Robots en camino de asumir las labores humanas, pero no todas…

Los grandes conciertos y festivales perdurarán pese al internet que coloca en primera fila a los que se quedaron en casa tomando cerveza en un sillón; nadie quiere perderse ver en persona a consumados pianistas como Lang Lang o a Kathia Buniatishvili o a los Patriots jugando o Lady Gaga o quienes sean los de moda en ese momento.

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Karla Turcios se desenvolvía en un La Prensa Gráfica como periodista de economía. Foto/Lissette Monterrosa

Por El Diario de Hoy

2019-04-15 10:44:44

En un venidero futuro todas las labores humanas serán realizadas por robots, dice Richard Branson, el billonario inglés dueño del grupo Virgin, aseveración que choca con las habilidades predecibles de los robots pero asimismo con la naturaleza humana.

Y esto recuerda un comentario de un científico: si en algún momento un ejército de robots nos persigue, como en la historia de Goethe del aprendiz de brujo a quien un ejército de escobas con baldes lo estaba inundando de agua, la defensa es muy simple: “Cierra la puerta. Los robots no logran coordinarse para abrirla…”. Son inteligentes pero también muy limitados.

Tómese el caso de un cirujano: un robot le guía el bisturí o la sonda, pero es el cirujano quien toma las decisiones críticas, quien ordena al robot como al cuerpo de asistentes y enfermeras los pasos que se deben seguir en una cirugía. Y no se concibe que un paciente llegue a una clínica y lo reciban robots que le tomen la temperatura, el peso, su historial médico, que oiga la descripción de los síntomas que tiene el paciente para buscar asistencia… los humanos somos insustituibles, aunque hay gente tan poco inteligente, el llamado lumpen, que invariablemente mete la pata… lo que llevó a un pensador a decir que lo único conmensurable con el infinito era la estupidez humana.

De hecho en muchos comercios del Primer Mundo un comprador tiene que buscar al dependiente, que no aparece por ninguna parte, una persona a quien consultarle o que lo oriente para hacer una mejor compra. Pero a la par de esos casi invisibles vendedores hay cámaras que detectan comportamientos poco usuales, como las que captaron cuando la mujer del exdictador panameño Noriega estaba arrancando botones para llevárselos, lo que sumó a la desgracia de la familia, cuya otrora suntuosa casa en Panamá es una ruina fantasmagórica hoy en día, una especie de lugar embrujado que nadie quiere tocar, como el antiguo edificio del Ministerio Público en el Centro de Gobierno en San Salvador.

El problema son los Frankenstein como Maduro

“Sic transit gloriae mundi”, así pasan las glorias de este mundo…
Pero las medulares funciones de los humanos se mantendrán mientras exista la especie.

Nadie querrá ir a un bar sin bartender y sin parroquianos que conversen, discutan, canten, estén taciturnos ahogando sus penas en los tragos o viendo a lindas meseras, como restaurantes sin personal y chefs que preparen frescas y sabrosas viandas no van a extinguirse, pese a las comidas rápidas o los dispensadores en hoteles y aeropuertos.

En la película “Tiempos Modernos”, Chaplin aparece como un obrero en una fábrica totalmente automatizada, donde a esos robots humanos los alimentan mientras trabajan en las líneas de montaje, pero al fallar el sistema el pobre por poco se ahoga con toda la comida que automáticamente le meten en la boca.

Los grandes conciertos y festivales perdurarán pese al internet que coloca en primera fila a los que se quedaron en casa tomando cerveza en un sillón; nadie quiere perderse ver en persona a consumados pianistas como Lang Lang o a Kathia Buniatishvili o a los Patriots jugando o Lady Gaga o quienes sean los de moda en ese momento.

No debemos preocuparnos por los robots invadiendo el mundo, pero sí por Frankensteins como Maduro y muchos otros malvados.