¿Entenderán lo que viene?

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2020-11-24 6:01:23

El presidente parece creer que la capacidad de gasto del gobierno es infinita, pensando que si los impuestos no alcanzan puede tomar más dinero prestado. Hace un par de semanas, Moody’s, una de las firmas que califican la calidad de la deuda de los países (su probabilidad de que sean pagadas) le mandó una señal de que hay límites a la deuda que el país puede contratar. La firma comunicó públicamente que está lista para reducir la calificación de El Salvador a los niveles peores de su escala si el gobierno no presenta un plan para estabilizar fiscalmente al país. El Salvador está a sólo un escalón de bajar a esos niveles y el gobierno no da señales de que vaya a presentar el plan requerido. El resultado de una degradación de su calificación, ya bien mala, sería que el país tendría que pagar tasas de interés aun más altas que las actuales en los nuevos préstamos. Cerca de 10%, ya son excesivas. El país está alcanzando muy rápidamente los límites de la deuda que puede pagar.

Este límite no es como un muro contra el que el país choca. Es más bien como un ahorcamiento que vuelve cada vez más difícil conseguir préstamos y que vuelve cada vez más caros los que consigue. A menos que el gobierno aumente los impuestos, mientras más caros son los préstamos, menos puede el gobierno gastar o invertir en otras necesidades como educación, salud y seguridad, llegando a niveles en los que los intereses desplazan aún los gastos más esenciales del gobierno. Ya esto está pasando. Los $3,000 millones que el gobierno ha financiado o está por financiar en 2020, estimados gruesamente a 9% de interés en promedio, representan $270 millones anuales de intereses (sólo ellos, sin los intereses de otros préstamos que ya existían). En 30 años, serán $8,100 millones, más el pago del préstamo mismo, $3,000 millones, sumando $11,800 millones. Piense usted en todo lo que se pudiera haber logrado con todo ese dinero en 30 años, en educación, en salud, en seguridad. Para el final de ese período tendríamos una población con educación y salud de primer mundo.

En vez de eso, lo único que habrá logrado con esos pagos, lo único que se habrá logrado es el humo que se ha ido en propaganda, mascarillas a sobreprecio, un edificio que ni siquiera se sabe si dará el ancho para ser hospital, y en puros ataques políticos dispersados por las redes sociales. Ni siquiera se puede decir que ese dinero sirvió para combatir eficientemente al COVID-19 porque ni siquiera al personal médico pudo defender el gobierno.

Desgraciadamente, las muertes de ese personal fueron mucho más de lo que pudiera haberse esperado. Ni siquiera los equiparon bien.

El presidente puede haber creído hasta ahora que Estados Unidos lo salvaría de cualquier problema financiero con dinero regalado, algo absurdo dadas las cantidades involucradas. Pero la grieta fiscal aparece al mismo tiempo que la caída de su imagen en los círculos de gobierno de Estados Unidos, no de más a menos popular sino de deseable a indeseable y no sólo entre los demócratas sino también entre los republicanos. Esa caída se ha dado porque han circulado informes de autores muy respetados denunciando las actividades antidemocráticas del presidente, incluyendo un informe que lo acusa de haber negociado con maras, lo cual, si fuera hecho en Estados Unidos, sería un delito federal.

El presidente puede pensar que su caída en Estados Unidos la arregla pasándose con China. Pero este país tiene muchos temas en negociación con Estados Unidos para arriesgarlos sólo por lograr el apoyo del presidente Bukele en su conflicto con Estados Unidos, especialmente ahora que se abren nuevas perspectivas de negociación con el nuevo gobierno de Biden. El que crea que los demócratas van a dejar que China establezca una base militar en El Salvador está loco o no conoce la historia de los proyectiles rusos en Cuba ni de qué partido era el presidente que no dejó que los instalaran.

El presidente puede, por supuesto, decir que no va a pagar nada, tratando de repetir lo que hizo en dos alcaldías, irse del puesto antes de que las alcaldías reventaran fiscalmente. Pero en este caso seguramente él no querrá hacer esto y tendrá que afrontar la crisis que él mismo está manufacturando. Puede también esperar a que la crisis reviente, en un episodio que sólo se podría comparar con el que botó a los sandinistas en la primera vuelta en Nicaragua. Esta no sería una buena manera de terminar su período.

Todo esto indica que el gobierno tendrá, de una forma u otra, que reducir su gasto, o aumentar seriamente los impuestos, que afectarán negativamente la inversión que es indispensable para recuperar los empleos que se han perdido. Todo esto le afectará sin la menor duda su capacidad de obtener votos. Así, el presidente verá que no sólo los tuits llenos de odio sino también las sedantes declaraciones de las calificadoras de riesgo comunican cosas que tienen un fuerte impacto político. También lo entenderán todos los que, viendo como el gobierno ha derrochado cantidades impensables, no dijeron ni dicen nada, para después indignarse cuando alguien les comunique que todo eso, todos esos miles de millones de dólares tirados a la cloaca, los tendremos que pagar con mayores impuestos.