La crisálida

La pandemia sólo va a acelerar los cambios. No hay duda de que unas sociedades van a optar por los arcaicos regímenes autocráticos, los caudillos prepotentes, pero tampoco hay duda de que otras van a optar por nuevas versiones, más horizontales, de la democracia libera

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foto de referencia / Archivo.

Por Manuel Hinds

2020-04-08 5:24:30

Las observaciones de los cambios que las sociedades están sufriendo durante esta pandemia y las especulaciones sobre los que serán permanentes han proliferado en los medios y las redes sociales en los últimos días. Dentro de este tema, las observaciones y las especulaciones han tendido a centrarse en la manera en la que muchos gobiernos, incluyendo el nuestro, están tratando de utilizar la emergencia para consolidar una manera dictatorial de gobierno—extendiendo sus poderes con el pretexto de que en emergencias se requiere mano dura, esperando luego hacerse los bravos para no reducirlos a su nivel normal.
Mucha gente mira estos subterfugios como signos del mundo que nos espera en el grueso del Siglo XXI. Puede ser que así sea, como fue hace 100 años, cuando los comunistas rusos aprovecharon el desastre que su país estaba sufriendo durante la Primera Guerra Mundial, como los fascistas italianos aprovecharon la angustia en Italia cuando esta guerra terminó, o como los nazis se aprovecharon del caos de la Gran Depresión para tomar control de Alemania.
Todo esto puede ser. Pero no debemos olvidar que esos desastres también forjaron nuevas versiones de la democracia liberal que evolucionó para resolver los nuevos problemas de las sociedades que estaban emergiendo de la última etapa de la Revolución Industrial. De allí surgieron las nuevas democracias liberales que triunfaron sobre esas tiranías, las peores de la historia occidental, en 1945 sobre el nazi-fascismo, y en los Años Noventa sobre el comunismo. Todas habían emergido del mismo crisol.
Este crisol se formó por los cambios que la Revolución Industrial había estado realizando por varias décadas en las sociedades que se estaban industrializando, destruyendo el viejo orden feudal y agrario que había prevalecido en Europa por varios siglos, y causando en el proceso mucha angustia porque la gente podía ver como las viejas maneras de hacer las cosas estaba siendo reemplazado por nuevas maneras, sin que nadie supiera cual iba a ser el último resultado de esos cambios. La tendencia hacia la libertad económica, social y política que impulsaba el cambio en el Siglo XIX generó resistencia en los regímenes autocráticos de esa época, y luego, cuando estos cayeron, mutó en los movimientos comunistas y nazi-fascistas que siguieron defendiendo la autocracia, la mano dura ante el cambio, la arcaica manera vertical y despótica de manejar el orden social que había dominado al mundo desde la muerte de las democracias ateniense y romana.
Estas dos maneras, la horizontal de la democracia y la vertical de los viejos reyes ahora mutada en los comunistas y nazi-fascistas, se enfrentaron en los Años Treintas y Cuarentas, y luego, ya solo quedando las democracias y los comunistas, por casi todo el siglo XX, hasta que las democracias ganaron sin ninguna duda.
Esta lucha está volviendo a darse en la nueva vuelta de las revoluciones tecnológicas, cuando la Revolución Industrial, que se orientaba a multiplicar el poder del músculo y acercaba a los seres humanos físicamente con sus extraordinarios medios de transporte, se está viendo reemplazada por la Revolución de la Conectividad, que multiplica el poder de la mente y que acerca a los humanos psicológicamente. El reto de esta revolución es si podemos aguantar vivir tan cerca unos de otros, alrededor del globo, en paz y generando desarrollo pleno, sin pobrezas ni odios.
Hay dos caminos. Uno es el de volvernos a apartar los unos de los otros, para estar tan lejos del resto del mundo y de nosotros mismos como lo estábamos hace cuatro o cinco décadas. Esto es optar por regresar al pasado, como los comunistas y los nazi-fascistas optaron por regresar a las autocracias verticales del derecho divino de los reyes, sólo que con otros nombres. El otro es aceptar el reto del futuro, como lo aceptaron las democracias liberales, al unirse en el gobierno horizontal del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Las crisis como las dos guerras mundiales y la Gran Depresión, y la pandemia del coronavirus, no inventan nuevos procesos de cambio sino sólo aceleran procesos ya iniciados décadas antes. La lucha actual entre lo horizontal y lo vertical ya había comenzado en el contexto de la conectividad hace muchos años. La pandemia sólo va a acelerar los cambios. No hay duda de que unas sociedades van a optar por los arcaicos regímenes autocráticos, los caudillos prepotentes, pero tampoco hay duda de que otras van a optar por nuevas versiones, más horizontales, de la democracia liberal y van a alcanzar niveles todavía más altos de progreso humano.
Quiera Dios que los latinoamericanos optemos por lo segundo y recobremos la distancia que perdimos al escoger, hace doscientos años, al independizarnos, un camino de caudillos y autocracias que nos dejaron por todo este tiempo en el subdesarrollo económico, social, político y humano. La crisis del coronavirus debe ser la crisálida de esa nueva sociedad de libertades y desarrollo humano. Defendamos esas libertades durante esta crisis para abrirnos, al fin, el camino del progreso.