la historia ha despertado pasiones y odios a partes iguales, “tiene el don de resultar tan elegante como vulgar”, según explicó a Efe la experta en comunicación de moda, Pepa Fernández.
Los leggins se han convertido en la prenda comodín de la cuarentena de celebrities, influencers y mujeres anónimas, según se ha podido ver en las redes sociales. Un dato que confirma la consultora de Edited, cuando dice que la prenda “más vendida online son los leggins”, por delante del vestido midi.
Si echamos la vista atrás, en la década de los 70, los leggins abandonaron el hogar y se olvidaron del gimnasio para instalarse en la noche, donde se convirtieron en prenda esencial para bailar: famosos fueron los modelos metalizados y brillantes de Olivia Newton-John o Cher.
Estos pantalones cómodos y ajustados también sedujeron a los hombres, quienes se sentían más libres y también podían innovar en sus estilismos, como fue el caso de Rod Stewart o David Bowie.
En los años 80, gracias a la actriz Jane Fonda y a la serie de televisión “Fama”, los leggins destacaban en todos los gimnasios hasta que, en la década de los 90, Madonna mostró el lado más sexy de estos pantalones luciéndolos por debajo de la rodilla combinados con americanas amplias.