Elecciones en el Reino Unido: una sola nación

El reto para los laboristas ahora es olvidarse de las fórmulas obsoletamente ideológicas del siglo XX y moverse al centro para empujar los cambios que el Reino Unido necesita en su plena integración al nuevo siglo, cooperando en competencia, como lo hicieron los grandes rivales del siglo XIX, Gladstone y Disraeli. Lo mismo deben pensar los republicanos y demócratas en Estados Unidos y todos lo partidos rivales, de derecha e izquierda, en el mundo entero, incluyendo en El Salvador.

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Nyekachi Douglas, Miss Negeria, no pudo controlar su emoción al momento de anunciar a la ganadora. Foto AFP

Por Manuel Hinds

2019-12-16 6:26:58

En mi artículo de ayer (Los mitos del Brexit) comenté sobre uno de los resultados de las elecciones del jueves pasado en el Reino Unido: la clara decisión del electorado de salirse de la Unión Europea. En este artículo discuto otra gran dimensión de esos resultados: el colapso del corbynismo, ese reflujo de la izquierda radical que mucha gente creyó que estaba ganando la batalla por la mente y los corazones de Gran Bretaña, en un fenómeno similar al de Bernie Sanders y Elizabeth Warren en Estados Unidos.

La lección para las izquierdas

Al final, el electorado votó de acuerdo con sus tradiciones, siguiendo la línea que trazó Margaret Thatcher cuando dijo que estaba a favor de la unión comercial pero totalmente en contra de la unión política. “No vamos a haber luchado por liberar a nuestro país de la tiranía de la burocracia para luego dejarnos imponer otra burocracia, igual o peor, viniendo de Bruselas”. En las palabras de la señora Thatcher uno puede ver claramente la segunda dimensión de los resultados de las elecciones del jueves: el rechazo a la izquierda radical que vio su oportunidad en Corbyn, creyendo que la crisis del Brexit era una crisis terminal del capitalismo y de la democracia liberal.
Eso es muy similar a lo que está pasando en Estados Unidos, en donde el Partido Demócrata parece pensar que los problemas de ajuste a las nuevas tecnologías son un síntoma del colapso del capitalismo.
Ciertamente, la comparación entre ambas situaciones no es exacta, porque uno de los temas que en Estados Unidos es muy controversial —la salud pública— no lo es en el Reino Unido, en donde el Servicio Nacional de Salud (NHS) provee salud gratis a todos los que viven en el país (nacionales y extranjeros) desde hace muchas décadas, con el apoyo total de todos los partidos políticos. Margaret Thatcher, que privatizó las empresas públicas y redujo radicalmente la intervención del gobierno en la economía no eliminó sino reforzó el NHS reconociendo que a todos los británicos les convenía que todos los habitantes de la isla tuvieran buena salud (y buena educación).
El haber logrado establecer este servicio con el apoyo de todos los partidos (y el pueblo entero) hizo prevalecer el sentido común en el diseño del sistema. Diferente de cómo algunos de los precandidatos demócratas están proponiendo, en el Reino Unido hay salud nacional pero también hay salud privada. Algunas de las propuestas en Estados Unidos quieren obligar a que toda la gente tenga que ir a los servicios públicos. Corbyn quería hacer algo similar, no sólo con la salud sino también con la educación, incluyendo la nacionalización de Oxford y Cambridge, que han funcionado privadamente desde 1096 y 1209, respectivamente. Y quiso también renacionalizar los trenes y otras empresas públicas y estratégicas. Este extremismo fue rechazado por el pueblo británico. Viendo la historia y la cultura de Estados Unidos, que se parece mucho a la del Reino Unido, puede preverse que si el Partido Demócrata abraza las ideas radicales de Sanders y Warren irá también a una pérdida aplastante en las elecciones del año que viene.

La lección para las derechas

Pero hay también una lección para los republicanos y las derechas en general en las elecciones del jueves pasado, que puede expresarse como la necesidad de entender la diferencia entre el estado de bienestar, que se concentra en proveer para la salud y la educación de la población, y el socialismo, que concentra en el estado todo el poder económico y político. Lo primero es la norma en los países democráticos en Europa y en las ex colonias británicas. Lo segundo es lo que ha sido la norma en los países totalitarios. Lo primero es compatible con la libertad y en el largo plazo la asegura. Los segundo es el enemigo peor de la libertad. Lo primero no fue rechazado en las elecciones británicas. Johnson ofreció fortalecerlo. Lo segundo —ofrecido por los laboristas— fue rechazado totalmente.
En realidad, Johnson no basó toda su campaña únicamente en el Brexit. Él usó continuamente en su campaña una expresión fundamental: el Conservadurismo de Una Sola Nación. Esta expresión es muy conocida en el Reino Unido porque fue el lema de Benjamin Disraeli, uno de los grandes primeros ministros del siglo XIX. Disraeli cambió el código genético del Partido Conservador con esas palabras, que se referían a que el país no debería ser dos naciones —una de ricos, otra de pobres— sino una sola, compartida por todos. El Partido Conservador defendería las instituciones tradicionales incluyéndolos a todos en sus beneficios. Por esa redefinición es que ese partido sigue siendo uno de los dos principales desde que la democracia partidaria nació en el Reino Unido allá por el siglo XVII. Se abrió al pueblo.
Con eso, el Partido Conservador se alineó en competencia con los Liberales, liderados por otro gran primer ministro, William Gladstone, para llevar adelante las transformaciones necesarias para enfrentar la Revolución Industrial en términos de acceso al voto, educación y salud. Esta competencia culminó con el Presupuesto del Pueblo de 1910, presentado por los liberales con el entusiasta apoyo de Winston Churchill. Este presupuesto fue el primero del estado de bienestar, que a su vez creó el país educado y sano que es el Reino Unido ahora.
Esta es la nueva visión que Johnson está imprimiendo al Partido Conservador para enfrentar los retos sociales y económicos del siglo XXI como una sola nación. Su programa conlleva un plan para levantar las regiones dejadas atrás por la nueva revolución tecnológica. Su mensaje es uno de unidad.
El reto para los laboristas ahora es olvidarse de las fórmulas obsoletamente ideológicas del siglo XX y moverse al centro para empujar los cambios que el Reino Unido necesita en su plena integración al nuevo siglo, cooperando en competencia, como lo hicieron los grandes rivales del siglo XIX, Gladstone y Disraeli. Lo mismo deben pensar los republicanos y demócratas en Estados Unidos y todos lo partidos rivales, de derecha e izquierda, en el mundo entero, incluyendo en El Salvador.