El peor de los mundos

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2020-03-28 5:18:33

En su presentación del viernes por la noche, el Presidente hizo una distinción que no existe en la realidad, la de la suerte de la población y la suerte de la economía. Lo hizo como si fuera posible separarlas, diciendo que primero hay que resolver el problema de la salud y que después tendremos tiempo para atender las necesidades de la economía. Por supuesto, la economía no puede separarse de la salud de la gente porque ésta necesita comer, y si está enferma cuidados, y ambos necesitan de la actividad económica. En la misma intervención, el Presidente pasó a mostrar las consecuencias de establecer esta diferencia que no existe al decir que ordenaba el paro de empresas exportadoras de textiles porque el país no necesitaba de camisetas de Mickey Mouse, que él parece pensar que es lo que produce la mayor industria de exportación del país, sino gabachas para médicos y uniformes para enfermeras.
La conexión que el Presidente perdió en ese momento fue precisamente que la gente necesita comer y vivir, y que lo que esas fabricas producen son recursos, obtenidos con la venta de esos productos, que luego pueden ser usados en el país para comprar uniformes, comida, etc. Al cerrar estas empresas, esos recursos no entran, y no hay comida, ni recursos para pagar los uniformes, medicinas y gabachas. Con medidas como esa, se corta la producción que llena las necesidades de la gente. Las necesidades, sin embargo, siguen existiendo, día a día, y muchas de ellas son inescapables, como la comida misma.
Las decisiones de cerrar estas y otras empresas (tales como las que producen boquitas) las tomó el Presidente basado en su impresión de lo que es necesario para el país, sin realizar que para el país lo que importa no es el tipo de producto que hacen sino los recursos que generan, vendiendo lo que sea, para dar empleo, salarios, y actividad para otras empresas que interactúan con ellas. Por ejemplo, no consideró que detrás de las fábricas de boquitas hay muchas empresas de transporte, y muchos agricultores que ahora no tendrán a quien venderles sus productos. Se perderá el empleo, se perderán las papas, la miseria se extenderá como consecuencia. Por supuesto, sin producción, estas empresas y sus suplidores y compradores no pagarán impuestos, con lo que el gobierno se quedará sin recursos para comprar gabachas, medicinas y uniformes.
Peor aun, estas decisiones las tomó el Presidente dentro del marco de la política de aislamiento mutuo de la ciudadanía, la cual causa naturalmente un colapso de la producción en todas las áreas de la economía, lo cual deja a la sociedad sin recursos para sostener la misma vida que el gobierno quiere proteger con la política de aislamiento. Sin ventas, sea de camisetas de Mickey Mouse o churritos, o lo que sea, las empresas formales e informales dejan de producir lo que les permite pagar sus gastos, incluyendo los salarios, poniéndose así al borde de la quiebra porque sus compradores están encerrados y, aunque tuvieran ingresos, no podrían comprar nada excepto las cosas que el gobierno mismo permite comprar, que se reducen a productos de primera necesidad, que no incluyen las camisetas ni los churritos que son los que llenan la primera necesidad de los cientos de miles de personas que dependen de ellos para vivir.
Dadas estas decisiones del Presidente, el problema es cómo mantener a la gente viva en esas circunstancias, lo cual requiere darles ingresos, y asegurar que sus empleos no desaparecen porque sus empresas entran en quiebra o los despidan tratando de no caer en ella. Esto hay que verlo en dos partes, el sector informal y el formal. El gobierno ha aceptado el hecho que tiene que mantener vivos a los del sector informal y ha prometido dar $300 a cada jefe de familia en ese sector, pero parece pensar que las empresas formales pueden vivir hasta año pagando todos sus salarios y otros gastos sin recibir ingresos, lo cual no es cierto, ni en las empresas grandes ni en las pequeñas, ni en las formales ni en las informales. Pero parece pretender que las empresas lo harán aunque no puedan si se les ordena que lo hagan.
