OPINIÓN: Ante la catástrofe

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2020-03-30 8:48:45

Nadie, ni el Presidente mismo, ha podido negar que lo que ha pasado ayer y ahora con el reparto de los subsidios a las personas del sector informal ha sido una verdadera tragedia.

El Presidente mismo publicó una nota el lunes en la tarde que comienza diciendo: “Hemos cometido errores, demasiados. Hemos tratado de hacer lo mejor y hemos fallado”.

Esto parecería una admisión de responsabilidad por el fracaso. Pero su escrito sigue: “Nuestro país es demasiado pobre, el 90% de la población no está bancarizada y no tenemos un censo desde hace 14 años”.

Irónicamente, esto, que parece una excusa, es una acusación contra él mismo, porque sólo puede entenderse como un reconocimiento de que el Presidente, que ha enfatizado en cada minuto que él es que toma todas, toditas las decisiones, no tenía conocimiento de que el país es pobre, o de que un porcentaje alto de la población no tiene cuentas bancarias, o de que hay problemas censales en el país.

Un Presidente de El Salvador no se mide sobre la regla de que sus políticas sean adecuadas para, digamos, Alemania o Suecia, sino para El Salvador mismo.

El que el Presidente haya tenido no sólo que llegar a la Presidencia, sino fracasar tan rotundamente como en estos dos días para saber que somos pobres, que la bancarización sea baja y que el censo no está bien hiela la sangre.

Más adelante el Presidente encuentra otras razones para condenar al pueblo: “Porque no tenemos censo, porque no tenemos cuentas de banco donde depositar, porque si decimos que vayan en orden, llegan todos a cobrar en desorden porque tienen hambre y viven en pobreza y se entiende.

Aunque no fuimos nosotros los que los hicimos pobres, ni fuimos nosotros los que no los censamos o los culpables de que nunca se trabajó en cultura, para que fuéramos ordenados y pudiéramos entrar a una sucursal bancaria en orden…

El 90% de la gente que ha llegado a los bancos ni siquiera le tocaba llegar hoy. La mayoría de la gente que llegó a los CENADE iba a traer el dinero, cuando dijimos que allí no se entregaría dinero. Pero muchos no lo leyeron. Otros piensan que si llegan primero, le ganarán a los demás”.

Es decir, para el Presidente la culpa de la tragedia es de la cultura salvadoreña, que dice que él no la ha creado. Pero esto no es una cuestión cultural.

El Presidente no ha tomado en cuenta algo que es obvio: que en una población pobre la gente se apresura no porque quiere ganarle a los demás sino para buscar maneras de aplacar el hambre de ellos y sus hijos, que han estado sin ingresos por más de una semana.

Cuando la gente está en angustia, al menos en El Salvador, les resulta muy difícil comportarse con la flema de los que pueden usar sus ahorros para sobrevivir unos días sin ingresos.

Y, en realidad, como veremos más adelante, el Presidente mismo parece darles en otro párrafo la razón de que si no llegan entre los primeros se van a quedar sin nada.

El Presidente añade entonces otro argumento para quitarse la responsabilidad del fracaso.

Dice que él se rompe la cabeza pensando por qué esos problemas-la pobreza, la cultura, los hospitales que no son como los de Suecia-no los arreglaron en 30 años.

Pero en realidad, el Presidente no debería de romperse la cabeza con ningún problema, sino concentrarse en el problema que tenemos enfrente, grave, gravísimo, la crisis peor que hemos vivido en toda la vida de la nación, y proporcionar soluciones que no sean diseñadas para Suecia sino para El Salvador (y no es que Suecia esté corriendo a copiar las estrategias de su gobierno tampoco).

La falta de concentración en este problema queda en evidencia en todos los problemas discutidos arriba y en otro párrafo que también congela la sangre.

Este párrafo dice: “Conseguimos dinero, que no es el que aprobó la Asamblea, porque ese ni siquiera se ha conseguido y mucho menos han aprobado gastos (que por decreto ellos son los únicos que lo pueden aprobar). Del dinero que conseguimos por nuestra cuenta decidimos darle $300 dólares a cada familia necesitada, pero ha sido casi imposible.” Congela la sangre por varias razones.

Primero, porque se queja de que ha tenido que conseguir otro dinero, no el aprobado por la asamblea, cuando él dijo, en su primera conferencia, que el Fondo Monetario Internacional tenía aprobados muchos miles de millones de dólares para prestar a países como los nuestros, y dio la impresión de que ya se había hablado con el Fondo para reservar nuestra parte.

Pero ahora dice que ni siquiera se han conseguido.

Segundo, dice que por su cuenta había decidido darle $300 a cada familia necesitada con fondos conseguidos por el gobierno mismo, pero que eso ha resultado imposible.

