Patrimonio de América, el fulgurante español de nuestros cantores

El español, nuestro español, descubre con cada iluminado navegante que surca ese océano sin litorales del sentir, formas nuevas para expresar lo que delicadas almas van descubriendo en sus más sensibles rincones...

descripción de la imagen
Foto EDH / Píxabay

Por El Diario de Hoy

2020-12-20 10:25:05

El español es la gloria de España, lo hablan 557 millones de personas en el mundo, pero asimismo la gloria de nuestra América, es el segundo idioma que más se habla en Estados Unidos, se entiende en Brasil y une, pese a modismos locales, a las naciones del Hemisferio Occidental.
En español han escrito y escriben nuestros grandes bardos, prosistas y pensadores, gallardos herederos de una tradición milenaria creadora de recursos inagotables de expresión, de espiritualidad, de senderos que conducen a las estrellas.
La poesía hispanoamericana resplandece en este microscópico pero asimismo inmenso universo donde Dios colocó al hombre.
El español, nuestro español, descubre con cada iluminado navegante que surca ese océano sin litorales del sentir, formas nuevas para expresar lo que delicadas almas van descubriendo en sus más sensibles rincones…
De nuestro Rubén Darío, A Margarita:
“…una tarde, la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger.
“la quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor.
“La princesa primorosa se parece mucho a ti: corta lirios, corta rosas, cortan astros. Son así.
“pues se fue la niña bella bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacia suspirar…”.
De Amado Nervo: “Yo ya me despedía… y palpitante cerca mi labio de tus labios rojos, hasta mañana, susurraste; yo te mire a los ojos un instante y tú cerraste sin pensar los ojos y te di el primer beso: alcé la frente iluminado por mi dicha cierta…”.
De Sor Juana Inés de la Cruz: “Este que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores, con falsos silogismos de colores es cauteloso engaño del sentido; este, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores, y venciendo del tiempo los rigores triunfar de la vejez y del olvido, es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada, es un resguardo inútil para el hado: es una mezcla diligencia errada, es un afán caduco y bien mirando, es cadáver, es polvo, es sombra, es nada…”.

En ese inmenso océano sin litorales navegan las almas y las estrellas

José Santos Chocano: “Ave de paso, fugaz viajera desconocida: fue solo un sueño, solo un capricho, solo un acaso; duro un instante, de los que llenan toda una vida.
“No era la gloria del paganismo, no era el encanto de la hermosura plástica y recia: era algo vago, nube de incienso, luz de idealismo. No era la Grecia: ¡era la Roma del cristianismo!”
José Hernández: “…me siento en el plan de un bajo a cantar un argumento como si soplara el viento hago tiritar los pastos-con oros, copas y bastos, juega allí mi pensamiento.
“Yo no soy cantor letrado, mas si me pongo a cantar, no tengo cuando apagar y me envejezco cantando; las coplas me van brotando como agua de manantial. Con la guitarra en la mano ni las moscas se me arriman, nadie me pone el pie encima y cuando el pecho se entona hago gemir a la prima y llorar a la gordona…
Alfonsina Storni: “Las dulces mensajeras de la tristeza son… son avecillas negras, negras como la noche. ¡Negras como el dolor!
¡Las dulces golondrinas que en invierno se van y que dejan el nido abandonado y solo para cruzar el mar!