No tiene sentido destruir lo bueno cuando hay mucho por hacer

Además de afectar la imagen del Centro Histórico, el “proyecto” de la nueva Biblioteca ha comenzado a perjudicar a comerciantes y público, porque se piensa amurallar los contornos y desde ya cerrar la vital Avenida España-Cuscatlán, como se lo expusieron encargados de la alcaldía capitalina a los pequeños empresarios de la zona.

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Nicolás Maduro y su antecesor Hugo Chávez en la publicidad del hospital veterinario de Venezuela, "Misión Nevado". Bukele lanzó el fin de semana la misma idea. Foto EDH/ Archivo

Por El Diario de Hoy

2021-10-10 9:57:38

Con el equivalente de “sacarles la lengua” a los estadounidenses echando mano de una oferta china para construir “una nueva biblioteca nacional”, se ha iniciado la demolición de un bien nacional muy valioso, el edificio en acero que fue del Banco Hipotecario y es la actual Biblioteca Nacional, que ha resistido todos los sismos desde que se inauguró, una de las pocas construcciones que pueden colocarse ese clavel en la solapa.

Además de afectar la imagen del Centro Histórico, el “proyecto” ha comenzado a perjudicar a comerciantes y público, porque se piensa amurallar los contornos y desde ya cerrar la vital Avenida España-Cuscatlán, como se lo expusieron encargados de la alcaldía capitalina a los pequeños empresarios de la zona.

Los arquitectos chinos ya hablaron sobre “los horizontes, las puestas del sol” y otras vaguedades para justificar la monstruosidad de demoler un edificio declarado como patrimonio nacional, en un país donde no se debe destruir lo bueno que se tiene sino construir lo que hace falta levantar, incluyendo obras como las siguientes:

—módulos de viviendas para dotar a familias y vecindarios que haya sufrido la pérdida de sus casas por inundaciones, cárcavas, deslaves como el de Nejapa;
—clínicas también modulares para instalar en comunidades donde no las tienen, como es también el caso de hospitales temporales cuando no se dispone de ellas al producirse un rebrote de contagios, como es usual después de eventos deportivos o fiestas de pueblos;
—sanitarios también modulares para escuelas, que afrontan serias deficiencias en tal sentido.

Si efectivamente hay un deseo de ayudar al país a superar deficiencias, contribuir a su buen desarrollo, en lugar de hacernos un desfavor destruyendo lo que funciona y ha sido un “landmark”, un ícono de nuestra ciudad, las buenas, constructivas alternativas abundan, incluyendo ayudar a que pequeñas comunidades puedan hacer sus propias bibliotecas donde jóvenes estudien y adultos adelanten en capacitarse para tener mejores oportunidades en sus oficios o profesiones.

Al existir esos espacios, como los creados por la Fundación Ágape del recordado padre Flavián Mucci, uno de cuyos módulos fue edificado por este gran Diario, más y más personas pueden mejorar sus vidas.

Por fotografías no puede un arquitecto chino captar lo que es tradición en esta América

Agradecemos la generosidad del gobierno chino. Nuestros comentarios tienen como propósito optimizar esa ayuda, esa donación.

La plaza que se levanta frente al Palacio Nacional, flanqueada por la “bonita” Catedral escogida por un buen hombre, el entonces arzobispo Chávez y González, que de arquitectura sabía muy poco, por lo que descartaron proyectos de gran valía en el concurso internacional para realizarla, concurso que se ignoró para hacer lo que tenemos, el tantas veces profanado templo donde descansa nuestro San Romero, que es una réplica de los centros españoles de la colonia y de los pueblos de esa tierra: plaza, cabildo, templo, mercado, lo que perdura al día de hoy en muchas regiones de la Madre Patria.

Eso no existe en China, aunque frente al Mausoleo de Mao se encuentra la Plaza Tiananmén, el lugar de ceremonias, de masacres, del inolvidable incidente cuando un desconocido chino se enfrentó a una columna de tanques de guerra y no los dejó avanzar a reprimir las protestas de junio de 1989.

Nuestro pobre país —siguiendo el viejo dicho y como la Magdalena del cuento— “no está para tafetanes”, son demasiadas las necesidades para emplear recursos en destruir cuando hay tanto por reconstruir y mejorar.

Los grandes arquitectos —y nosotros en lo personal tuvimos el privilegio de estrechar la mano del arquitecto más grande del siglo XX, Le Corbusier— crean lo nuevo partiendo del espíritu de lo excelentemente logrado por previas generaciones, en tal caso la revolución de Haussman bajo el emperador Napoleón III...