Los salarios mínimos: opio de masas, el tiro que sale por la culata

El salario mínimo obra como una barra en el salto de garrocha o la equitación con obstáculos: mientras más alta se coloque la barra serán menos los atletas o los jinetes que las superen.

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Óscar Picardo, Director del Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación ICTI-UFG. Foto EDH

Por El Diario de Hoy

2021-03-15 7:23:07

"Salario mínimo, opio de los trabajadores” diremos parafraseando a Marx, un tema que ha surgido a raíz de la no bien reflexionada propuesta del Presidente Biden de elevar, en el transcurso de cinco años, el salario del nivel actual en Estados Unidos que ronda en los siete dólares a quince, pero que no prosperó.
El argumento a favor del desaguisado es mejorar el nivel de vida de los trabajadores, permitirles acceder a mejor alimentación, vivienda, entretenimiento y “etcétera, etcétera, etcétera...”.
Pero hay una malévola serpiente en ese imaginario paraíso: que mientras los salarios suben por la escalera, los precios corren por el ascensor y contra la realidad de los precios, fuerzas que se mueven implacablemente, que ni todos los dioses del Olimpo son capaces de vencerlas.
El salario, cualquier salario, es siempre un costo de producción que inevitablemente se pasa a los consumidores, que son todos los habitantes, incluyendo niños y jubilados.
De allí que los salarios que recibe un grupo de trabajadores no los paga quien les da el empleo, sino los consumidores de los productos o servicios que dispensa; si los bienes que fabrica son reposterías, muebles o conciertos musicales, ese “salario mínimo” se cubre con el dinero que pagan los que compran pasteles, sillas o gaveteros o asisten a escuchar un conjunto de jazz.
Para mitigar el efecto de las alzas en sus costos de producción los empleadores pueden verse forzados a reducir el número de empleados, a sustituir algunos con máquinas, a cerrar el negocio, poner el dinero en un fondo de inversión...
En este mundo, no se debe olvidar, no “hay almuerzos gratis”.
Establecer un salario mínimo no se le antojó a ningún salvadoreño sino que se impuso por el plan de “Alianza para el Progreso” del difunto John Kennedy. Entre otras cosas las consecuencias fueron:
La primera, la más dolorosa, acabar con el aprendizaje como un arreglo voluntario entre los padres “del cipote” y el dueño de un taller o lugar de trabajo, pues los artesanos o dueños de esos sitios no podían costear salarios, prestaciones, etcétera.
La exigencia se mantiene por presión de la OIT, una interferencia que tanto daño hace al país pues para esa gente es preferible que un joven quede en la calle a merced de ser reclutado por una pandilla, a que trabaje cortando caña o aprendiendo oficio de un tío o vecino.
El siguiente grupo golpeado por la malévola ocurrencia fueron las mujeres, los jóvenes sin experiencia, los mayores, los que sufren alguna incapacidad.

Unos cuantos salen aprovechados pero más son perjudicados

El salario mínimo obra como una barra en el salto de garrocha o la equitación con obstáculos: mientras más alta se coloque la barra serán menos los atletas o los jinetes que las superen.
Los que pujan por salarios mínimos mentalmente piensan en empresas o actividades con mucho personal pero olvidan al dueño de una pequeña talabartería o tienda de barrio o taller de reparaciones a quien se le limita poder contratar personal que le ayude pues corre el riesgo de que pase el inspector y le aplique una multa, aquí como en Boston o California.
Recomponer Alemania del desastre nazi ( un movimiento al estilo de Trump ) se logró primordialmente con los sindicatos dejando de presionar para que la economía resurgiera: precios inmovilizados pero poder de compra triplicado...