OPINIÓN: El despegue y el aterrizaje

Estos problemas no los discute el Presidente en sus mensajes. Su mente parece fija en recordarnos que el país cerró antes que todos, una gloria que él mismo anuló con su creación de multitudes. Su verdadera responsabilidad ahora es armar una verdadera estrategia para los tiempos que vienen

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2020-04-07 4:58:25

Imagine usted que está volando en un avión, escapando de un enjambre de temblores, viajando hacia la tierra sin terremotos. Después de despegar el piloto sale de la cabina y les informa que el avión ha despegado, y a tiempo, más a tiempo que otros aviones a los que les agarraron los temblores, y que por eso tuvieron que despegar ya con algunos daños, y luego añade que por haber salido a tiempo tiene que ser felicitado. Preguntado por cuál es su estrategia para el resto del viaje, el piloto dice: “Seguir volando para evitar los temblores”. Y cuando le preguntan, “¿y hasta cuándo vamos a poder seguir volando? ¿Y hasta cuándo nos va a alcanzar la gasolina y la comida y el agua que llevamos? ¿Y qué vamos a hacer para aterrizar antes de que la gasolina o la comida se acaben? ¿En dónde vamos a aterrizar?”, se enfurece y dice que los que piensan en la comida y la gasolina y en dónde habrá que aterrizar son gentes que sólo piensan en hartarse, que no le dan mérito por haber despegado a tiempo, más a tiempo que los demás, y que no le dan ningún valor al peligro de los temblores. Y regresa solo a la cabina.

Y luego usted se da cuenta de que, por pasar muy bajo cerca de las montañas, el piloto ha dañado los motores y el avión ha caído de regreso al suelo. Y vuelve a salir el piloto y repite la misma historia de que despegó antes que todos y dice que los que han notado que hubo algunos golpecitos lo han hecho porque no quieren reconocer que el avión salió a tiempo y más a tiempo que otros, y añade que el plan es que hay que seguir volando y ni siquiera menciona que el haber despegado antes ya no sirve de nada porque el avión ya no está volando.

Algo así nos está pasando en nuestro viaje hacia el coronavirus. El país salió a tiempo para evitar los daños iniciales de la pandemia porque se cerró rápidamente a la importación del virus y luego estableció cuarentena para evitar el contagio adentro del país. El país despegó bien. Sin embargo, habiendo logrado esto, el gobierno dañó los motores al escoger un método para repartir el subsidio al sector informal que anuló los beneficios que habíamos logrado al despegar a tiempo.

Este daño a los motores no se ha comprendido muy bien. Cuando, hace un poco más de una semana, se formaron multitudes que sumaban 20,000 personas frente a los CENADE para cobrar los $300 que no les habían dado en los bancos, mucha gente creyó que el que no les hubieran dado el dinero había sido el mayor problema. Cuando esas multitudes ya no llegaron a los CENADE esta gente creyó que se había terminado. Otra gente notó otro problema más serio: que los contagios eran facilísimos en multitudes sumando 20,000 personas. El gobierno desestimó el peligro diciendo que eran sólo el 0.3% de nuestra población. Por supuesto, basta un infectado para contagiar no sólo al país sino al mundo entero. Hubo un primer enfermo, el paciente cero, en Wuhan, que regó el virus por todo el mundo —incluyendo al paciente cero en nuestro país, que el Presidente llamó Pedro en el programa de la noche del 6—. Así que aún si el problema se hubiera reducido a los 20,000 de los CENADE, este sería muy grave porque de 20,000 personas pueden salir muchas cadenas exponenciales de contagio. Es por eso que desde hace mucho tiempo ningún gobierno permite aglomeraciones ni quinientas veces menores que éstas.

Pero es que ese día el problema no era de 20,000 personas, porque había 80,000 más en los bancos. Y el problema no fue sólo ese día, porque desde ese día, cada día, 100,000 personas se han apretujado para tomar buses, hacer filas en los bancos y comprar cosas todos al mismo tiempo, cuando todo esto se pudo haber evitado repartiendo comida y bienes de primera necesidad a través de las organizaciones comunales y las alcaldías.

