Sin duda la secuela de la cinta El Conjuro está acaparando las salas de cine a nivel mundial. Sobre todo porque es basada en casos reales.
Mucho se habla de la película, pero poco se ahonda en la verdadera historia: el caso de Peggy Harper (40), una madre soltera que tras divorciarse de su esposo, se va a vivir con sus cuatro hijos a una casa ubicada en el distrito de Enfield, Londres. Los menores eran Margaret de 13 años, Janet de 11, Johnny de 10 y Billy de 7.
En una entrevista del novelista y periodista Will Storr para el diario The Telegraph, Janet (ahora de 50 años) relató que los sucesos paranormales sí sucedieron. Ella fue la principal afectada por el demonio que habitaba la casa. “Cuando llegué por primera vez allí, no pasó nada durante un tiempo, pero luego vi que algunas piezas de Lego volaban por mi cuarto y lo más extraordinario fue que cuando las recogí, estaban calientes”, contó Janet.
Dentro de sus revelaciones, Janet indicó que los ruidos fuertes y los movimientos de objetos causaron que su madre Peggy llamara a la Policía del distrito porque pensaban que en el interior de la vivienda había un ladrón.
El representante de la Sociedad para la Investigación Psíquica? (SPR) fue Maurice Grosse y tras investigar el caso, no pudo resolverlo. Él también se convirtió en otro testigo de “sofás y sillas flotantes, camas, baúles y mesas que giraban sobre sí, piedras y monedas que volaban en las habitaciones y ladridos sin que tengamos perros”, afirmó Janet en la entrevista.
Finalmente, los esposos Ed y Lorraine Warren pudieron resolver el caso en abril de 1979, ‘extirpando’ el demonio que habitaba en Janet, determinaron que la entidad diabólica estaba utilizando el cuerpo de la niña para comunicarse. El caso de Enfield fue tan comentado que se hicieron documentales.