Explicaciones poco convincentes

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El San Salvador y el Quezalte se mantienen como los mejores de la Liga Mayor de BKB. / Foto Por Del Twitter de la LMB.

Por Joaquín Samayoa

2018-08-27 4:51:51

El sorpresivo anuncio de la apertura de relaciones diplomáticas entre El Salvador y la República Popular China provocó muchas reacciones en las redes sociales. Yo veo únicamente lo que me aparece en Facebook, pero asumo que algo similar se dio en Twitter y en otras plataformas de diálogo y confrontación social.
Cada uno de nosotros ocupa estas redes como mejor le parece. A mí me sirven para compartir imágenes y noticias con amigos a quienes no veo con mucha frecuencia. Disfruto mucho las historias, fotos y videos de animales, particularmente las de elefantes y perros bulldog. Evito los comentarios sobre religión, porque mis ideas sobre este tema son muy particulares y me llevarían a entrar en conflicto con muchos de mis amigos. También evito la controversia política, porque estas plataformas no son muy adecuadas para una discusión seria de temas complejos. Me limito a hacer comentarios muy breves y muy de vez en cuando.
Cuando se conoció la noticia sobre lo nuestro con las Chinas, hice uno de esos comentarios de cinco líneas. Para mi sorpresa, el breve comentario suscitó muchas reacciones, afortunadamente todas respetuosas y sensatas, pero muchas de ellas contrarias a mi manera de ver este asunto. Los argumentos discrepantes tenían todos algo en común: hacían referencia a hechos ciertos en respaldo a la decisión de nuestro gobierno, pero tales hechos, siendo ciertos, no me parecieron buenos argumentos para sustentar una posición. Por eso me pareció buena idea comentarlos más ampliamente en una columna de opinión.
Sin lugar a dudas, la forma como nuestro gobierno hizo las cosas fue grosera y vergonzosa. Sobre ese aspecto no ha habido mucha discrepancia en las opiniones. Mal paga el diablo a quien bien le sirve. Taiwán merecía mucha más consideración tras varias décadas de una buena relación con ellos, y habida cuenta de toda la ayuda que ha dado a El Salvador y al FMLN para la campaña electoral de Mauricio Funes.
Tampoco ha sido objeto de mucha discusión, pero debió serlo, la poca o nula transparencia con la que el gobierno de Sánchez Cerén hizo los arreglos con China continental. A mí me incomoda y me preocupa que un pequeño grupo de dirigentes de un determinado partido tomen, a puerta cerrada, una decisión de gobierno que tiene importantes repercusiones para todo un pueblo. Este es uno de esos casos en que alguien hace algo simplemente porque puede hacerlo, porque la ley lo faculta y no lo obliga a consultar. Esta es hora que no sabemos a qué se comprometió nuestro gobierno con la China grande. Discúlpenme si no me fío de lo que han dicho los voceros gubernamentales para tranquilizarnos y para justificarse.
Hay otro aspecto importante que ha sido comentado unilateralmente. Cuando algunos partidarios del gobierno se hinchan el corazón y la lengua para declarar que no vamos a arrodillarnos ante el imperio, se les olvida que en este episodio de nuestra historia hay más de un imperio (si así lo quieren llamar) involucrado. El reclamo es a Estados Unidos por haber manifestado molestia y preocupación tras la decisión de nuestro gobierno. Pero en este punto también hay una visión sesgada. Yo no creo que alguien haya violado nuestra soberanía, pero si alguien estuvo cerca de hacerlo fue la República Popular China al exigirnos ruptura con Taiwán. ¿No que esas decisiones son soberanas? ¿En qué quedamos?
Otro argumento se refiere a una resolución de la ONU, sin mencionar las presiones que pudo ejercer China continental, uno de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho a veto sobre cualquier decisión de la organización. En esa misma línea, se argumenta que ya son muy pocos los países que mantienen vínculos con Taiwán. De acuerdo. Eso es un hecho verídico, pero no necesariamente un buen argumento para afirmar que El Salvador debía seguir esa corriente y, menos todavía, que debía hacerlo justo en este momento.
Estados Unidos tiene relaciones diplomáticas con China popular desde hace varias décadas. Pero en esta comparación hay un pequeño problema. Esas dos potencias se temen y se respetan mutuamente, se hablan de tú a tú, ninguna de ellas puede imponerle nada a la otra. Nuestro caso es un poquito diferente. En tiempos de paz no habrá problema; pero si llegara a escalarse la tensión entre esas dos súper potencias, me temo que China no tendría empacho en utilizar a conveniencia las nuevas bases de operaciones que está estableciendo a solo dos horas de la costa estadounidense. En esa eventualidad, nos veríamos en medio de un pleito que no es nuestro, sin mucho qué decir sobre lo que China decida hacer desde nuestro territorio.
Lo anterior no es un argumento válido para nunca abrir relaciones con China, pero sí para pensar que tal vez no era este el momento más conveniente, cuando la guerra comercial entre los dos países podría escalarse. Sí es también un buen argumento para comprender la preocupación de nuestro aliado más antiguo y más cercano por haberse tomado esa decisión sin que nadie sepa cuáles son los términos y condiciones del acuerdo. Y si vamos a esgrimir el argumento de nuestro derecho soberano, entonces no nos indignemos si Estados Unidos usa ese mismo derecho soberano para redefinir sus relaciones con El Salvador.
Finalmente, me perdonan por no ser tan ingenuo. La decisión viene a pocos meses de nuestra elección presidencial, con un FMLN en bancarrota política y con un país casi en bancarrota económica como resultado de muchos errores en el pasado, pero particularmente como resultado de los últimos diez años con el FMLN al frente del gobierno. Tanto el FMLN como el gobierno enfrentan deudas impagables por decisiones erróneas. Eso me lleva a pensar que este es un momento ideal para que China haga favores que después tendremos que pagar. No hay almuerzo gratis.