Moody’s: el crédito de El Salvador está cayendo en categoría basura

La calificadora de riesgos advierte que “si no hay una política a mediano plazo que detenga el deterioro fiscal en los próximos años” la calificación lo reflejará, lo que ya se apuntó, de “territorio basura”.

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Auto con el que Irvin Batres Ávalos mató a una persona y lesionó a otra en enero pasado, según la investigación de la Fiscalía. Foto EDH / Archivo

Por El Diario de Hoy

2020-11-18 9:15:05

Cumpliendo año y medio de desgobierno y según la calificadora de riesgo Moody’s, Bukele ha colocado a El Salvador en la posición B3, la de “territorio basura”, lo que no sorprende considerando su desordenado y oscuro manejo de los dineros públicos, sus permanentes esfuerzos para impedir o estorbar todo control al gasto del régimen —vale decir del grupo de hermanos—, su insaciable tragadera, los permanentes traslados de fondos de una entidad a otra hasta que “desaparecen de la mirada del público”.

Moody’s resume la situación: “El emisor se ha vuelto cada vez más susceptible a los eventos de riesgo”, como un recrudecimiento de la pandemia y los impredecibles “actos de la naturaleza”, incluyendo los efectos del cambio climático.

Por cierto, a la cumbre convocada por los gobiernos centroamericanos, el cleptodesgobernante no asistió, en parte porque el grupo, a su juicio, no merecía el altísimo honor de su presencia, por lo que despachó a uno de los ordenanzas de palacio, el “inefable” ministro de Hacienda.

La calificadora de riesgos advierte que “si no hay una política a mediano plazo que detenga el deterioro fiscal en los próximos años” la calificación lo reflejará, lo que ya se apuntó, de “territorio basura”.

Cada día que pase el país en tan inaudito desorden del manejo de los dineros públicos, más y más difícil será obtener nuevos financiamientos, no importando los que requieran las tragaderas del régimen pero que limita las inversiones productivas, pues es cada vez menos probable que un banco o financiera haga préstamos a buenas empresas ubicadas en naciones desordenadas, al borde de la bancarrota (que es precisamente la condición del impago), bajo el saqueo de mafias.

Como muestra un botón: se informó que el ministro de Defensa, defensa del clepto-régimen, ha gastado doscientos cincuenta mil dólares (un cuarto de millón) para apuntalar su destartalada imagen pública desde el 9F y pese a haberse él mismo declarado héroe en la lucha contra la pandemia.

Al respecto circuló un muy simpático “meme” sobre tan heroico desempeño: aparece el “señor” ministro de defensa (defensa de los Bukele) imponiendo una condecoración al “señor” ministro de defensa (defensa de los Bukele) y se dice: “Y entonces me dije a mí mismo: mí mismo, te la ganaste!!!”.

A esto debe sumarse el último despilfarro: Bukele ha contratado por ochocientos mil dólares —dólares que extrae de fondos públicos, no del botín— a unos lobbistas para que convenzan al presidente electo Biden de que “es una calumnia” que él quiera perpetuarse como saqueador; simplemente los guanacos necesitan que alguien los mantenga en la buena ruta, en el campo de la virtud. Y nadie, desde luego, más capacitado que él para que así sea.

La corrupción afecta a todos y golpea con más crueldad a los más pobres

Los efectos de una descalificación tan contundente no se quedan en la estratosfera de los préstamos al cleptodesgobierno o a productores, sino que golpean a los pequeños negocios, a las mypes, que buscan financiamientos para no reventar durante la crisis, a la dueña de la tienda del barrio, probablemente extorsionada y a los pobres, al precio de las tortillas, de lo mínimo que necesita una familia y una persona para no perecer.

Saquear un país, una región, hasta el hueso, deja daños generacionales, heridas profundas que solo con el paso del tiempo tal vez puedan sanarse.

El Salvador, que progresó hasta que cayó en manos de mafias de corruptos, puede quedar como una nación fallida.