Este es un ejemplo de la idea tan popular de que los problemas se resuelven pasando leyes, como decir que la pobreza tiene que desaparecer porque el gobierno dice. En realidad el gobierno enfrenta una situación en la que un porcentaje altísimo de la población se quedará sin empleos y sin ingresos porque el gobierno, contra toda evidencia, cree que sus empleadores aguantarán lo que ninguna empresa puede aguantar. Entonces la política de aislamiento tendrá a grandes cantidades de personas aisladas en sus casas sin tener qué comer.
Pero esas personas no serán las únicas, porque el gobierno no ha podido diseñar un sistema que pueda distribuir los $300 dólares a los informales de manera que lleguen a todos los habitantes que los necesitan. El sistema de reparto ha comenzado a funcionar varios días después de que comenzó el aislamiento, y mucha gente ha estado sin comer. Y ahora que ha comenzado, hay muchos a los que no les están llegando los recursos para poder vivir. Pero, peor que todo esto, como lo revelan las fotografías de lo que pasó ayer, el mecanismo que están usando para distribuir los recursos causan enormes concentraciones de personas, que, al acumularse día a día, van a sumar millones de personas que se exponen al contagio y luego vuelve a sus hogares a trasmitirlo en lo que serán millones de espacios de cultivo para la expansión del virus. Esas van a ser cientos de miles de curvas exponenciales de contagio de las que habla el Presidente hasta que todos en cada casa estén contagiados.
Entonces, ¿de qué sirve tener la política de aislamiento si para mantenerla es necesario usar mecanismos de reparto de dinero que causen los contagios que se quieren evitar? Y peores porque en las casas los contagios van a llegar al 100% de la población. Irónicamente, la combinación de políticas del gobierno ha resultado en que la gente no puede salir a trabajar, creando una crisis enorme económica y humana por falta de recursos, pero sí está forzada a salir para ir a contagiarse en las colas y espacios cerrados en donde les darían el dinero para no morirse de hambre. Es el peor de los mundos.
Peor aún, el gobierno y el país no aguantan financieramente más de un mes (que ya está corriendo) manteniendo a todos los trabajadores sin trabajar. El Presidente aseguró que el Fondo Monetario Internacional había ofrecido la creación de un fondo de muchos millones de millones de dólares, de los cuales El Salvador podría tomar $2,000 millones. Estos fondos no han aparecido. Y aun si aparecieran, con todo lo que les han metido, servirían para aguantar sólo un mes, lo cual habría dado para pasar del aislamiento total a uno en el que se aislarían sólo los infectados y los de alto riesgo—la política que ha sido tan exitosa en Corea del Sur.
Pero como el gobierno no pidió los equipos de test a tiempo, no se puede pasar inmediatamente a una política de aislamiento de sólo los infectados. Pero sí podríamos pasar a una política de aislamiento sólo de la población de alto riesgo, primordialmente los viejos y los que tienen condiciones preexistentes. Esto terminaría con esta situación absurda en la que la gente no puede ir a trabajar pero sí tiene que salir a contagiarse en lugares en los que se concentrarán enormes cantidades de gente, cientos de miles, a recibir lo que necesitan para vivir. Con esa política, habría casos, pero mucho menos que con el supuesto aislamiento total con un gran hoyo que tenemos ahora. Y así podríamos ahorrar el dinero que se hubiera usado para los subsidios, un ahorro que necesitaremos para reactivar la economía y afrontar las consecuencias de todos estos problemas.
El gobierno verá esta propuesta como un grave error, de mínimo, y tal vez como orientada a quitarle el gran triunfo que dice tener al haber sido más estricto y más rápido que muchos otros países en montar la política de aislamiento. En realidad, aunque el único propósito de la propuesta es ayudar al país, también le ayudaría mucho al gobierno, que de no adoptarla se vería en la penosa condición de que el mundo entero se de cuenta de que dejó un hoyo enorme en ese aislamiento, dejando a la población expuesta no sólo al coronavirus, transmitido de los centros donde les dan el dinero a las pequeñas habitaciones en donde vive, sino también expuesta a incontables penurias económicas. De verdad, el peor de los mundos.