Pero ahora lo que pudo haberse evitado ya pasó. El punto es que con las aglomeraciones que suman 1.5 millones el virus se está contagiando a una velocidad seguramente muy alta, porque en las multitudes un infectado puede contagiar 20 personas o más. Este efecto lo vamos a sentir en unos 15 días, que es cuando los temblores se van a empezar a sentir en el avión accidentado.

Ahora lo que necesitamos es reconocer que hemos caído de vuelta al suelo y que estamos expuestos al terremoto de todos modos porque tenemos contagios adentro de él, acelerándose cada día. Necesitamos una estrategia, no sólo porque nos estrellamos sino porque un plan de vuelo requiere no sólo un plan de salida sino también uno de llegada.
El Presidente dijo en la noche del 6 de este mes que el gobierno está trabajando en una estrategia pero lo único que dijo fue que el virus llega de afuera, que se contagia dentro de la sociedad, y que luego brota y los contagiados se mueren o se curan. Luego añadió que la cuarentena tiene que ser más estricta, dijo que ya no hay que asomarse a platicar con los vecinos, que no hay que ir a comprar huevos. Fue extraordinario oírlo decir esto al mismo tiempo que él sigue mandando a 100,000 diarios a que se expongan al contagio, volviendo cada día más inútil la misma cuarentena que él estableció. Eso, por supuesto, no es una estrategia. Es una glorificación del peor de todos los mundos: no dejar que la gente salga a trabajar, pero sí forzarlos a que para sobrevivir tengan que salir a aglomerarse para recibir un subsidio del gobierno.

Así, el Presidente haría bien en no seguir hablando de que el país se cerró a tiempo por dos razones. Primera, porque con sus propias acciones nulificó las ventajas que se habían logrado con ese cierre. Segunda, porque de todos modos la gasolina no iba a alcanzar para mucho. El país no puede seguir subsistiendo sin actividad económica. Así como los que recordaban al piloto que el avión no vuela sin gasolina o sin comida y bebida, los que recordamos esta verdad no lo hacemos por restarle mérito a la acción original del Presidente, sino porque es la realidad.

Para guiar responsablemente a nuestra población, que todavía parece creer en él, el Presidente debe partir de una estimación realista de nuestra situación actual: una sociedad que se está comiendo sus recursos sin generar nuevos, que por orden presidencial no está exportando, que por tanto no tendrá como importar cosas de todo tipo, incluyendo medicinas, que no está produciendo nada internamente para alimentar el consumo de bienes esenciales, y que va rápidamente a llegar al punto de no tenerlos porque la gente no puede salir para producirlos. Eso no es un planteamiento hecho para molestarlo. Es la pura realidad.

Este el problema que tiene que resolver con una estrategia: cómo lograr una trayectoria factible en la que la capacidad productiva se vaya regenerando mientras que los riesgos de contagios se reduzcan y el tratamiento de los casos infectados vaya mejorando.

Estos problemas, los que la estrategia debe resolver, parecen estar totalmente fuera de la visión presidencial. No parece darse cuenta de que el sistema de salud está funcionando pésimamente, que los albergues y algunos hospitales son focos de contagio y que ese hecho se está usando para amenazar a rivales políticos (la amenaza siendo de mandarlos allí y advertirles que allí pueden agarrar el virus), que el país no está desarrollando una red de hospitales de campaña que es lo necesario en este momento (no el hospital más grande de una ficticia América Latina), que lo que se necesita es una sociedad unida y que él mismo se regodea en inyectar un odio nunca visto en nuestro país, ni en tiempos de la guerra, que para poder controlar la pandemia es esencial hacer millones de tests y repetirlos para separar a los infectados de los sanos (no a todos de todos) y que la capacidad de hacerlos es muy baja porque no se ordenaron los tests a tiempo, y tampoco los respiradores, que sin ventas el IVA y el pago a cuenta se le van a caer…etc., etc.

Estos problemas no los discute el Presidente en sus mensajes. Su mente parece fija en recordarnos que el país cerró antes que todos, una gloria que él mismo anuló con su creación de multitudes. Su verdadera responsabilidad ahora es armar una verdadera estrategia para los tiempos que vienen, una que nos guíe no sólo a la salida, sino, y principalmente, a la llegada. Sólo decir “vamos a seguir volando por 14 días más”, soñando que la gasolina es infinita, no es suficiente.