¿Y cómo decidió hacerlo sin haber primero analizado si era posible? ¿Y eso quiere decir que las promesas que sigue haciendo, que el pueblo le creyó y que sigue esperando se cumplan, ya no son posibles? ¿Quiere decir que mucha de la gente que se quedó sin ingresos por más de una semana esperando la ayuda gubernamental tendrá que aceptar su excusa de que cumplirles la promesa es imposible?

Es aquí en donde queda claro que los informales que llegaron temprano a sacar su dinero conocían mejor al gobierno que lo que el Presidente parece creer. Ellos sabían que en cualquier momento el Presidente podría decir “esto es imposible” y quedarse sin nada.

Peor aún, la política de las cuarentenas sólo tenía sentido, sólo era viable si el gobierno podía transferirle esos subsidios a la gente, porque si no los recibían se iban a morir de hambre, la mayor parte del país.

Entonces, ¿eso quiere decir que metió al país a una política que era insostenible, pasándole la factura a parte de los informales que no iban a llegar a cobrar su subsidio por ser imposible? Hiela la sangre la superficialidad con la que toma sus decisiones.

Luego el Presidente dice: “Lo peor de todo es que la infección aún no ha llegado a su punto más crítico, ni por cerca. ¿Cómo estará nuestro país en 2 semanas? ¿Y en 3? La verdad, no lo sé. Solo sé que estará mucho peor, y si seguimos así, creo que ni lo podemos imaginar. Si ya estamos comiéndonos unos a otros cuando ni siquiera a empezado la verdadera crisis.” En este párrafo la última oración es la clave, en la que dice que ya estamos comiéndonos unos a otros.

Pareciera que el Presidente no está consciente de que el que ha estado sembrando odio en sus conferencias y en sus tweets ha sido precisamente él, en contra de lo que los líderes de países como Alemania, Suecia y similares están haciendo.

Él está agitando a la gente, sembrando vientos contra gente que no le gusta con una pasión que parece incontrolable. Quiera Dios que él mismo lea esa oración que él mismo ha escrito y cambie hacia lo que los verdaderos líderes están haciendo, uniendo a sus países para confrontar la tragedia que están enfrentando y no dividiéndola con odios incomprensibles.

Pero, más que nada, el Presidente debe entender la naturaleza de la tragedia que ha tenido lugar en estos dos días. No es que hayamos todos descubierto de repente que vivimos en un país pobre, con baja bancarización y un censo ya vencido.

La tragedia es que él diseñó un sistema para repartir los fondos que no sólo excluye a mucha gente sino que crea aglomeraciones que volvieron inútil la política de cuarentena que había estado implementando desde hace varias semanas, con gran sacrificio no para él sino para la población.

La gente se infectó por decenas de miles en estos dos días, y transmitirá el virus a sus hogares. De nada sirve la cuarentena si el virus ya se metió en los hogares.

El no haberse dado cuenta de que esto pasaría es el error terrible que llevó a la tragedia de ayer y hoy. Eso no es culpa de los ricos, ni de los pobres, ni siquiera de los funcionarios de gobierno porque el Presidente se enorgullece de ser el único que manda y el que toma todas las decisiones.

Ahora tendrá que tomar decisiones de las cuales no podrá echar la culpa a nadie. ¿Decidirá seguir con la cuarentena sabiendo, como él mismo ha dicho, que es “imposible” pasarle los subsidios a la mayor parte de los que no están ganando nada?

En este caso, ¿Qué hará con la gente que se quede sin ingresos y no tenga qué comer? ¿O aceptará que se equivocó y que ya la cuarentena será una farsa y que el único camino que le queda es darles trabajo a los informales y a los formales dejando que salgan de la cuarentena que ya no sirve, dejando en ella solo los vulnerables y los infectados?

Esa es la terrible decisión que le espera después de la tragedia de estos dos días.

Pero hay otra decisión que él tiene que tomar él solo, en su propia intimidad. Tiene que darse cuenta de que la Presidencia no es lugar para dar imágenes de súper héroes, imágenes que él puede haber usado para ganar las elecciones.

La Presidencia es un lugar de decisiones trascendentales para la vida del pueblo, decisiones que no pueden tomarse en arranques de vanidad o pasiones personales.

Este caso no lo va a poder descargar de su ego fácilmente porque ha involucrado sufrimientos a millones de salvadoreños que no tienen con qué comer en este momento, y que están angustiados porque necesitan mantener a sus familias.

Debe enfrentarse al hecho de que para cumplir con sus obligaciones con el pueblo en este mundo real, tendrá que informarse más, no rodearse de gente que está para decirle “Sí” cuando él manda tweets diciendo “se le ordena hacer esto o lo otro” sino profesionales competentes, jóvenes y modernos, pero que le digan cuando se va a equivocar, y cuando se equivocó sin pelos en la lengua.

Tiene que hacerlo, porque los tiempos que vienen son duros, y errores como estos ya no los podrá aguantar el país.