No se vale corromper a una persona y buscar salir ganancioso

Que un juez se rebaje para darle pasa a semejante maniobra, está por verse, pues esto tiene caracteres grotescos

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Foto EDH / Yessica Hompanera

Por El Diario de Hoy

2019-09-16 4:45:50

Antonio Saca confiesa que incitó a una empleada judicial a delinquir ofreciéndole un soborno, maniobra con la cual pretende que se le rebaje la pena, aunque su víctima tenga que ir a la cárcel y pierda su empleo.

El embrollo es repugnante y pone de manifiesto cómo operan los corruptores: no les importa pasar por encima de otros si de tal manera logran algún beneficio para sí mismos, en igual forma como Funes atropellaba transeúntes y permitía que el escuadrón presidencial vapuleara a quienes se cruzaban por el camino de la caravana de su majestad.
Hasta donde se sabe, la señora perdió su empleo y quedó en problemas, pues es el único sostén de su hijo enfermo. En estos tiempos de calamidad pública —calamidad fraguada por los efemelenistas en contubernio con gente como Saca primero y Funes luego— perder el trabajo es cosa muy grave para cualquiera.

Pero eso no le importa al exgobernante si así cree que le reducirán la pena. Sin embargo, que un juez se rebaje para darle pasa a semejante maniobra, está por verse, pues esto tiene caracteres grotescos: a un individuo que roba trescientos millones, hasta donde se ha calculado, le pretenden disminuir la pena por haber hecho caer en la trampa a una mujer con una carnada de diez mil dólares.

Incitar al delito es muy grave, precisamente lo que hacen los pandilleros con jóvenes a lo largo y ancho del territorio, a quienes les hacen propuestas “imposibles de rehusar” como lo decía Don Vito Corleone.

Cuando se ha sugerido que las autoridades pongan agentes disfrazados para que los asalten y ellos capturen a los bandidos, se dice que eso es “incitar al delito”, lo que es prohibido por la ley.

Pero ni Saca ni Funes han perdido el sueño por la enorme cantidad de buenas personas que perdieron sus empleos a causa de sus maniobras.

El plan era alternarse, pero la Sala de lo Constitucional lo desbarató

El entendimiento entre ambos, se dice en el ambiente político, era alternarse en el poder: un quinquenio para Toñito, otro para Mauricito y así per secula seculorum; con lo que Saca no contaba es que los efemelenistas, bajo cuya bandera llegó al poder Mauricito, iban tras todo, presupuestos, pensiones y montar un aparataje para sostener a más de cuarenta mil de sus activistas, parentelas y amigatelas. Pero la anterior Sala de lo Constitucional les desbarató sus planes.

Esta masa de quintacolumnistas, sin embargo, se mantiene allí y pretende que el pueblo salvadoreño la sostenga hasta que San Juan baje el dedo.

Funes se siente, hasta el momento, muy cómodo en el refugio para prófugos de la justicia que es Nicaragua. A él las autoridades judiciales lo reclaman por el saqueo de 351 millones de dólares del Estado salvadoreño, pero Ortega lo protege y le concedió el asilo pese a que las leyes internacionales no prevén esa gracia para individuos que hayan delinquido y menos para quienes cometen actos de corrupción.

“Dan muchas ganas de llorar”, de llorar permanentemente por las desgracias que tanta gente sufre, por las truculencias, crímenes, atropellos que venimos los salvadoreños padeciendo con un grupo que, pese a haber firmado acuerdos de paz, nunca dejó de estar en guerra y siguió conspirando para desestabilizar y finalmente saquear al país.