Marcela Figueroa: “El té me devolvió la ilusión”

Llega a tomar hasta 20 tazas de té por día y disfruta de esta bebida casi tanto como de promover su consumo, por eso es conocida como Tea Ambassador. Es la primera Tea Sommelier y blender certificada en Centroamérica y ha hecho de esto su mayor pasión.

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Foto Por Diego Polanco y cortesía

Por Tania Urías

2018-10-09 10:48:51

El día de la entrevista, parece una niña que esconde un secreto, sus ojos tienen un brillo particular y mientras se coloca su gabacha, como toda una sommelier profesional, anuncia: ¡Les tengo una sorpresa! y sonríe emocionada.

Luego coloca una mezcla de ingredientes ya deshidratados en una taza, vierte agua caliente y habla de magia.

Se trata de “Nocturno”, una primicia dentro de sus infusiones, tiene menos de 24 horas de aprobada por ella, pero llevaba meses ensayándola, es por ahora su infusión predilecta por que la remonta al momento en que su vida cambió para siempre.

Está inspirada en su esposo, quien falleció de cáncer, y el nombre viene de un poema que un amigo escribió para él y que relaciona al amor con la noche y las estrellas y es una mezcla de té blanco, canela y manzana.

Este té, que se torna azul al contacto con la temperatura caliente, cuenta una historia, la más personal de Marcela.

De hecho, cada una de las infusiones creadas por ella, también representa un momento particular de su vida o de sus seres más queridos, con nombres tan sugerentes como “De Pedasí con amor”, “Hasta mañana” o “Buenos días”, cada mezcla recoge anécdotas que combinan la nostalgia, el cariño y la vida.

Para esta joven, que lleva casi dos años en el negocio del té, ya de manera oficial con su marca Lafiroa, las infusiones son más que un simple negocio, son la herramienta que le devolvió la esperanza y que le ha dado la mayor felicidad.

Graduada de arquitecta y con una maestría en urbanismo, esta joven sommelier trabajó en un estudio urbanista, luego laboró en el gobierno y además como investigadora en una universidad privada, pero la gastronomía siempre fue parte de su vida, su abuela y su mamá eran cocineras natas y ella se colaba entre sartenes para curiosear.

Ya de adulta, realizaba lo que ella llama experimentos gastronómicos, había mandado a elaborar una secadora solar con la que deshidrataba vegetales en la terraza de su casa, para luego comercializarlos.

De hecho su encuentro con el té lo tuvo siendo un chiquilla, ella no lo recordaba, pero su madre tropezó con un dibujo en el que ya plasmaba lo que ahora le apasiona.

“En septiembre 2015 mi mamá encontró un dibujo que yo hice 30 años atrás y fue muy revelador. Ya era sommelier de té y de una manera inconsciente había llegado amarlo, siempre estuvo en mi origen”, comentó.

A mitad de sus dos grandes pasiones, conoció a un arquitecto, un guatemalteco 17 años mayor que ella, que la conquistó, llevándosela a vivir al país vecino, allá se llevó con ella su secadora solar y sus proyectos gastronómicos.

Dispuesta a convertirse en una profesional del té, devoró libros y se informó de un prestigioso Club del Té situado en Argentina, para convertirse en Sommelier.

“Aprendí sobre la planta del té, las variedades, los beneficios, los procesos en las fábricas, la catación, al probar una infusión puedo decir de dónde es, si es de China, Taiwán, Japón”, explicó.

El nacimiento de Lafiroa

Radicada en Guatemala, y dedicada tanto a la arquitectura como a su especialización como sommelier, el suceso trágico de la muerte de su esposo la sumió en una profunda tristeza. “Abandoné todo, primero para cuidarlo y cuando él murió, ya nada tenía sentido para mi”, rememora.

Decidió emprender un viaje a Asia para desconectarse de todo y sanar.

Recorrió Nepal, Calcuta y otras ciudades y de nuevo el té llego a su vida, esta vez para quedarse.

