Los dos lados de la tiranía

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2021-11-08 6:15:09

Dos escritores ingleses, George Orwell y Aldous Huxley, trazaron los esbozos de dos tipos de distopia (utopías al revés) que ellos veían venir en el futuro. El tipo más conocido es el descrito por Orwell en su novela “1984”, publicada en 1948 tomando como base el régimen comunista de la Unión Soviética, que estaba basado en la restricción de la libertad de los ciudadanos en prácticamente todas las dimensiones de la vida. Cuando estaba por publicarse, Orwell le envió una copia a Huxley, que había sido su profesor en Eton, y que había publicado “Un Mundo Feliz” 15 años antes. Huxley le contestó que él no creía que toda la tortura y la coerción contenida en la novela de su alumno eran necesarias para someter a la población. “Basta”, le dijo, “con enseñarle a la gente a amar su servidumbre”. La idea de Huxley, inserta en su novela, era que si la gente amaba su servidumbre, no desearía la libertad, y por tanto no sería necesario usar la coerción para eliminarla.

El gobierno de la distopia de Huxley hacía que los habitantes amaran su servidumbre dándoles una sustancia, “Soma”, que los hacía sentir en otro mundo en donde realizaban todos sus sueños, como en los fumaderos de opio, como los que viven en el mundo de las redes sociales, como en los nuevos metaversos que serán el nuevo paso en las compañías de realidad virtual. Como en los fumaderos, como en las redes, como en el metaverso, el “soma” embrutecía a la gente, que ya no prestaba atención a nada más que a su vida en su mundo virtual. Eso dejaba el mundo real en manos de los tiranos, que esclavizaban a la gente. La gente amaba su esclavitud.

En su libro “Divirtiéndonos hasta Morir” (Amusing Ourselves to Death, Viking Penguin, UK, 1985), Neil Postman destiló más a fondo las diferencias entre las dos distopias, siguiendo la línea marcada por Huxley en su respuesta a Orwell: la diferencia entre ser forzado a rendirle a un tirano la propia libertad, y no estar interesado en ella: “Orwell temía a los que prohibirían libros. Lo que Huxley temía era que no hubiera necesidad de prohibirlos porque no habría nadie que quisiera leer ni uno.

Orwell temía a los que nos privarían de información. Huxley temía los que nos darían tanta que nosotros nos reduciríamos a pasividad y egoísmo. Orwell temía que la verdad nos sería ocultada. Huxley temía que la verdad sería ahogada en un mar de irrelevancia. Orwell temía que nos convertiríamos en una cultura cautiva. Huxley temía que nos convertiríamos en una cultura trivial…”.

Postman analizó las dos novelas como maneras opuestas de construir dos distopias diferentes, pero nuestra experiencia en la tercera década del siglo XXI sugiere que no son opuestas, ya que en nuestros días vemos que las tiranías de Orwell son las más comunes, pero también que han sido posibles porque en ellas subyacen las condiciones identificadas por Huxley. Mire usted a su alrededor en El Salvador y verá a Orwell en todo…pero al mismo tiempo se dará cuenta de que lo que Huxley vio es lo que lo ha hecho posible.
Mire de Orwell el Ministerio del Amor, que se encarga de inyectar odio continuamente en la sociedad contra un enemigo que es el culpable de todos los males del país y que es como una hidra con mil cabezas a las que hay que destruir una por una con juicios falsos y teatrales como los que Stalin ponía en escena sin ningún respaldo jurídico; mire, también de Orwell, el Ministerio de la Verdad, la horda de troles que continuamente lavan el cerebro de la población creando con mentiras cada vez más grandes una imagen del tirano como un Dios o su representante, y a la hidra de los políticos y los oligarcas como el enemigo interno que hay que derrotar una y otra vez; mire también Ministerio de la Paz, que es el encargado de crear un ambiente de guerra con un enemigo poderosísimo —Estados Unidos en nuestro caso— para despertar en la población un patriotismo que no tiene nada que ver con la patria sino con desviar la atención de la población de los fracasos del régimen. Mire también a Orwell en la profunda hipocresía de la tiranía actual de demonizar a los regímenes anteriores mientras se santifica a sí misma, a pesar de que hace cosas peores que los anteriores, y compárelo con la hipocresía del régimen de la novela de Orwell, insertada en los nombres de los ministerios, que son el opuesto de lo que hacen.

Pero ahora mire a las características del “Mundo Feliz”, que se refieren, no al régimen, sino a la sociedad que lo soporta: una sociedad en la que no hay necesidad de prohibir los libros porque no hay nadie que quisiera leerlos …una sociedad tan llena de información baladí que reduce a la población a pasividad y egoísmo…una sociedad en que la verdad está ahogada en un mar de frivolidad…una sociedad regida por una cultura trivial. ¿Qué mejor descripción de una sociedad en la que el valor máximo es ser “cool”, en la que ser “cool” está asociado con usar una gorra al revés y copiar todas las técnicas orwellianas del Socialismo del Siglo XXI, Chávez y Maduro? ¿Qué mejor descripción de una sociedad en la que la gente piensa que ponerse a la altura de las nuevas tecnologías es saber tomarse un “selfie”, o insertar un “Me Gusta”, o mandar mil tuits, no estudiar la ciencia necesaria para que cualquier ignorante pueda manejar un teléfono? ¿A quiénes iban a elegir unos pobladores así? Si quieren estudiar la estructura de la tiranía, estudien a Orwell; si quieren saber por qué pudieron establecerla, estudien a Huxley y concluyan, otra vez, que los países tienen el régimen que se merecen.