El odio de Trump contra los inmigrantes que mueve su plan de efectuar deportaciones masivas de ellos, en su inmensa mayoría personas oriundas de los países al sur del Río Grande —mexicanos, centroamericanos, colombianos, chilenos...— es violatorio de derechos humanos e inyecta tal animosidad entre las autoridades que las lleva a cometer abusos y arbitrariedades.
Tampoco tiene sustento acusar a nadie de ser criminal sólo por ser indocumentados o atribuirle que "come mascotas" (lo que afirmó de un grupo de haitianos y que fue desmentido por los residentes de la población que mencionó, Springfields, Ohio), o de ser personas indeseables que corrompen "el alma de la nación".
Este odio visceral y los embustes que teje alrededor de él ofenden a sus vecinos del Sur, por lo general pro-estadounidenses, cristianos en su mayoría católicos y que con frecuencia tienen lazos familiares con personas que desde hace rato han ordenado su estancia, convirtiéndose luego en benefactores de sus comunidades, como el caso de Intipucá, La Unión.
En lugar de perseguir a los inmigrantes oriundos de países aliados, hubiera facilitado programas de trabajo para favorecerlos, aunque con todo derecho expulse a los criminales que ponen en riesgo la seguridad pública.
En su sofoco "para cambiar el mundo" con la mayor brevedad posible, Trump no se detiene a analizar sus actos, como es la imposición de aranceles o impuestos del 25 por ciento a las importaciones desde Canadá y México, de donde llega el 80 por ciento de los aguacates que se consumen en Estados Unidos, o las altas tarifas a repuestos de automotores, sin pensar que la industria automotriz propiamente "americana" se paralizaría al cerrar la frontera, pues los vehículos se ensamblan en parte en territorio estadounidense, en parte en México, dándose un ir y venir de los automóviles...
La postura está siendo aprovechada por China, que comparte con una gran mayoría de naciones hispanas el océano Pacífico, el gran rival comercial y político de Estados Unidos, cuya población es menos de la quinta parte de la China, un país sometido a una dictadura comunista que en gran medida se rige por una economía de mercado, aunque el régimen dictatorial está siempre pendiente de que ningún sector crezca más allá de un cierto nivel...
A inicios del siglo pasado muchas familias salvadoreñas y jóvenes deseosos de abrirse paso en el mundo viajaron y se asentaron en San Francisco en California, entre ellos nuestro fundador don Napoleón Viera Altamirano, que estudió dos años de ingeniería en la ciudad, aunque luego viajó por el Caribe y Cuba.
Don Napoleón trabajó en el Southern Pacific, una empresa ferrocarrilera, donde aprendió lo esencial de la economía de mercado, de la competencia entre sectores.
En sus desvaríos, Trump ha llegado a proponer que la población de Gaza se traslade a Jordania y Egipto, lo que equivale a efectuar una "limpieza étnica", plan que ha sido rechazado de inmediato por Francia, Alemania y otras potencias.
Muchos sectores se preparan a desafiar los desafueros de Trump
No paran allí sus exabruptos: se dice que ha paralizado la USAID, una entidad que brinda ayuda a muchos sectores y que ha operado con independencia, para pasarla bajo el Departamento de Estado, lo que la politizaría y alteraría sus funciones de inmediato pues su dirección en parte tendría que dimitir y las atribuciones ser definidas por el secretario de Estado, Marco Rubio, exsenador por la Florida y un republicano de siempre.
Pero en los más de diez días que tiene como presidente, Trump está generando anticuerpos en la nación, grupos que oponen sus arbitrariedades y se preparan para la lucha legal, incluso evitar que intente reelegirse por una tercera vez como ya sugirió...