Se alojó en un monasterio donde tuvo contacto con hermosos jardines donde se cultivaba la flor de camelia y otras hierbas que la atraparon de inmediato.

Decidida a hacer de esta bebida, la predilecta de la gente y a enseñar en toda Mesoamérica la importancia y valor, Marcela regresó colmada de experiencias y de sueños.

Se fue vinculando en la industria, tomó el curso de blending (mezclas) y cuando estudió el mercado entendió que era un rubro inexplorado y que había mucho camino por andar.

Finalmente nació Lafiroa, su marca, una mezcla de su nombre y de su apellido, ella creó desde el concepto hasta el logo y hoy, es su razón de vida.

 

“Mi sueño es apoyar a las comunidades de mujeres indígenas y del campo, enseñarles el proceso deshidratado, pueden conservar alimentos cuando haya escasez, yo quisiera trabajar más ese rubro”.

Abriendo espacios

Esta joven y entusiasta sommelier sigue en el proceso de abrirse camino, pero ya logra importar ingredientes de Asia, una puerta que prácticamente creó, por que no existía.

Paralelamente, consiguió un empleo temporal en un proyecto de gobernanza urbana, para una compañía de EE.UU, donde le ofrecieron un puesto permanente con un atractivo salario, no aceptó por que su pasión como sommelier era más fuerte.

“Ahora no recibo el sueldo que iba a recibir ahí, pero yo soy muy feliz, eso es lo más importante, hago lo que amo y tiene un valor incalculable”, afirmó.

Cada llegada de ingredientes de Asia es una fiesta para ella, son esas ocasiones en las que puede llegar a tomar hasta 20 tazas de té al día, probando y experimentando con cada ingrediente.

Esta emprendedora también posee una red de mujeres que cultiva ingredientes frescos en dos fincas en Guatemala y otra en El Salvador.

Marcela sabe que el primer paso, ser una especialista en el rubro, la única en la región, ya es un logro, pero todavía le falta convencer a muchos de experimentar el valor de tomar una infusión.

“El té implica aprovechar cada ingrediente, yo creo que la percepción de la gente ha ido cambiando desde que yo comencé, no se trata de cambiarlo por café, la gente toma té, pero lo usa con propiedades medicinales, lo que hay que enseñar es que es más que eso, no es una bebida ajena, pero hay que hallarle otro gusto, que se vuelva una experiencia para hacer una pausa en el día, disfrutar en parar y vivir su deliciosa magia”, explicó.

Por ahora, mientras se prepara para cruzar fronteras con sus infusiones y mezclas, ya logró colocar su marca en prestigiosos restaurantes y hoteles de Guatemala y El Salvador y sigue en esa línea, segura de que la experiencia que le da este rubro de la gastronomía, le trae la mayor felicidad.

Lafiroa, la esencia de Mesoamerica,

“Lafiroa nace del sentimiento más genuino amar, para convertirse en una experiencia de encuentro profundo con una mismo, a través de una bebida bondadosa, misteriosa y milenaria la Camellia Sinensis que nos regala bienestar, equilibrio, confort, lucidez y serenidad lejos del ruido del mundo”

Cada té cuenta una historia, aquí algunos de los más emblemáticos.

Mesoamérica. Es una mezcla que hizo para la boda de una salvadoreña con un mexicano, que tiene cacao y maracuyá, entre otros ingredientes.

Ensayo de amor. Regalo para su hermana cuando se casó, tiene manzana, rosas, maracuyá y más.

Kuzkatan. Es un poema de amor para el país, está inspirado en la horchata de morro que hacía su abuela, lo hace como lo hacía ella, tostando los ingredientes, es su interpretación de la horchata pero caliente.


Mayan. Una muestra de gratitud para Guatemala que tanto que le dio, los maíces de colores vienen de ahí. Lo asemeja a atol de maíz tostado, es de sus tés más especiales.

Pedasí con amor. Es el nombre de un pueblo de Panamá, una aldea costera, es como una carta que recuerda aventuras de ese lugar, acelera el metabolismo y ayuda a perder peso.