Mantener relaciones sexuales es muy saludable (mira en esta nota todos los beneficios: 5 cosas increíbles que el sexo hace por ti ) y está comprobado que provee bienestar en distintos niveles.
Después de la intimidad hay quienes se sienten fortalecidos, guapos y guapas, con energía, felices…Pero también tristes. Sí, ese cambio de ánimo produce llanto y es una situación que no debe avergonzarte.
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Se llama disforia postcoital y aparece sin importar que hayas tenido una buena dosis de sexo o si le faltó un poquito para llegar al clímax, el cuerpo responde así.
El fenómeno ha sido estudiado ampliamente por expertos en neurología, psiquiatría y psicología, así que hay varias respuestas.
Tampoco se trata de un asunto que ha surgido en el último siglo. En el año 150 d.C. el médico griego Galeno de Pérgamo habló por primera vez de la tristeza asociada con el sexo, aunque en aquella ocasión dijo que todos los animales se entristecían después del coito menos la hembra humana y el macho.
Erró en ello, la disforia postcoital no distingue raza, género o sexo y ocurre tanto en el sexo casual como dentro de un matrimonio. En 2004 Journal of Sex Health estableció que un 10% de mujeres lo sufren.
Se caracteriza por los sentimientos de tristeza, enfado o incomodidad producidos después del orgasmo o la masturbación.
Los expertos apuntan a que las hormonas son las culpables, sobre todo en el caso de las mujeres. Pero también la vulnerabilidad en la que te encuentras durante la intimidad, la debilidad e ideas asociadas ayudan a que broten las lágrimas.
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En 2009 el doctor Richard Friedman estudió este comportamiento y lo asoció con la actividad de la amígdala que regula las emociones de la angustia, miedo o ansiedad.
La disforia postcoital dura minutos, pero si se prolonga y es muy frecuente lo más recomendado es consultar con un especialista.