Frente a nuestras narices salvadoreñas, los políticos están haciendo fiesta con los dineros del país, empobrecido, saqueado, confundido y victimizado.
El gran escaparate del saqueo es la Asamblea Legislativa, la mamandurria de partidos políticos, asociados, parentelas y amigatelas, donde se pagan salarios aunque los beneficiados no vivan en El Salvador y se da empleo a familiares, una forma descarada de nepotismo.
Por ley, como la hemos tenido, debe prohibirse que hermanos, primos, cuñados y cercanos familiares de un diputado o funcionario sean nombrados en cargos públicos, dentro o fuera de la Asamblea, y esto por varias consideraciones lógicas:
— la primera, que los nombramientos no se hacen a las personas más idóneas para desempeñarse en un cargo, sino a gentes cuyo principal o único mérito sea precisamente el de ser familiar o amigo cercano del funcionario;
—la segunda, que esos grupos rápidamente se convierten en asociaciones o pequeñas mafias que en vez de servir a las instituciones, sirven para intrigar y promover intereses particulares, no públicos;
—la tercera, que imponer orden o disciplina a tales nombrados se vuelve un problema, pues el nudo generado reacciona negativamente: “Si tocas a uno, tocas a todos”.
Hasta antes de los golpes contra la institucionalidad era muy poco usual que dos parientes cercanos ocuparan puestos de importancia en la administración pública. Y vamos a citar un hecho que en su momento fue muy comentado:
El general Fidel Torres fue nombrado ministro de Defensa casi simultáneamente con el nombramiento de su hermano Abelardo como Ministro de Economía; Abelardo, un abogado y expositor ilustre, de inmediato renunció, dejando el campo abierto al general Torres, lo que no impidió el desempeño destacado de Abelardo como jurista.
¡Y qué falta hacen en estos momentos difíciles personas con la madurez y profundidad de visión como nuestro desaparecido amigo Abelardo Torres!
Una de las peores señales de cómo van las cosas es que el número de empleados de la Asamblea Legislativa ha aumentado de 864 hace 11 años, a los 2,367 del momento, sin que se vean esfuerzos serios para detener e inclusive revertir la tendencia.
Las burocracias tienden a crecer por sí mismas, como hemos visto desde que Funes, el acusado de saquear 351 millones de dólares de los salvadoreños en el primer gobierno efemelenista, llegó al poder y de golpe incrementó en cuarenta mil las plazas para cobijar a un tanto igual de activistas del expartido oficial.
Y esto cuando no se tienen los recursos para mejorar la infraestructura vial, para adecuar las escuelas a sus verdaderas necesidades, para dotar los servicios públicos de lo necesario para su buen funcionamiento. Un “sector público” hipertrofiado en un país pobre, necesitado de capital de inversión para generar empleo y riqueza.
Liberan a los pájaros enjaulados y van tras el que voló muy lejos
Paralelamente hemos venido viendo cómo la Fiscalía ha acusado formalmente a Sigfrido Reyes y otras personas cercanas de varios delitos, entre ellos lavado, por un monto de seis millones de dólares.
Pero al primer intento de encausarlo a él y las demás personas vinculadas al caso se emite la orden judicial para capturarlo —ahora que se supone está bien lejos—, pero se les otorga libertad condicional o bajo fianza a los demás.
Para la Fiscalía, es un hecho que no se puede negar que el dirigente efemelenista salió del país en noviembre —y no volvió desde entonces— después que la Corte Suprema de Justicia ordenó un juicio civil en su contra por presunto enriquecimiento ilícito.
Ahora liberaron a los pájaros que estaban enjaulados y van tras el que ya voló muy lejos…