La aviación israelita bombardeó 200 instalaciones nucleares iraníes para impedir que los enloquecidos ayatolas desarrollaran un artefacto con el cual no solo podrían aniquilar a Israel —como Truman lo hizo en Hiroshima y Nagasaki— sino además amenazar, en mortales chantajes, a otros países de la región y del mundo.
Israel asegura que dispone de información de sus servicios de inteligencia según la cual Irán se está acercando a un «punto de no retorno» en su avance por desarrollar una bomba atómica.
De hecho, los servicios de inteligencia de Estados Unidos han advertido que Irán estudia la posibilidad de atacar centros urbanos y estratégicos estadounidenses al igual que europeos, lo que se suma a lo que extremistas musulmanes fraguan en cuanto a ataques a ciudades europeas como ha venido sucediendo en los últimos años, uno de ellos contra una sinagoga en Estados Unidos, perpetrado por un marroquí islamista.
En el masivo ataque israelí las instalaciones nucleares, donde se procesaba agua pesada, uranio enriquecido, artefactos como centrífugas fueron destruidos, además de matar al general al frente del proyecto, una de las tres figuras militares más importantes del régimen, junto a colaboradores cercanos y operativos.
Otros dos generales de mayor rango murieron cuando las instalaciones militares fueron destruidas, en total cinco.
El ejército de Israel afirmó haber matado así a más de 20 altos mandos de las fuerzas de seguridad iraníes, así como a 11 científicos nucleares de ese país.
Como era de esperarse, el enloquecido régimen lanzó un contraataque con resultados limitados, -ante lo cual analistas militares de países occidentales afirman que Irán ya no dispone de lo requerido para un ataque de relevancia, fuera de bombardeos con drones y algún ataque aéreo, lo que tendría que penetrar las defensas aéreas israelíes, el hermético “Escudo de Hierro”.
El ministro israelí de Defensa, Israel Katz, advirtió que «Teherán arderá» si Irán sigue disparando misiles contra su territorio.
La escalada militar entre ambos países, separados por más de 1.500 km, hace temer un conflicto a gran escala en la región, ante lo cual el papa León XIV hizo el sábado un «llamado a la responsabilidad y a la razón» a los dos países.
Mientras tanto, los precios del petróleo se dispararon, el oro subió con fuerza y las bolsas europeas cerraron con pérdidas el viernes ante los temores de una guerra abierta.
Los ayatolas enfrentan un formidable enemigo: la casi totalidad de iraníes
Pero la teocracia iraní, llevada al poder en su momento por Jimmy Cárter, tiene otro muy importante, letal enemigo: los iraníes, hartos de las imposiciones, la permanente censura, la persecución a la mujer, a la música y a la alegría, lo que se viene manifestando, entre otros hechos, por la negativa a llevar trapos en la cabeza, cubrirse las piernas... lo que es repugnante en muchas naciones del Medio Oriente.
Desde su ascenso al poder, la enloquecida teocracia ha enfilado sus baterías contra Estados Unidos, primero tomando su embajada en Teherán y secuestrando a su personal por 400 días, apoyando a grupos y milicias antisionistas y procurando la destrucción de Israel. Internamente ha sometido a su pueblo a las más fanáticas y ciegas creencias y supersticiones y degradado a las mujeres.
Después de los ataques se ha puesto alerta a barcos mercantes y navíos de guerra que navegan en el Mar Rojo y en las costas del Medio Oriente, las que desde hace rato vienen siendo agredidas por grupos terroristas financiados por los iraníes, entre los cuales está Hezbolá.
Además de objetivos militares, otro de los blancos de estos grupos son las mujeres, a quienes se les niega educación a partir de los doce años, se les obliga a cubrirse el pelo con trapos y, en casos extremos, ponerse burkas de pies a cabeza, como lo están exigiendo los islamistas que han tomado control de Siria después de la caída de Assad —el monstruo sirio— y que llega a alucinantes extremos en Afganistán bajo control de los talibanes...